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Por qué Zapatero es la marioneta de Pedro Sánchez
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Por qué Zapatero es la marioneta de Pedro Sánchez

El presidente emérito funciona como agente blanqueador de la estrategia y propaganda monclovenses, tanto para la política exterior como para la extorsión nacionalista y mensaje de continuidad a la grey del PSOE

Foto: Zapatero y Pedro Sánchez en un acto del PSOE. (EFE)
Zapatero y Pedro Sánchez en un acto del PSOE. (EFE)
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Pedro Sánchez ha desfigurado la idiosincrasia ideológica del PSOE al precio de su propia supervivencia y a cuenta de la extorsión soberanista, pero ha logrado involucrar la complicidad de Rodríguez Zapatero como la prueba de una alianza dinástica y generacional que enmascara la degradación del Partido. No lo reconoce ni la madre que lo parió al PSOE, diría Guerra, ni es posible identificar los principios fundacionales de la solidaridad, la equidad territorial y la igualdad entre ciudadanos, precisamente porque el presidente del Gobierno instrumentaliza a su antojo la dignidad de la izquierda.

Es el contexto en que Zapatero aporta su papel de agente blanqueador y de abnegado colaboracionista. No ya sobrentendiendo —avalando— la continuidad de un linaje y de un proyecto en la sede de Ferraz, sino ofreciéndose como embajador de las iniciativas domésticas e internacionales que alivian la reputación del patrón monclovense, sea para promover la santificación de Puigdemont o sea para explorar las fronteras de la guerra comercial, incluida la normalización de la dictadura china en nombre del diálogo.

Está claro que deben oponerse alternativas al plan lunático de Trump, pero todas las objeciones que puedan hacérsele a una democracia en apuros bajo el yugo de un presidente desquiciado no implican entregarse a ferocidad del capital-comunismo de Beijing, menos aún cuando la mayor cualificación política de Zapatero proviene de su noción de las libertades y los derechos. China los aplasta sistémica y sistemáticamente, pero se diría que la bandera antitrumpista sirve para relativizar el modelo autoritario y despiadado de Xi Jinping, hasta el extremo de subestimarse la dimensión internacional de la pena de muerte, la ausencia de la libertad de prensa y de la oposición, el machismo nuclear, la persecución de las minorías, el expansionismo militar, la conquista depredadora de los mercados, el abyecto régimen laboral….

Zapatero defiende el consenso y la palabra como instrumentos de erudición geopolítica, pero la tolerancia propagandística de su discurso se resiente del cinismo y de la vanidad. La mística serena de ZP encubre la abyección de los objetivos, no digamos cuando se trata de recuperar el trauma del Estatut fallido y de ofrecerse él mismo como negociador plenipotenciario de Puigdemont. Y no puede sustraerle al delito de malversación, pero sí acariciarle los oídos con nuevos avances de autogobierno incurriendo en la discriminación y en el agravio del socialismo mesetario.

Foto: Pedro Sánchez visita una empresa de hidrogeno verde. (EFE) Opinión
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Hace bien el patriarca de Junts en recelar del compromiso de Zapatero. Y debería Zapatero percatarse de la habilidad con que Sánchez lo ha convertido en una marioneta instrumental. El expresidente socialista no es para Sánchez un oráculo, un chamán, un confesor ni un valido, sino un nuevo recurso político que le permite ganar tiempo, desgastarse menos en los asuntos inflamables, adecentar las relaciones con Bildu y demostrar a la grey socialista que el PSOE no ha vendido su alma al soberanismo.

No olvida Sánchez que Zapatero avaló tanto como nadie la candidatura de Susana Díaz. Y que había otorgado una vida efímera a la travesía del sanchismo. Sé de lo que hablo porque compartí con ZP una conversación en su despacho el mismo día en que sobrevino la investidura de Rajoy de 2016. Se había producido el gran asalto de Podemos. Y pensaba Zapatero que Sánchez terminaría capitulando en beneficio de la baronesa andaluza llegado el momento de encontrar un verdadero liderazgo al proyecto del PSOE.

Foto: La secretaria general de PSOE de Andalucía y vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero. (EFE/Julio Muñoz) Opinión

Me permito airear el episodio porque ha prescrito con creces y porque cuestiona la noción de la clarividencia política que Zapatero se atribuye a sí mismo. Debe satisfacerle —henchirle— que Sánchez lo trate con el decoro de un gurú clarividente. Y que se le encomienden tareas de negociación allí donde se ha profanado la identidad del PSOE. El propio Zapatero se ha convertido en el más aguerrido de lo sanchistas cuando se trata de defender al presidente del Gobierno en los asuntos derivados de las corruptelas y tráfico de influencias, pero Sánchez no hace otra cosa que utilizar al camarada y someterlo al régimen mefistofélico. Nuestro presidente vampiriza la sangre de los otros, se reencarna en el sacrificio ajeno. Y no necesita a Rasputín a su lado porque Rasputín también es él.

Pedro Sánchez ha desfigurado la idiosincrasia ideológica del PSOE al precio de su propia supervivencia y a cuenta de la extorsión soberanista, pero ha logrado involucrar la complicidad de Rodríguez Zapatero como la prueba de una alianza dinástica y generacional que enmascara la degradación del Partido. No lo reconoce ni la madre que lo parió al PSOE, diría Guerra, ni es posible identificar los principios fundacionales de la solidaridad, la equidad territorial y la igualdad entre ciudadanos, precisamente porque el presidente del Gobierno instrumentaliza a su antojo la dignidad de la izquierda.

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