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Rubén Amón

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Por qué Trump puede salvar a Sánchez y condenar a Abascal

El líder socialista se malogra en el plano doméstico, pero su posición sólida a la vera de Zelenski beneficia su estrella política tanto como a Vox le perjudica la rehabilitación del monstruo de Putin

Foto: Santiago Abascal durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Santiago Abascal durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
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Abascal acaba de regresar de Washington canonizado por Trump —"muchas gracias por tu trabajo, Santiago", le dijo el magnate en público— y Pedro Sánchez se embarca este lunes hacia Kiev para reivindicar la dignidad de Zelenski. Se trata de significarse en el shock que ha provocado la glorificación de Putin, aunque la oportunidad o el oportunismo de las derivadas domésticas de la crisis mundial benefician al sanchismo.

Se ha colocado el presidente del Gobierno en el lugar de la decencia y de la coherencia. Y tiene más razones que nunca para exponer los peligros de la ultraderecha. Abascal se ha convertido en cómplice de Putin por cuanto legitima la expropiación de Ucrania que ha urdido Donald Trump.

El salto cualitativo —y regresivo— puede deteriorar seriamente la credibilidad electoral de Vox, no ya porque la rehabilitación de Putin homologa la ferocidad del zar moscovita, sino porque la violación de la integración territorial de Ucrania establece un antecedente inquietante.

Pongamos que Mohamed VI reclama al tío Donald los enclaves "magrebíes" de Ceuta y Melilla enseñando las evidencias del mapa o las realidades demográficas. Pongamos que la doctrina patriotera de Santi Abascal se resiente de un orden mundial particularmente adverso a los intereses españoles. Por los aranceles. Por la presión a nuestros agricultores.

Abascal se ha convertido en cómplice de Putin por cuanto legitima la expropiación de Ucrania que ha urdido Donald Trump

A Santi Abascal le ha beneficiado la inercia de la guerra cultural. El agotamiento del wokismo, la cultura de la cancelación, el intrusismo en las libertades, la teoría del reemplazo, el populismo emocional y las pulsiones xenófobas forman parte del inflamable combustible trumpista que ha reanimado las opciones de Vox en su itinerario político titubeante.

El problema para Abascal proviene de la guerra comercial y de la guerra militar. La primera perjudica el interés genuino de España. La segunda predispone una alianza siniestra con Putin, que ya ha logrado irritar a los europarlamentarios de la ultraderecha. Hermann Tertsch y Juan Carlos Girauta han denunciado el eje Washington-Moscú. Y han abierto una brecha significativa en la sensibilidad anticomunista del partido de Abascal.

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Es tan seria la fractura, tan grave el cisma, que Vox llega al extremo de adherirse a los presupuestos de la ultraizquierda. Podemos y Sumar han simpatizado a conciencia con la capitulación de Ucrania. Han metido en el mismo saco a la víctima y el victimario. Y han aludido a las soluciones prácticas para justificar la profanación del territorio ucraniano.

Pedro Sánchez observa con placer y sensatez las contradicciones de sus falsos enemigos y de sus aliados falsos. El viaje a Kiev caracteriza un sentido de Estado y una conciencia europeísta que dignifican el compromiso de España en la resistencia junto a Zelenski. Ha sucedido así desde el principio del conflicto. Y reviste ahora un valor electoral vitaminado que amenaza de nuevo el crecimiento demoscópico del PP.

Es verdad que Feijóo ha condenado el pacto Trump-Putin en beneficio de la integridad ucraniana, pero una frecuencia de los populares sintoniza con la emisora del trumpismo y el fantasma de Abascal recuerda a los votantes moderados que el PP necesita a Vox como socio imprescindible de coalición en caso de producirse un cambio de guardia en la Moncloa.

Es tan seria la fractura, tan grave el cisma, que Vox llega al extremo de adherirse a los presupuestos de la ultraizquierda

El contexto internacional permite a Sánchez recuperar el crédito que se le ha agotado en el plano doméstico, más todavía cuando Trump va a perseverar en su política estrafalaria y cuando se va a ir concretando y definiendo el abuso a Ucrania. Conviene al patrón socialista su posición antagonista, su implicación de estadista, su reputación entre sus iguales en Europa.

Trump puede convertirse en un aliado providencial e insospechado de Sánchez y en una influencia perjudicial al cachorro de Abascal. La impunidad que se le concede a Putin resulta inadmisible. Y el ataque a los intereses de España pone en entredicho el patriotismo del líder ultra.

El PP tiene su oportunidad. Podría atraerse a los huérfanos de Vox, aprovechar la fuga a la que apuntan Tertsch y Girauta, la campaña desestabilizadora de Espinosa de los Monteros, aunque ya se ocupará Sánchez de retratar la confusión de Feijóo y de convertirse él mismo en el mejor remedio y antídoto al eje del mal.

Abascal acaba de regresar de Washington canonizado por Trump —"muchas gracias por tu trabajo, Santiago", le dijo el magnate en público— y Pedro Sánchez se embarca este lunes hacia Kiev para reivindicar la dignidad de Zelenski. Se trata de significarse en el shock que ha provocado la glorificación de Putin, aunque la oportunidad o el oportunismo de las derivadas domésticas de la crisis mundial benefician al sanchismo.

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