Es noticia
El fraude feminista de ZP: ministras de usar y tirar
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

El fraude feminista de ZP: ministras de usar y tirar

El porcentaje de ministras socialistas en los ya varios gobiernos de Zapatero es directamente proporcional al ahínco con el que el Presidente incorpora una y otras

El porcentaje de ministras socialistas en los ya varios gobiernos de Zapatero es directamente proporcional al ahínco con el que el Presidente incorpora una y otras veces mujeres a su equipo para, por una parte, hacer gala de su feminismo de cuota, y, de otra, intentar demostrar coherencia con su discurso igualitario. Mientras la vicepresidenta Fernández de la Vega –soportando carros y carretas—se mantiene a duras penas en la sala de máquinas gubernamental, Zapatero desactiva políticamente y de manera implacable a sus ministras, la mayoría de ellas, ostensiblemente inadecuadas para desempeñar las responsabilidades de los Departamentos que les han caído en suerte.

Hay varios casos actuales casi emblemáticos como el de la ministra de Igualdad que administra un conjunto competencial que no justificaría ni una Dirección General. La ocurrencia de situar a Aído en esa responsabilidad ha obligado al Gobierno a entregarle la gestión del nefasto proyecto de ley del aborto, única razón de fuste para que la andaluza joven e inexperta –aunque con ínfulas impropias de intelectual progresista—aparezca en los medios. Ni eso consiguen las ministras de Vivienda, Beatriz Corredor, y  la de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Elena Espinosa. Por no hablar de la de Cultura, Ángeles González-Sinde que, asfixiada por conflictos de intereses varios, se ha sumido en el mutismo más absoluto. A Cristina Garmedia, de Innovación, Zapatero le ha retirado la competencia sobre Universidades y buena parte de la de Investigación, con lo cual, la vasca no deja de ser una ilustrada secretaria general de un Departamento que podría haber sido el de Industria. Aunque Trinidad Jiménez tiene más perfil político, de no haber sucedido la pandemia de la gripe A, su gestión habría pasado como la luz por el cristal: sin romperlo ni mancharlo, porque es sabido que todas las competencias están transferidas y no hay dinero para poner en marcha la ley de Dependencia.

La ocurrencia de situar a Aído en esa responsabilidad ha obligado al Gobierno a entregarle la gestión del nefasto proyecto de ley del aborto, única razón de fuste para que la andaluza joven e inexperta aparezca en los medios

Más sustancia tenía Carmen Chacón, sobre el papel, en Defensa. Pero Zapatero ha abrasado a la catalana en dos jugadas de factura dudosamente leal: le endosó a la ministra el inoportuno y precipitado anuncio del abandono de las tropas españolas de Kosovo y destituyó –o le hizo dimitir—al director del CNI –orgánicamente dependiente de Chacón—cuando la ministra estaba en Estados Unidos y después de haber desoído su consejo de no renovar en su momento el mandato de Alberto Saiz. Más aún: a la flamante vicepresidenta segunda y ministra de Economía y Hacienda la ha marginado por completo de una decisión estratégica para el desarrollo de la economía española: el cierre de Garoña. El futuro modelo energético español corresponde competencialmente a Industria, pero no puede desvincularse de esa Economía Sostenible que abandera el presidente y gestiona (¿) Elena Salgado.

La conclusión es muy sencilla: cada vez es menos creíble el feminismo de Zapatero porque nombra a  ministras en puestos abrasivos, las ningunea y, al final, las neutraliza. Los casos de Magdalena Álvarez en Fomento, dónde la andaluza acabo literalmente triturada, y de Carmen Calvo, que en su momento estuvo al frente de Cultura –Departamento en el que, como Maleni, bordeó el ridículo—son paradigmáticos del formalismo feminista presidencial, sin olvidar a la extremeña María Antonia Trujillo, a la que no se le dio apenas oportunidad de un mínimo desarrollo gestor en Vivienda. ¿Recordamos a Mercedes Cabrera y Calvo -Sotelo? El presidente la fulminó siendo como era la más solvente de cuantas ministras ha tenido en sus equipos, descabalgándola de Educación tras haberla dejado en chasis competencial al retirarle las facultades sobre la enseñanza universitaria que han retornado al Ministerio con Ángel Gabilondo.

ZP, el presidente que no ama a sus ministras, demuestra una suerte de misoginia política – aversión a su triunfo en la gestión pública--incompatible con su discurso feminista e igualitario. No seamos crueles y dejemos al margen a Leire Pajín a la que ha lanzado a una primera línea –la secretaría de Organización del PSOE—que le sobrepasa de manera notoria.

Existe ya perspectiva para proclamar que los gobiernos de Aznar fueron más coherentes con los  auténticos criterios de igualdad: en las legislaturas del PP las presidentas de las Cámaras fueron Esperanza Aguirre (antes ministra de Cultura) y Luisa Fernanda Rudí; hubo ministras en emplazamientos decisivos como Loyola de Palacio y su hermana Ana, en Agricultura y Exteriores, respectivamente; o Margarita Mariscal de Gante en Justicia, o Isabel Tocino en medio Ambiente, o Pilar del Castillo en Educación, o Ana Pastor en Sanidad… todas ellas precedidas por Soledad Becerril, ministra de Cultura con el Gobierno centrista de Calvo Sotelo, la primera mujer que accedía al Consejo de Ministros desde la II República.

Comparen ustedes y llegarán a alguna conclusión aleccionadora. Y una  de ellas es que la agitación y propaganda de un progresismo estomagante no encubre ya la realidad de que nunca como ahora las mujeres en el Gobierno socialista tuvieron una mayor función subalterna e instrumental. Y es aquella fotografía en Vogue fue algo más que una anécdota: fue una categoría intelectual y política. Los hechos posteriores no han hecho otra cosa que confirmarlo.

 

*José Antonio Zarzalejos es director general en España de LLORENTE & CUENCA

El porcentaje de ministras socialistas en los ya varios gobiernos de Zapatero es directamente proporcional al ahínco con el que el Presidente incorpora una y otras veces mujeres a su equipo para, por una parte, hacer gala de su feminismo de cuota, y, de otra, intentar demostrar coherencia con su discurso igualitario. Mientras la vicepresidenta Fernández de la Vega –soportando carros y carretas—se mantiene a duras penas en la sala de máquinas gubernamental, Zapatero desactiva políticamente y de manera implacable a sus ministras, la mayoría de ellas, ostensiblemente inadecuadas para desempeñar las responsabilidades de los Departamentos que les han caído en suerte.