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Garzón buitrea sobre el PSOE: frentepopulismo
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José Antonio Zarzalejos

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Garzón buitrea sobre el PSOE: frentepopulismo

Al PSOE no le ha salido mal su conferencia política, pero se le ha ido la mano en un españolismo que está por comprobarse por antes

Foto: El exjuez Baltasar Garzón. (EFE)
El exjuez Baltasar Garzón. (EFE)

Al PSOE no le ha salido mal su conferencia política, pero se le ha ido la mano en un españolismo que está por comprobarse por antes tantas veces desmentido y, desde luego, en un giro a la izquierda que se le ha descontrolado. Lo demostraría el hecho de que el grupo denominado Espacio Abierto, liderado por Baltasar Garzón y José Carrillo, hijo de Santiago y rector de la Universidad Complutense, buitrean sobre el socialismo español para que migre, con IU, sindicatos y las mareas  (se supone que la verde y la blanca) hacia una suerte de ‘frentepopulismo’ que ofrezca batalla en las generales al Partido Popular. El primero que ha remitido un mensaje ha sido Felipe González, que ayer se declaró moderado y no radical, y “rosa que no rojo”. El olfato del  sevillano es proverbial y le basta saber que Baltasar Garzón se inmiscuye en el PSOE para que los pelos se le pongan como escarpias.

El exjuez –del que en algún momento muchos españoles tuvimos una buena opinión por su hiperactividad antiterrorista– destruyó por completo su reputación política cuando en 1993 se alistó en el PSOE (fue segundo por Madrid en las generales de aquel año) y se desapuntó cuando González no le hizo ministro del Interior y le remitió a un cargo secundario. Defraudadas sus ambiciones, regresó al juzgado central de la Audiencia Nacional desde el que urdió, y en buena medida consumó, su venganza. Estuvo a un tris de echar mano judicial sobre González, pero alcanzó a meter en la cárcel a un nutrido grupo de socialistas enfangados en la guerra sucia contra la banda terrorista ETA. Si la pulsión de Garzón hubiese sido de justicia y no de rencor, su labor habría resultado histórica. Pero como recuelo de un desaire a su autoestima y ambición, las hechuras de la causa que tramitó se quedaron en un episodio sin la más mínima grandeza.

Sus incursiones mediáticas, que lo mismo se representan en la Argentina de la peronista-populista Cristina Fernández que en la supuesta defensa letrada de Julian Assange, son expresiones de una trayectoria errática que busca desesperadamente la notoriedad

Cuando la Sala II del Supremo le condenó en febrero de 2012 por prevaricación –el delito profesional más grave que puede cometer un juez–, probado que ordenó escuchas a abogados infringiendo derechos sensibilísimos, Baltasar Garzón no era ya ni la sombra de lo que fue. Sus incursiones mediáticas, que lo mismo se representan en la Argentina de la peronista-populista Cristina Fernández que en la supuesta defensa letrada de Julian Assange, son expresiones ahora de una trayectoria errática que busca desesperadamente la notoriedad y una ya perdida respetabilidad. Por eso causa perplejidad que el partido que aún dirige Alfredo Pérez Rubalcaba –al que adorna una memoria paquidérmica– no haya desautorizado los dimes y diretes de Garzón, que se ha blindado con la compañía de José Carrillo, evocador este, por filiación, de un comunismo que se presenta amable y justiciero. Entre ambos, sin embargo, proponen al socialismo español una carcundia que consiste en la evocación más anacrónica del ‘frentepopulismo’ de los años treinta –de tan mal recuerdo– para licenciar a la derecha del poder.

La tarea del PSOE, por mucho que gire a la izquierda, es quitarse a IU de encima y, no, desde luego, engordarle con más entendimientos y coaliciones. Le ha hecho la cama en Asturias y se la hará en Andalucía si Susana Díaz no se apresta a convocar elecciones anticipadas y recuperar así la mayoría absoluta. Los sindicatos –por desgracia para la buena marcha del país– están en su peor momento de crédito y de solvencia. Las mareas –la que pelea por la escuela pública y la que lo hace por la sanidad igualmente pública– son, a tenor de lo que Garzón propone, unos movimientos a los que pretenden parasitar pro domo sua restándoles así la credibilidad que ahora tienen. Y para que nadie quede fuera del radio del exmagistrado, convoca también a ONG y asociaciones sociales con riesgo de enturbiar la buena percepción ciudadana que hoy recoge el llamado tercer sector en la sociedad española.

Garzón olfatea carne política tierna en el socialismo español, es decir, juventud en el futuro liderazgo sin memoria de su colosal traición al partido y olvido de su real situación: condenado por prevaricación

En eso consiste el buitreo de Garzón, y a lo que se ve, también de José Carrillo. Repetir, debidamente reformulado, el asalto del exmagistrado en 1993 al PSOE para, a sus lomos, cabalgar como un campeador, que es lo que le demanda su destino. Él ha sido incapaz de fabricarse su propia plataforma porque ha tratado de depredar siempre las ajenas. El descontrolado giro a la izquierda del PSOE le ha favorecido la operación hasta más allá de lo que el grupo Espacio Abierto, que él dirige, le permitía suponer.

Hay algo más: Baltasar Garzón, con más conchas que un galápago, olfatea carne política tierna en el socialismo español, es decir, juventud en el futuro liderazgo con escasos motivos para tener memoria de su colosal traición al partido –envuelta en el celofán de la justicia– y olvido de su real situación: condenado por prevaricación. Presuntos delincuentes en política tenemos a manta de Dios; pero condenados en firme por prevaricación con pretensiones de liderazgo ético, sólo a Garzón, que, en vuelo circular como el de los buitres, trata de planear sobre un PSOE que se ha inyectado una dosis excesiva de adolescencia izquierdista. Cuidado con el personaje.

Al PSOE no le ha salido mal su conferencia política, pero se le ha ido la mano en un españolismo que está por comprobarse por antes tantas veces desmentido y, desde luego, en un giro a la izquierda que se le ha descontrolado. Lo demostraría el hecho de que el grupo denominado Espacio Abierto, liderado por Baltasar Garzón y José Carrillo, hijo de Santiago y rector de la Universidad Complutense, buitrean sobre el socialismo español para que migre, con IU, sindicatos y las mareas  (se supone que la verde y la blanca) hacia una suerte de ‘frentepopulismo’ que ofrezca batalla en las generales al Partido Popular. El primero que ha remitido un mensaje ha sido Felipe González, que ayer se declaró moderado y no radical, y “rosa que no rojo”. El olfato del  sevillano es proverbial y le basta saber que Baltasar Garzón se inmiscuye en el PSOE para que los pelos se le pongan como escarpias.

Baltasar Garzón Izquierda Unida