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Rubén Amón

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Sevilla glorifica al puto amo

El PSOE amaña un Congreso sin debate que consolida el liderazgo de Sánchez cuando hay más razones que nunca para cuestionarlo y cuando se hace verosímil una década en Moncloa

Foto: Pedro Sánchez en el 41 Congreso Federal del PSOE. (EFE)
Pedro Sánchez en el 41 Congreso Federal del PSOE. (EFE)
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Nunca hubo tantas razones para cuestionar a un líder socialista y nunca un líder socialista encontró un Congreso Federal más plácido y glorioso. El sacrificio ejemplar y ejemplarizante de Lobato sugestionaba cualquier expectativa de pluralidad o de discusión interna. Sánchez ha sido coronado con la adhesión búlgara del 90% y con el rango metafísico del puto amo, de tal manera que cada vez resulta más verosímil el cumplimiento de una década —y más allá— en el Palacio de la Moncloa.

Fue la conclusión de su mensaje de clausura —"Tengo más fuerza que nunca"— y el plazo que anunció el gran mandarín hace unos días entre los colegas de UGT. La inercia virtuosa que ha lobotomizado a los cuadros del partido. Sánchez tiene amaestrada a la red clientelar y a la prensa afecta. Ha puesto en órbita PS un patético discurso victimista. Y ha conseguido que los escándalos que se le amontonan se neutralicen entre sí.

Con el mismo descaro se rindió homenaje a Chaves y Griñán, más o menos como si la corrupción de antaño legitimara la contemporánea, aunque Santos Cerdán, impecable en su papel de fontanero, relacionó el asedio al PSOE con una conspiración polifacética, incluidos los programas de prime time y los jueces. Ya se ocupó Zapatero de encubrir las cloacas y de evocar los logros revolucionarios del socialismo celtibérico, empezando, acaso, por la invención del fuego, de la rueda y de la imprenta…

La basura en que se yergue el PSOE adquiere así toda sus posibilidades reciclables. Ocurre con los vertederos. Y sucedió incluso en algunas ciudades tan hermosas como Cracovia. Los escombros y detritos que degradaron la villa polaca en el desenlace de la II Guerra Mundial sirvieron de amalgama y fundamento a la reconstrucción. Lo he descubierto en un documental que permite evocar la paradoja de la supervivencia sanchista. El hedor se convierte en perfume lisérgico, en anestesia de la corte infame.

El comisionista (Aldama) se ha cuidado de involucrar a Sánchez en delito alguno, pero lo ha situado en el centro de la cuadrilla

Le mantiene en vigor la doctrina del miedo. Lo hace el viento a favor de la Moncloa. Y lo consienten con cinismo los socios de la coalición. La debilidad de Sánchez favorece las condiciones de la extorsión. Más aún cuando los ataques a la Justicia y las denuncias de prevaricación enfatizan la debilidad del Estado y convierten a Sánchez en el conspirador perfecto.

El líder del PSOE ha organizado un Congreso de auto-indulto y de auto-amnistía. Y hasta le convienen las pequeñas discrepancias de Page, Lambán o Juan Espadas, porque trasladan la apariencia de un debate estéril. La fortaleza del sanchismo neutraliza el menor atisbo de cuestionamiento al tirano, por mucho que resulten indisimulables el escándalo del Fiscal General, la red de nepotismo, el conflicto de intereses conyugal, las acusaciones de Aldama y la imputación de José Luis Ábalos.
Ha sido el gran ausente de la kermesse, la referencia innombrable del sarao onanista y el ejemplo singular de la amnesia. La dirigencia socialista pretende convencernos de que el exministro de Transportes, el secretario de organización del PSOE, el artífice de la moción que condujo a Sánchez a la Moncloa, representa una anomalía individual, un verso libre.

Demuestra lo contrario, su peso en el partido y en el Gobierno, como lo hacen las pruebas de la UCO y las acusaciones de Víctor de Aldama. El comisionista se ha cuidado de involucrar a Sánchez en delito alguno, pero lo ha situado en el centro de la cuadrilla y en una posición incomodísima respecto a las derivadas de la trama: no podía no saber.

El sanchismo se alimenta de su propio poder, de la reparación asistida de sus socios nacionalistas y de la negligencia de la oposición

Fingen, los camaradas de Sánchez, un estado de euforia cuando el patrón les enseña las puertas del paraíso. Se convencen a sí mismos de la bonanza endogámica. "Un invernadero exuberante al que no parece afectar la tormenta eléctrica exterior", decía Rafa Latorre en Onda Cero. El sanchismo se alimenta de su propio poder, de la reparación asistida que le proporcionan los socios nacionalistas y de la negligencia de la oposición, cuyo líder, Núñez Feijóo, ha malgastado las balas de plata cuando más se le ha puesto a tiro la dentadura del licántropo y las noches de luna llena.

Ya le gustaría a Sánchez creerse sus palabras y las encuestas de Tezanos. La última le concedía cinco puntos sobre el Partido Popular, aunque el timonel socialista no se atrevería a exponerse al veredicto de las urnas. Prefiere gobernarnos embalsamado. Y embelesado por los rapsodas que han emprendido el camino del fanatismo porque la secta es un camino de felicidad que Sánchez dirige con su cazadora de ante

Nunca hubo tantas razones para cuestionar a un líder socialista y nunca un líder socialista encontró un Congreso Federal más plácido y glorioso. El sacrificio ejemplar y ejemplarizante de Lobato sugestionaba cualquier expectativa de pluralidad o de discusión interna. Sánchez ha sido coronado con la adhesión búlgara del 90% y con el rango metafísico del puto amo, de tal manera que cada vez resulta más verosímil el cumplimiento de una década —y más allá— en el Palacio de la Moncloa.

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