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No es no
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¿Será alguna vez Feijóo presidente del Gobierno?
El problema de liderazgo, el caso Mazón, los acuerdos con Junts y la estrategia mediático-judicial lastran la credibilidad el proyecto de PP cuando más débil está Sánchez y cuando el presidente del Gobierno ha recurrido a Franco
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Feijóo ha reunido a la dirigencia del PP "a puerta cerrada" en Asturias, como si fuera necesario convocar una terapia de grupo y como si resultara prioritario consolidar la unidad del partido en tiempos ambiguos de euforia demoscópica y de frustración política. El auge de los populares en las encuestas fomenta y justifica la razón por la que Sánchez no tiene la menor intención de convocar las elecciones, de tal manera que Feijóo envejece en posición de espera, igual que les sucede a Vladmir y a Estragón en la obra visionaria de Beckett. Es el patrón socialista quien domina las coordenadas del espacio y del tiempo, hasta el extremo de encontrar en 1975 la oportunidad de malograr la inercia victoriosa de Génova 13.
Sánchez ha resucitado a Franco para estimular la reacción de Vox y demostrar a los votantes que la influencia de la ultraderecha contraindica la idoneidad de Feijóo en el trono de la Moncloa. Le funcionó el ardid en las últimas elecciones generales. Y no está claro que prospere en 2027, pero la anomalía de Vox permanece como uno de los obstáculos que más contravienen la alternativa del PP. Los otros conciernen a la precariedad del liderazgo de Feijóo, a la catastrófica gestión de la DANA, a la rebeldía de Mazón y a la naturalidad con que los populares compadrean con Junts, fantaseando acaso con la posibilidad de una moción de censura.
Harían bien Feijóo y su grey en descartarla. Y en reflexionar sobre la irresponsabilidad que implica facilitar a Sánchez el encuentro con Puigdemont en el exilio. La cumbre de la vergüenza —cada vez más cercana— caracteriza un episodio humillante y depresivo cuya gravedad resulta menos traumática gracias a la sintonía parlamentaria del PP y Junts.
Ya se ocupó Sánchez de subrayar la normalización de las relaciones entre populares y soberanistas, naturalmente con el objetivo de predisponer la capitulación del Estado en la alfombra de Puigdemont. Es Sánchez quien ha rendido la dignidad de la nación, pero la sumisión al mesías separatista resulta más asumible gracias a los acuerdos del PP y Junts en cuestiones políticas (impuestos, energía…) y en asuntos morales (la eutanasia).
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La paradoja redunda en el problema de credibilidad que arrastra la candidatura de Núñez Feijóo. No ya por la "oposición" libertaria y arbitraria que ejerce Díaz Ayuso, sino por el desafío de Mazón en el territorio levantino y porque las mismas encuestas que destacan el ascenso del PP otorgan a Pedro Sánchez mejor reputación que al líder conservador.
El matiz resulta especialmente inquietante porque el Gobierno socialista se encuentra más expuesto que nunca a los casos de corrupción, a la crisis de Estado que protagoniza el Fiscal General y a los episodios familiares de conflicto de intereses. Trata el PP de rentabilizar la escandalera, pero incurre en el error de sobreinterpretar los acontecimientos con más ansia y humor casposo que criterio. Resulta una torpeza emitir sentencias preventivas, como es una injerencia en la Justicia amalgamar las imputaciones y las condenas.
El respeto a los tribunales requiere conceder serenidad a los tiempos y las decisiones. Por esa misma razón, resulta inaceptable que el ministro de Justicia, Félix Bolaños, se dedique a comentar con tanta frivolidad y descaro la actualidad de los juzgados en función de los intereses gubernamentales.
"Trata el PP de rentabilizar la escandalera, pero incurre en el error de sobreinterpretarlo con más ansia y humor casposo que criterio"
Sánchez está maniatado en el sindiós de su coalición. Y ha llevado al extremo la intimidación de la justicia y de la prensa. No puede salir a la calle sin que lo abucheen, pero el deterioro demoscópico afecta mucho a Sumar y casi nada al suelo fervoroso y militante del Partido Socialista.
Sánchez ha logrado una audiencia aguerrida. Y ha contenido bastante el peligro de la migración del votante socialdemócrata al PP, consciente además de su relación privilegiada con las huestes soberanistas. Por eso resulta demasiado ingenuo encomendarse a posiciones contemplativas y esperar a que el puto amo desfallezca por sí mismo. Sánchez ha convertido la agonía en la manera de sobrevivir.
Y Feijóo permanece rehén de la impotencia de su partido, como si no fuera capaz de aprovechar la fuerza del PP en el ámbito municipal y autonómico, Y como si él mismo empezara a creerse el reproche que en voz baja comparten sus allegados, muchos de ellos con asiento de privilegio en la terapia asturiana: qué buen presidente sería, qué mal candidato es.
Feijóo ha reunido a la dirigencia del PP "a puerta cerrada" en Asturias, como si fuera necesario convocar una terapia de grupo y como si resultara prioritario consolidar la unidad del partido en tiempos ambiguos de euforia demoscópica y de frustración política. El auge de los populares en las encuestas fomenta y justifica la razón por la que Sánchez no tiene la menor intención de convocar las elecciones, de tal manera que Feijóo envejece en posición de espera, igual que les sucede a Vladmir y a Estragón en la obra visionaria de Beckett. Es el patrón socialista quien domina las coordenadas del espacio y del tiempo, hasta el extremo de encontrar en 1975 la oportunidad de malograr la inercia victoriosa de Génova 13.