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La selección ‘Hispano-Barça’
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José Antonio Zarzalejos

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La selección ‘Hispano-Barça’

Joan Herrera es un diputado de ICV que se refirió a la selección española de futbol como la selección “Hispano-Barça”. Puede tomarse la anécdota como tal

Joan Herrera es un diputado de ICV que se refirió a la selección española de futbol como la selección “Hispano-Barça”. Puede tomarse la anécdota como tal o como categoría de un desafecto tan profundo que elude la denominación de España para referirse a su combinado en el Mundial de Sudáfrica. En Barcelona se ha escrito que nuestro equipo nacional no deja de ser “una marca blanca” del Barça. Nótese que cuando la hostilidad se desata se hurga en el tejido emocional del adversario con recursos más bien banales aunque no dejen de tener su micra de crueldad sentimental.

Estos episodios, reactivos a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, acreditan que el estudio de la profesora Helena Béjar titulado La dejación de España. Nacionalismo, desencanto y pertenencia (Editorial Katz, publicado en 2008) estaba enteramente acertado. Aconsejo su lectura aunque resulte desoladora porque viene a acreditar que en nuestro país se ha practicado en los últimos años, y en particular en los del Gobierno de Zapatero, una política de desnacionalización que se ha activado con el impulso del antifranquismo para que determinada izquierda siguiese vinculando la dictadura al llamado nacionalismo español.

El impulso al Estatuto catalán de 2006 –desautorizado en aspectos sustanciales por el Tribunal Constitucional— descoyuntó el ya de por sí frágil Estado de las Autonomías y propició una segunda ola de Estatutos que, como ayer subrayó José María Aznar, han llevado a España al “limite del Estado constitucionalmente fallido”. Pero la política de Zapatero en relación con Cataluña –alentada por afán de poder— se ha enmarcado en un plan de destrucción sistemática de la urdimbre socio-política que se había ido elaborando durante la Transición.

En ese contexto han de insertarse las temeridades presidenciales que han sido cuatro de muy grueso –yo diría que histórico— calibre: el “proceso de paz” con la banda terrorista ETA; la reactivación de la llamada “memoria histórica”, naturalmente selectiva; el engaño sobre la entidad y afectación de la crisis económica y, por fin, el desmantelamiento del Estado autonómico y, como corolario, el empellón de desprestigio del Tribunal Constitucional.

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En todas estas políticas destructivas ha mediado la mentira como coartada. Mintió Zapatero en la negociación con ETA (léase el interesante libro de Fernando Jáuregui y Manuel Menéndez sobre el particular recién editado por Península), ha mentido en su supuesto propósito de hacer justicia a las víctimas del franquismo porque lo que ha buscado es la subversión de las bases de la Transición que incluyó una amnistía política universal; es obvio que mintió cuando negaba persistentemente la crisis económica motejándola de mera “desaceleración”, ha ido mintiendo en la implementación de las medidas que le ha exigido la UE y el FMI y ha mentido al catalanismo político haciéndole creer que podía saltarse a la torera la Constitución.

Y por fin: miente también ahora cuando dice que el Estatuto catalán es “básicamente constitucional” y afirma una cosa y su contraria: de un lado que se ha acabado la descentralización y de otro –y al mismo tiempo— que tratará de completar por vía legislativa las competencias y facultades que el Constitucional ha negado a Cataluña en el Estatuto. Zapatero es un hombre, pues, muy peligroso porque carece del sentido de su propio tiempo político y social lo que le ha llevado a descatalogar a España de los usos y prácticas públicas respecto de los países de nuestro entorno cultural y geográfico.

Fracaso de las elites españolas

“La dejación de España” –según expresión de Helena Béjar en su magnífico estudio— tiene que ver con el rotundo fracaso de las elites españolas que han desnacionalizado el país con su enorme pobreza intelectual y su bajo rasero intelectual. Las naciones, para estar cohesionadas, deben compartir grandes proyectos, establecer marcos integradores de convivencia, aceptar reglas de compromiso, respetar la tradición e innovar con respeto por el pasado y disponer de una clase dirigente que en vez de constituirse en una de las preocupaciones sociales –como ocurre en España— sea un activo común. Ahora –y vuelvo a la crónica del pasado sábado— los “analfabetos políticos” son los que mal gobiernan España, con incompetencia e improvisación, con desprecio a sus instituciones y a sus valores históricos y actuales.

La labor destructiva contra el acervo común ha llegado hasta esa instancia transversal, compartida y referencial que es la selección española de futbol que, desde una agresividad estéril, se denomina como la selección “Hispano-Barça” o como la “marca blanca” del equipo blaugrana. Muchos españoles, entre los que me cuento, desean siempre la victoria del Barça cuando juega con equipos en competiciones internacionales; muchos también, se sienten orgullosos de futbolistas –catalanes o no— que juegan en la selección nacional mostrando su categoría profesional y personal. Y el común  de los ciudadanos desea –deseamos— que termine ya esta terrible “dejación de España” que practica una izquierda desesperadamente hueca de ideas, criterios y proyectos. Al frente de la que está situado –por los votos de una sociedad a la que se le van retirando de manera sistemática todos sus elementos críticos— un hombre que como José Luis Rodríguez Zapatero no deja de ser una anomalía de nuestra historia, un personaje accidental pero dañino que no estaba llamado a desempeñar –ni siquiera él mismo se ha creído su propia magistratura— una responsabilidad que le ha rebasado en todo aquello que ha tratado de emprender.

 Ha logrado –y ya es difícil—que hasta la selección que hoy juega los cuartos de final contra Paraguay en el mundial de Sudáfrica, haya sido introducida en la pelea apestosa de los políticos. Iker Casillas, el capitán del equipo, declaraba ayer a La Razón que “tenemos detrás un país que lo está pasando mal y que disfruta con la selección. Démosle más”. Es evidente que cuando un futbolista exhibe más sensibilidad que los políticos y más empatía con la sociedad española que sus dirigentes, algo grave nos está pasando.

Joan Herrera es un diputado de ICV que se refirió a la selección española de futbol como la selección “Hispano-Barça”. Puede tomarse la anécdota como tal o como categoría de un desafecto tan profundo que elude la denominación de España para referirse a su combinado en el Mundial de Sudáfrica. En Barcelona se ha escrito que nuestro equipo nacional no deja de ser “una marca blanca” del Barça. Nótese que cuando la hostilidad se desata se hurga en el tejido emocional del adversario con recursos más bien banales aunque no dejen de tener su micra de crueldad sentimental.

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