Es noticia
Sarda, Milá y Boris como metáfora del desplome de la televisión… con el gobierno al imposible rescate
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

Sarda, Milá y Boris como metáfora del desplome de la televisión… con el gobierno al imposible rescate

La prueba más evidente de la convulsiva crisis de programación que aterroriza a los editores de televisión la ofreció el pasado viernes en TeleCinco Javier Sarda,

La prueba más evidente de la convulsiva crisis de programación que aterroriza a los editores de televisión la ofreció el pasado viernes en TeleCinco Javier Sarda, una desconcertante y desconcertada Mercedes Milá y un repetido -hasta la saciedad- Boris Izaguirre, todos ellos conjurados en un nuevo proyecto que bajo el título de “La Tribu” pretendieron reverdecer viejos laureles. Los años han pasado por los protagonistas de ese espacio -hizo apenas un 15% de share- como por el propio soporte televisivo. Y así todo resultó un dejá vu revenido y añoso. Todos los códigos de comunicación que utilizaron estos excelentes profesionales de TV parecieron el viernes auténticas muecas ininteligibles. En muy poco tiempo, la televisión se ha quedado obsoleta y ahora se enfrenta al desafío de reinventarse.

El Gobierno, en una jugada más política que empresarial-financiera, ha movido ficha en el sector de la televisión y lo ha hecho  hasta tres veces: 1º) facilitando las fusiones al permitir concentraciones de empresas editoras de TV con el solo límite de que no superen una captación de audiencia mayor del 27% del total, 2º) abriendo la posibilidad de que la Televisión Digital Terrestre pueda emitir tanto en abierto como en cerrado y 3º) anunciando una “drástica reducción” de la publicidad de TVE en beneficio, se deduce, de las privadas.

Estas medidas gubernamentales -y especialmente la última- están enfocadas a rescatar las cuentas de resultados de las emisoras que, proyectadas a fin de este año y a 31 de diciembre de 2010, arrojan pérdidas. A cambio ¿qué les pedirá el Ejecutivo? ¿Cómo se financiará la TV pública? Esas preguntas obtendrán respuestas de naturaleza política convenientemente pactadas. No habrá que esperar demasiado para conocerlas.

Sobre la Televisión confluyen tres crisis. Primera, la general que afecta a radio y medios escritos, que es la publicitaria; la segunda, es una crisis de utilidad del soporte televisivo analógico, en trance de sustitución por la interactividad de la tecnología digital y por la portabilidad y disponibilidad  y amplitud de contenidos de los ordenadores y de la Red, y la tercera, una brutal crisis de creatividad que está desaguando en una programación tópica, de baja calidad, reiterativa y, en definitiva, aburrida y recurrente.

El desplome de las televisiones en España no es muy distinto al de los periódicos de información general, aunque el mercado publicitario ha aplazado su fase eruptiva. Pero, con el actual modelo de negocio y programación, las televisiones en España están llamadas a deslizarse hacia una situación dramática que sólo podrá paliarse mediante fusiones y concentraciones y una rápida implantación de la tecnología digital. El modelo comercial casi universal en abierto se ha acabado -al menos en cuanto a su rentabilidad y recorrido futuro- y hay que idear un futuro inmediato con TDT y menos oferta en abierto, mejores y más especializadas programaciones y contenidos y, en todo caso, con una gestión extremadamente cuidadosa y profesionalizada.

En otras palabras: la solución no consiste ya en sacar en pantalla a Sarda, Milá y Boris porque esa venerable tribu es la metáfora que comunica a la audiencia todos los desvalores de la actual televisión: falta de imaginación, ausencia de renovación en los guiones, formatos arcaicos, protagonistas perfectamente previsibles. Precisamente en esta predictibilidad de lo que vamos a ver o leer está la crisis de la comunicación-información convencional. Y, justamente, en la rapidez, interactividad, imprevisión de contenidos -el famoso 2.0- y versatilidad reside el éxito de la Red que -como se advertía desde estas páginas digitales no hace muchos días- es un territorio para profesionales en el que quieren refugiarse como paliativo periódicos, televisiones y radios como si sus versiones online fuesen remedios taumatúrgicos a una crisis que va a ser catártica y dolorosamente depurativa. Y que el Gobierno, no arreglará rebañando la publicidad de TVE en beneficio de las emisoras privadas, porque el cambio y la transformación en la gestión del conocimiento masivo -eso es la comunicación- resulta un desafío social y profesional que concierne transversalmente a multitud de sectores: desde el cultural, al tecnológico, pasando por el periodístico y el institucional. Es, en definitiva, un reto general.

La prueba más evidente de la convulsiva crisis de programación que aterroriza a los editores de televisión la ofreció el pasado viernes en TeleCinco Javier Sarda, una desconcertante y desconcertada Mercedes Milá y un repetido -hasta la saciedad- Boris Izaguirre, todos ellos conjurados en un nuevo proyecto que bajo el título de “La Tribu” pretendieron reverdecer viejos laureles. Los años han pasado por los protagonistas de ese espacio -hizo apenas un 15% de share- como por el propio soporte televisivo. Y así todo resultó un dejá vu revenido y añoso. Todos los códigos de comunicación que utilizaron estos excelentes profesionales de TV parecieron el viernes auténticas muecas ininteligibles. En muy poco tiempo, la televisión se ha quedado obsoleta y ahora se enfrenta al desafío de reinventarse.

Crisis