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Manuel Cobo: “Ha merecido la pena”
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José Antonio Zarzalejos

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Manuel Cobo: “Ha merecido la pena”

Si en la UCD de 1981 la hipocresía generalizada, es decir, el fingimiento de sentimientos y actitudes, hubiese sido desenmascarada, es probable que su autodestrucción no

Si en la UCD de 1981 la hipocresía generalizada, es decir, el fingimiento de sentimientos y actitudes, hubiese sido desenmascarada, es probable que su autodestrucción no se hubiese producido. Romper con ella –con la hipocresía—puede ser en algunos casos un deber de lealtad. Porque cuando se desemboza una situación de simulación prolongada se hace posible la catarsis, esto es, una suerte de purificación sanadora de males. Esa fue la intención confesada de Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid, al denunciar el lunes en el diario El País la política de su compañera y presidenta de su partido en Madrid y de la Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre. En palabras de Cobo, “cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad es hora de comenzar a decir la verdad.”

Y vaya si la ha dicho, sin dejarse nada en el tintero, sabedor de las consecuencias que podían tener pero convencido de que su salida a la plaza pública –tan arriesgada frente a adversarios tan duros como los que tienen él y el alcalde en la capital—le podía granjear, y así será, una dura sanción. “Ha merecido la pena”, contesta Cobo cuando se le hace ver que puede ser duramente reprendido, suspendido, incluso, de militancia, más aún cuando la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ha calificado sus críticas de “inaceptables”, eso sí, cuatro días después de publicadas.

“Nadie me ha rebatido el fondo de mi denuncia”, insiste el vicealcalde, que dice haber recibido muchas llamadas de alcaldes populares compelidos desde la Comunidad a firmar un manifiesto en el que se solicita a la dirección del PP que sea sancionado por sus manifestaciones. Al menos dos ediles que estamparon su firma han manifestado en privado que fueron requeridos a ello por Ana Isabel Mariño, consejera de Vivienda en el Gobierno autonómico, que con otros estrechos colaboradores de Aguirre –antes ratistas- han cercado al vicealcalde de Madrid para que “pague” su atrevimiento. Hasta el punto de que los concejales aguirristas le hostigaron en el mismo Ayuntamiento sometiendo el mantenimiento de su cargo a una votación que perdieron.

Con todo ello, al parecer, contaba Manuel Cobo que, según su versión, sin consultar a Alberto Ruiz-Gallardón, pidió a José Manuel Romero –su entrevistador en El País—la oportunidad de expresarse sin ambages. Cobo, político de fidelidad absoluta al alcalde, goza de una independencia económica y personal que le hace desprendido de su cargo. Como él dice, “no necesito de la política para vivir, aunque no me gusta formularlo así porque parecería prepotente”.

Se defenderá ante la Dirección Nacional

No le será fácil a la dirección nacional del PP sancionar al vicealcalde de la capital porque en su comparecencia ante la Comisión de Garantías de la organización va a esgrimir declaraciones –ahí está el ya famoso libro titulado La Presidenta, biografía autorizada de Esperanza Aguirre con duras invectivas a compañeros de partido—, con las que Cobo demostrará que ha sido Aguirre la que ha gozado de una impunidad absoluta hasta el punto de criticar colectivamente, sin consecuencia disciplinaria alguna, a la dirección nacional en los prolegómenos del Congreso de Valencia de junio del año pasado. Entonces, Aguirre soltó aquel famoso “algo está haciendo mal, muy mal, la dirección del PP”. El dossier de declaraciones de la presidenta autonómica es, al parecer, oceánico en críticas, puyas, desplantes.

“Esperanza no ha elegido el mejor de los terrenos” confiesan algunos de los colaboradores de Aguirre. Se “precipitó al decir que se sentía injuriada”, sostienen otros. Y casi todos coinciden en que “con sanción o sin ella, Cobo, al modo de un suicida, ha roto la estrategia general de Esperanza Aguirre que se quedará sin su candidato en Caja Madrid y en una posición de gran debilidad ante Rajoy. No se ve la forma de que la presidenta supere este trance salvo que rompa la baraja”.

