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Los gérmenes protegen el sistema inmunitario de Pedro Sánchez
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Rubén Amón

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Los gérmenes protegen el sistema inmunitario de Pedro Sánchez

Los escándalos que se le amontonan al presidente funcionan como un escudo protector gracias a la anestesia general de la opinión pública y a la connivencia de los socios que lo extorsionan

Foto: Manifestantes exigen la dimisión de Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
Manifestantes exigen la dimisión de Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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La biopsia del sanchismo en el sexto año de Pedro el Cruel expone la paradoja de un presidente poderosamente débil o debilísimamente poderoso. Más se le amontonan los escándalos (y de toda índole), mejor rentabiliza su porvenir en la Moncloa, hasta el extremo de amenazar a los españoles con otros 1000 días en la cima del Ejecutivo.

Lo hizo en la sesión de control del pasado miércoles. Y no le faltan razones para sentirse reconfortado y seguro en su tronera. Los socios que protegen la mayoría parlamentaria han reaccionado con solidaridad y firmeza a los episodios de corrupción y de indigencia institucional.

Los primeros —Ábalos, Gómez, Aldama— debilitan al presidente y le fuerzan a negociar las políticas en posiciones sumisas, mientras que la obstinación en el cargo del fiscal general redunda en el desprestigio del Estado y se pone al servicio —a huevo— de la más falaz propaganda soberanista.

De hecho, la negociación de los Presupuestos Generales va camino de convertirse en una moción de confianza triunfal, como si el escándalo de las corruptelas y la degeneración de la Fiscalía General pudieran —debieran— subordinarse al objetivo inequívoco de los intereses particulares.

Foto: Pedro Sánchez y Begoña Gómez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo) Opinión
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Sánchez se mantiene en la Moncloa a cambio de la extorsión independentista. Lo mismo concede privilegios de autogobierno como desquicia la memoria histórica excarcelando terroristas ilustres.

El rescate que se cobran los indepes tranquiliza a sus votantes, igual que lo hace el principio de resistencia a la alternativa de Feijóo. Por esa misma razón, el timonel socialista se jactaba de otear el horizonte de las 1000 jornadas. La corrosión de las instituciones alimenta el sabotaje al Estado que formalizan cotidianamente ERC, Bildu, Junts y el BNG, aunque el porvenir de Sánchez también se explica por el viento favorable de los datos económicos y de empleo; por la afinidad de las categorías electorales que más han prosperado en el sexenio (jubilados y funcionarios); por la docilidad del sector crítico del PSOE; por la incompetencia del PP en cada episodio político decisivo; por la psicosis que engendra la ultraderecha; por el hábitat propicio y entreguista de la prensa afecta, y por el efecto anestésico que producen o provocan los sucesivos episodios escandalosos.

Foto: El ministro de Justicia en una exposición de Sorolla. (Europa Press)

Las aberraciones y las atrocidades que fertilizan en el sanchismo —de Koldo a Begoña, de la amnistía a los bulos, de la coacción a la Justicia al piso de Jessica— se hacen la competencia las unas a las otras. La rutina de las crisis funciona como un argumento neutralizante. Cualquiera de ellas podría malograr un Gobierno, pero se diría que todas juntas ejercen un efecto disuasorio. Hay tantas piezas de cacería mayor que se termina desperdigando el objetivo, el punto de mira. Cuanto más fango, mejor navega la nave nodriza del sanchismo hacia la meta de los mil días.

Quiere decirse que a Pedro Sánchez le custodia un chaleco de basura, un manto de gérmenes. Y los gérmenes, nos lo dice la ciencia, estimulan el sistema inmunitario. Curiosa o paradójicamente, la degradación del sistema ejerce las funciones de un escudo protector, como si Sánchez llevara puesta una túnica de harapos que reviste de indigencia política al emperador desnudo. No, no existen expectativas de cambio de ciclo ni síntomas específicos de agonía. Sánchez gobierna en apnea y elude contrastarse en las urnas por miedo al gran escarmiento, pero su capacidad adaptativa a las cloacas lo convierten en una criatura inmortal.

La biopsia del sanchismo en el sexto año de Pedro el Cruel expone la paradoja de un presidente poderosamente débil o debilísimamente poderoso. Más se le amontonan los escándalos (y de toda índole), mejor rentabiliza su porvenir en la Moncloa, hasta el extremo de amenazar a los españoles con otros 1000 días en la cima del Ejecutivo.

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