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Arenas al Consejo de Estado y Monago con la bayoneta calada
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José Antonio Zarzalejos

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Arenas al Consejo de Estado y Monago con la bayoneta calada

Si no eres Rajoy, ni te pareces a Rajoy, no actúes como Rajoy. ¿Nadie le instruyó a Javier Arenas -¡campeón!”- de que sólo el presidente del

Si no eres Rajoy, ni te pareces a Rajoy, no actúes como Rajoy. ¿Nadie le instruyó a Javier Arenas -¡campeón!”- de que sólo el presidente del Gobierno es capaz de llegar a serlo aplicando el quietismo argumental y dejando que los acontecimientos ahoguen al adversario? Al parecer, los asesores del presidente del PP andaluz -si es que los tiene- no le aleccionaron de que en esa bendita tierra de María Santísima que es la suya no había, sólo, que derrotar al PSOE como tal si no, especialmente, vencer a un régimen clientelar; que había que fulminar la estigmatización de la derecha política como expresión del señoritismo decimonónico; que había que adentrarse en el terreno del PSOE (“Un grave error de Arenas: estúpida incomparecencia”: puede leerse en la edición del pasado día 13 de marzo de El Confidencial) para disputarle el partido en el terreno embarrado de Canal Sur; que no podían sustituirse los argumentos y los proyectos creíbles por los autos de prisión incondicional para los corruptos cocainómanos de la juez Alaya; que no había que pasear a los ministros-bonzo (Fátima Báñez y Cristóbal Montoro) que evocan la reforma laboral y los recortes respectivamente; que había que elaborar un buen relato, una storytelling del cambio sugestivo en Andalucía y que lo que vale para el resto de España -hacerse el muerto como Rajoy- no sirve en el sistema regimental socialista de Andalucía porque está enraizado como un roble añoso en la conciencia colectiva de los andaluces.

Pues no, al parecer, a Javier Arenas -¿y cuantos fiascos van ya?- nadie le dijo que estaba afrontando las elecciones andaluzas exactamente igual que las otras tres anteriores que desembocaron en otros tantos fracasos. El de ayer, también lo fue porque la única forma de ganar era llegar a 55 diputados y el PP se quedó ¡a cinco de esa mayoría!

Arenas no es el único culpable de lo ocurrido. El propio Gobierno, en una exhibición impúdica de amateurismo político y de desconocimiento de la psicología social en Andalucía, se ha dedicado a loar allí, en el epicentro del desempleo estructural (31% de la población activa), la reforma laboral que acabará con abusos inveterados

Puede leerse en El Confidencial del pasado viernes (Cascos y Arenas, dos hombres y un destino bajo la vigilancia de Rajoy) que la alternativa al éxito de ambos era la jubilación. El asturiano se ha demostrado a sí mismo que la soberbia ciega a los que Dios quiere perder, pero será su buena amiga Mercedes Fernández, Cherines, quien le rescate de la retirada política. Pero ¿qué pasa con Arenas? Algo muy sencillo: una buena opción sería que integrase las huestes del Consejo de Estado, máximo órgano consultivo del Gobierno, en el que tendrá la oportunidad de departir con un buen grupo de ex ministros: desde Romay Becaría a Michavila, pasando por Isabel Tocino. Irá allí -o a lugar semejante- porque María Dolores de Cospedal librará de inmediato orden de licenciamiento y amortización para el andaluz que con tanta labia como donosura se ha cargado la oportunidad histórica más clara de que el PP lograse el Gobierno de la comunidad con mayor extensión, más alta demografía (ocho millones) y el censo más importante (seis millones y medio de votantes) se tome una merecidas vacaciones. La ecuación era diáfana: o ahora o nunca.

Arenas no es el único culpable de lo ocurrido. El propio Gobierno, en una exhibición impúdica de amateurismo político y de desconocimiento de la psicología social en Andalucía, se ha dedicado a loar allí, en el epicentro del desempleo estructural (31% de la población activa), la reforma laboral que acabará con abusos inveterados, el ajuste del déficit y a proclamar -lo hizo Rajoy- que “no es partidario” del copago en sanidad y en la prestación de otros servicios públicos básicos. Y para que quedase subrayada la faz más tópica de la derecha cortijera, el Ejecutivo que sigue sin interesarse por la radio y la televisión públicas, lanza un vídeo casero de 4.200 euros más IVA que la Junta Electoral le obliga a retirar por sus aparentes propósitos de influir en la campaña. La prensa amiga, por lo demás, ha cumplido con el papel adulador, se ha rasgado las vestiduras con los ERE fraudulentos y ha jaleado las inhibiciones de Arenas. Muy útil.

Pero la escasa ganancia de tres escaños en Andalucía (de 47 pasa a 50) que le deja al PP en la cuneta de la oposición, podría ser también el trampolín para el reagrupamiento socialista después de la desbandada del 20-N. No faltan dirigentes del PSOE que propugnaban con un 25-M como el de ayer, una negociación global con Izquierda Unida que, a las primeras de cambio, deje en minoría al gobierno popular de Monago en Extremadura. El PSOE, que es una criatura política sureña con incrustaciones metalúrgicas del Bilbao de Indalecio Prieto, quiere comenzar la recuperación por los escenarios políticos más favorables: amarrada Andalucía, Extremadura queda a un paso y el parlamento de Mérida es accesible con persuasión y contraprestaciones. Es de suponer que desde Génova ya le hayan avisado a Monago para que cale la bayoneta.

Y por fin, la huelga general que ha pasado de estar en colapso a la resucitación. Pero de eso, ya hablaremos. Lo urgente es que Arenas sea entronizado en el Consejo de Estado y Monago se blinde en Extremadura como lo hicieron los últimos de Filipinas.

Si no eres Rajoy, ni te pareces a Rajoy, no actúes como Rajoy. ¿Nadie le instruyó a Javier Arenas -¡campeón!”- de que sólo el presidente del Gobierno es capaz de llegar a serlo aplicando el quietismo argumental y dejando que los acontecimientos ahoguen al adversario? Al parecer, los asesores del presidente del PP andaluz -si es que los tiene- no le aleccionaron de que en esa bendita tierra de María Santísima que es la suya no había, sólo, que derrotar al PSOE como tal si no, especialmente, vencer a un régimen clientelar; que había que fulminar la estigmatización de la derecha política como expresión del señoritismo decimonónico; que había que adentrarse en el terreno del PSOE (“Un grave error de Arenas: estúpida incomparecencia”: puede leerse en la edición del pasado día 13 de marzo de El Confidencial) para disputarle el partido en el terreno embarrado de Canal Sur; que no podían sustituirse los argumentos y los proyectos creíbles por los autos de prisión incondicional para los corruptos cocainómanos de la juez Alaya; que no había que pasear a los ministros-bonzo (Fátima Báñez y Cristóbal Montoro) que evocan la reforma laboral y los recortes respectivamente; que había que elaborar un buen relato, una storytelling del cambio sugestivo en Andalucía y que lo que vale para el resto de España -hacerse el muerto como Rajoy- no sirve en el sistema regimental socialista de Andalucía porque está enraizado como un roble añoso en la conciencia colectiva de los andaluces.

Javier Arenas