El silencio de las gallinas

Cobo, que dice sentir “muy alta mi autoestima porque la mayoría piensa que las declaraciones no son mías sino dictadas, lo cual es incierto porque hasta la última coma es de mi cosecha”, no acepta ya el criterio de que los “trapos sucios se lavan en casa”, ya que Mariano Rajoy y toda la Ejecutiva nacional están al cabo de la calle de lo que ocurre en Madrid. Por eso, aduce, contestó así a Romero en El País: “Hemos llegado a la mayor hipocresía. Hay gente que todos los días hace un discurso en público, y en las comidas, y en las visitas a Mariano Rajoy, los mismos que hacen un discurso en público ya no dicen lo mismo en privado. Cuando van a ver a Mariano Rajoy, le dicen justo lo contrario de lo que están manifestando en público porque, según ellos, les obligan y se juegan su puesto si no siguen las consignas marcadas (…) Algunos pretenden que esto empiece a ser, no el silencio de los corderos, sino el silencio de las gallinas, que callan en público lo que no dejan de cacarear en privado”. Contrastar la veracidad de esta afirmación es muy sencillo: basta moverse en el ámbito del periodismo, la empresa o la política para convenir con la opinión del vicealcalde de Madrid.

Por esas razones, Cobo asegura que “ha merecido la pena; aunque me suspendan de militancia”. Y no le falta razón porque al hacer explosionar la situación del PP en Madrid, coincidiendo con la crisis profunda del partido en Valencia, y la metástasis que ambas coyunturas provocan en el conjunto del PP, se ha logrado que Rajoy proclame desde Cartagena que “Santo Job no hay más que uno y que su paciencia se ha agotado”. La convocatoria de la Ejecutiva Nacional del PP del próximo día 3 de noviembre marca una frontera: el presidente del partido se la juega de nuevo ante un auditorio con muchos apoyos, pero con no pocas reticencias y algunos instintos políticamente asesinos.

De una forma u otra, las declaraciones de Cobo han puesto en marcha una maquinaria paralizada que soportaba una situación de subversión progresiva a los mandatos de la dirección nacional del PP. Al sumar su disidencia –que es la de un sector del propio partido enfrentado a Aguirre—, Cobo ha sido la gota que ha desbordado el vaso de la paciencia de Rajoy, justamente el efecto que pretendía la entrevista de marras.

Otra oportunidad más

“Rajoy tiene el toro en suerte”, suponen algunos de sus colaboradores. “Ha dado un golpe de autoridad con Costa; se ha alejado de Camps, que no ha estado a la altura de las circunstancias; intervendrá en Madrid y reiterará que es él quien tiene la legitimación congresual para dirigir el partido hasta que se celebre un nuevo congreso en 2011 y el mandato para ser el candidato a las elecciones generales”. Quien así se manifiesta es de los  que en el partido creen en Rajoy, pero no en el marianismo, y valoran como “muy positivo que al jefe se le haya acabado la paciencia, porque muchos lo veían como indolencia”. Las disculpas formuladas por la secretaria general del PP a la militancia y a la sociedad, hechas ayer desde los estudios de Tele Cinco, demuestran según esta misma fuente que “la dirección nacional ya no va a consentir que la tomen por el pito del sereno”.

Y, en síntesis, este es el triunfo de Manuel Cobo, aunque sea pírrico para él y su carrera política; incluso aunque salpique al alcalde de Madrid, porque se ha quebrado con “la hipocresía de mala calidad” y eso “ha merecido la pena”. Hasta aquí ha llegado el PP. Si traspasa el próximo día 3 de noviembre en la misma situación de ruptura interna, iniciará un camino de autodestrucción como el de UCD, como el que habitualmente ha triturado a la derecha española —siempre cainita y banderiza— e inverso al que puso en práctica José María Aznar que ha dado la clave —parece sencillo formularla, pero no lo es tanto— de la solución: un partido (sólo uno), un proyecto (no varios) y un liderazgo.

 Y tiene razón, guste o no, el ex presidente del Gobierno porque aquí empezaban a germinar varios partidos, coexistían muchos proyectos diferentes y se estaba regresando al caudillismo localista. Y todo ese cáncer se padecía en silencio hipócrita hasta que un vicealcalde de Madrid, quizás infringiendo el fingimiento partidista, ha dicho “su” verdad y hasta el Santo Job ha decidido que era necesario dejar la paciencia y abrazarse a otra virtud cardinal: la fuerza y la determinación. Cobo confía en que su sacrificio no va a ser inútil. Repite y repite: “Ha merecido la pena”.

Si en la UCD de 1981 la hipocresía generalizada, es decir, el fingimiento de sentimientos y actitudes, hubiese sido desenmascarada, es probable que su autodestrucción no se hubiese producido. Romper con ella –con la hipocresía—puede ser en algunos casos un deber de lealtad. Porque cuando se desemboza una situación de simulación prolongada se hace posible la catarsis, esto es, una suerte de purificación sanadora de males. Esa fue la intención confesada de Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid, al denunciar el lunes en el diario El País la política de su compañera y presidenta de su partido en Madrid y de la Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre. En palabras de Cobo, “cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad es hora de comenzar a decir la verdad.”

Manuel Cobo