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Obedézcase, pero no se cumpla: así gobierna Sánchez
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Rubén Amón

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Obedézcase, pero no se cumpla: así gobierna Sánchez

El presidente es un maestro en diferenciar la teoría de la práctica, hasta el extremo de que su falta de compromiso y su ambigüedad se han convertido en su camino de supervivencia, como demuestra la gestión de la financiación catalana

Foto: Pedro Sánchez interviene en el Comité Federal del PSOE. (EFE/Eva Ercolanese)
Pedro Sánchez interviene en el Comité Federal del PSOE. (EFE/Eva Ercolanese)
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Pedro Sánchez ha concedido extraordinarias aberraciones políticas para preservarse en la Moncloa —la amnistía, en cabeza de todas— pero la verdadera habilidad política del presidente consiste en anestesiar a socios y adversarios con promesas ambiguas y cheques sin fondos.

Se trata de ganar minutos, de prolongar la estadía monclovense. Y el tiempo le ha dado la razón. Recordaba Iván Redondo en La Vanguardia que se le ha puesto a tiro la marca de Mariano Rajoy (2042 días). Y que va a sobrepasarla sin necesidad de aprobar los Presupuestos ni de convocar elecciones.

Las presiones de Junts para obligarle a cumplir los acuerdos de Ginebra sabe contemporizarlos Sánchez con su flema y capacidades disuasorias. De hecho, su problema enfermizo con la verdad relativiza el énfasis con que anuncia sus compromisos políticos o proclama los pactos orgánicos.

Un buen ejemplo es el hermético proyecto de financiación autonómica que ha firmado con ERC para conseguir la investidura de Illa. El soborno de los indepes sobreentiende un trato de excepción a la fiscalidad catalana y un nuevo jalón en el itinerario del autogobierno, pero las explicaciones de la ministra Montero en el Senado suscribían el ardid del arcano: "Lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo, no lo que cada uno creamos, que dice el acuerdo. Y lo que no dice el acuerdo es lo que no dice".

Foto: Sánchez, en el Comité Federal. (EFE)

Resulta automático acordarse de Groucho Marx en la escena del contrato de Una noche en la ópera, aunque la premeditada opacidad en que incurre la vicepresidenta forma redunda en la estrategia de la indefinición y de la confusión. Se le esconde la verdad a los ciudadanos. Y se pretende camelar a los socios de Esquerra con garantías imprecisas, evanescentes.

Residen en las manos y en la coacción de ERC la estabilidad de Salvador Illa, pero el escenario de la continuidad reviste menor importancia que el hito político de haber logrado el trono de la Generalitat. Sánchez es un exégeta del cholismo. Juega partido a partido, conduce con las luces cortas, antepone las pequeñas victorias a las grandes batallas.

Foto: Pedro Sánchez en el acto de inicio de curso. (Europa Press/A. Pérez Meca)

Por eso resolvió con cinismo y audacia el escollo del Comité Federal sabatino. Las voces discrepantes fueron las de siempre, a semejanza de un exotismo rutinario. Y nadie más allá de Page y de Lambán tuvo las agallas de reprochar al presidente el modelo insolidario de Cataluña, entre otras razones, porque el patrón socialista insistió en la gran oportunidad que representa el planteamiento de un nuevo esquema de financiación autonómica, como si se le estuviera ocurriendo sobre la marcha.

La flexibilidad del sanchismo se deriva de una concepción gaseosa de la política que evoca el derecho medieval castellano en el principio del "Obedézcase, pero no se cumpla". Se trata de forjar un régimen o una legislación que nunca rebasa la mera dimensión teórica. Se ocuparon de manejar la ambigüedad conceptual los colonos españoles en las Américas. Y claro que acataban las normas de integración de los aborígenes que había ordenado Carlos V, pero rara vez las ejecutaban.

Pedro Sánchez es un maestro en contradecir las palabras y los hechos. Sus compromisos verbales y escritos se resienten de un tratamiento anestésico gracias al cual consigue cronificar las crisis políticas sin necesidad de sobresaltarse. Y es verdad que la vergüenza de la amnistía predispuso el acuerdo de investidura con los votos de Junts, pero la concesión maximalista que tanto ha dañado y corrompido la dignidad del Estado también sirve para encubrir y desdibujar otros compromisos adquiridos.

Foto: Emiliano García-Page, a su llegada al Comité Federal. (EFE/Juanjo Martín)

La maestría de Sánchez lo identifica como un crupier que opera en varias mesas a la vez o como un ajedrecista que se recrea y divierte en las partidas simultáneas. Promete a todos la singularidad contradiciendo la singularidad misma. Y se entretiene en la disputa de rivales y adversarios, sabiendo que el caos y el hermetismo enfatizan su dominio del espacio y del tiempo.

Sánchez ha llegado a un acuerdo estructural con ERC para lograr la investidura de Illa. Y ha fingido un compromiso con las demás autonomías para sustraerse al agravio comparativo. No lo tenía previsto, pero ha decidido improvisarlo para serenar el alzamiento de la familia socialista y exhibirse a sí mismo como el más audaz de los equilibristas.

Pedro Sánchez ha concedido extraordinarias aberraciones políticas para preservarse en la Moncloa —la amnistía, en cabeza de todas— pero la verdadera habilidad política del presidente consiste en anestesiar a socios y adversarios con promesas ambiguas y cheques sin fondos.

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