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No es no
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¿Por qué ha vuelto la pasión por La Roja?
El liderazgo de Luis de la Fuente, el fenómeno Yamal, la ausencia de expectativas al inicio de la Eurocopa, la decadencia del nacionalismo, la brújula de Rodri y el deslumbrante juego de equipo, remarcan la euforia generalizada
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Balbuceaba Arnaldo Otegi cuando le mencionaron en una entrevista la proliferación de camisetas de La Roja en las ikastolas. No se esperaba la pregunta, ni podía imaginarse Arnaldo la pasión que ha suscitado la selección española en los territorios nacionalistas. Se instalaron pantallas gigantes este domingo en los municipios de Cataluña y Euskadi, aunque son las televisiones domésticas donde más se refleja el fervor del equipo nacional. Un 77% de espectadores se asomaron a la semifinal ante Francia. Y más share todavía ha reunido la finalísima de Berlín contra los ingleses, resuelta in extremis con un gol desgarrado de Oyarzábal.
Impresiona el entusiasmo, quizá porque la Roja afrontaba la Eurocopa sin grandes opciones ni expectativas. Nos parecía razonable caer en cuartos. Y resultaba impensable golear a Croacia, sacrificar a Italia, eliminar a los anfitriones, descarrilar a la banda de Mbappé y provocar el Brexit, apenas unas horas después de que Alcaraz volviera a profanar Wimbledon.
El camino de perfección —siete partidos, siete victorias— ha estimulado un apasionamiento que implica la victoria póstuma de Luis Rubiales porque fue suya la decisión de ungir a Luis de la Fuente como timonel de la selección. No terminó de comprenderse al traspaso de poderes, ni de asumirse la apuesta de un "perfil bajo", pero el hito de la Eurocopa es indisociable del mérito y de la valentía del técnico riojano. Empezando por la apuesta radical que suponía colocar en los extremos el talento "adolescente" de Nico y Lamine.
El relevo generacional no ha excluido los galones de Navas ni la credibilidad de Laporte en el eje de la defensa, pero connota y caracteriza el rejuvenecimiento de un equipo que exuda talento y creatividad. Y que se identifica en el providencialismo de un chaval de 17 años.
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"Lamine Yamal, cada día te quiero más", cantaba Estopa hace unos días adaptando la canción del Príncipe Gitano y simbolizando la repercusión de un futbolista precoz que exterioriza la euforia y desmenuza los tabúes. La afición blaugrana siente explícita o implícitamente los colores de la selección española, igual que los aficionados vascos se identifican en el juego de Unai, Merino, Vivian, Oyarzábal o Nico Williams. Y no es que Luis de la Fuente hubiera diseñado el equipo con el criterio de un casting oportunista, pero la mansedumbre del independentismo y la pluralidad cosmopolita de la selección —de todas las selecciones— tanto justifica el rebrote de las camisetas rojas en las ikastolas como explica el entusiasmo de España.
Es el resultado de un éxito multiorgánico. Y no por discutir los méritos inequívocos de Luis de la Fuente, sino por enfatizar la versatilidad de un equipo que ha sabido presionar arriba, que ha sabido sacrificarse —Cucurella simboliza la abnegación—, que se ha descolgado al contraataque, que ha manejado el balón con criterio, que ha procreado mucho talento —Fabián, Olmo— y que se ha armado bajo la clarividencia deslumbrante de Rodri.
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No es que el centrocampista del City haya sido el mejor futbolista de la selección. Lo ha sido de la Eurocopa gracias a la personalidad, al orden defensivo, a la verticalidad ofensiva, a la audacia táctica, al carisma escénico y al prodigio del metrónomo con que administra el juego.
Nadie mejor que Rodri ha asumido ni interpretado las intenciones de Luis de Lafuente, aunque los progresos de La Roja no se explican en la individualidad, sino en una conciencia colectiva que tanto puede simbolizarse en la sangre de Carvajal como en la paradoja de un delantero, Álvaro Morata, cuya principal virtud ha consistido en defender…
Decidió sustituirlo De la Fuente por Oyarzábal, pero no fue un mero cambio, sino una premonición. El delantero de la Real decidió la finalísima en la boca del gua. Y se arrastró por la hierba igual que había hecho Alcaraz en Londres, como si fueran la tarde y la noche más idóneos para provocar el eclipse de Albión.
Balbuceaba Arnaldo Otegi cuando le mencionaron en una entrevista la proliferación de camisetas de La Roja en las ikastolas. No se esperaba la pregunta, ni podía imaginarse Arnaldo la pasión que ha suscitado la selección española en los territorios nacionalistas. Se instalaron pantallas gigantes este domingo en los municipios de Cataluña y Euskadi, aunque son las televisiones domésticas donde más se refleja el fervor del equipo nacional. Un 77% de espectadores se asomaron a la semifinal ante Francia. Y más share todavía ha reunido la finalísima de Berlín contra los ingleses, resuelta in extremis con un gol desgarrado de Oyarzábal.