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La Infanta, el libro y... ahora también, Doña Letizia
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José Antonio Zarzalejos

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La Infanta, el libro y... ahora también, Doña Letizia

Ayer se cumplieron ochenta y tres años de la proclamación de la II República y dos del azaroso viaje del Rey a Botsuana. Este hito en

Ayer se cumplieron ochenta y tres años de la proclamación de la II República y dos del azaroso viaje del Rey a Botsuana. Este hito en el calendario le ha alcanzado a Don Juan Carlos en los Emiratos Árabes, bien recuperado de las intervenciones en sus caderas y reanudando sus funciones constitucionales en un viaje en el que le acompañan cuatro ministros y quince grandes empresarios. O sea, que el jefe del Estado vuelve por donde solía: oficiar de embajador de los intereses nacionales.

Mientras, el republicanismo, agitado por la novela-libelo de Pilar Urbano, desmiente a la autora pero se solaza en su texto. Antonio Elorza, historiador, revelaba el estado de ánimo de no pocos republicanos al concluir su artículo de ayer en El País con éste párrafo: “El constitucionalismo del Rey ante TVE y los capitanes generales fue claro; su actuación precedente, cuestionable, como Rey que quiso indebidamente reinar en medio del ruido de sables. El ideal republicano –concluye– mantiene su vigencia.

No importa –aunque sea de sustancial importancia– que a la periodista (?) Urbano la hayan desmentido historiadores como Juan Francisco Fuentes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense que ha tenido acceso a los documentos del alter ego de Suárez, Eduardo Navarro (El País del pasado 10 de abril), o periodistas que, como Pepe Oneto (revista Tiempo de 11 al 15 de abril de 2014), no sólo vivieron los hechos en directo, sino que los investigaron y publicaron relatos periodísticos rigurosos.

Hay párrafos del artículo de Fernando de Meer que convierten a Doña Letizia en un problema de Estado: 'Una princesa de Asturias no tiene derecho a poner una mala cara o a enfadarse en público'

La combinación de circunstancias que afectan al Rey y el fallecimiento de Adolfo Suárez han permitido que el libro de Pilar Urbano erosione uno de los capitales políticos más indubitados de Don Juan Carlos. Al tiempo, la previsión amenazante para la reputación de su hija Doña Cristina –y en alguna medida, suya también–, que se materializaría en la confirmación por el juez Castro de su imputación en el caso Nóos, sitúa al monarca en estas fechas tan evocadoras en el ojo del huracán.

¿Qué ha de hacer el Rey? Esta es una de las preguntas que se formulan en muy diversas instancias. Las lecturas son siempre madre de respuestas. Y a esta interrogante ha contestado con rotundidad y sin medias tintas Fernando de Meer, autor de D. Juan, un hombre solo. Y  se contiene en un artículo titulado "De príncipe a Rey" publicado en la prestigiosa Nueva Revista (número 147) que ha dirigido Carlos Aragonés, diputado del PP y ocho años jefe del Gabinete del presidente Aznar. Hay que recordar que la Nueva Revista la fundó D. Antonio Fontán, monárquico, católico, demócrata, senador real y ennoblecido por Don Juan Carlos con el título de marqués de Guadalcanal.

El historiador, Meer, es muy claro: “¿Es posible que el Rey abdique? Esa sombra planea sobre la Zarzuela. Beatriz de Holanda y Alberto, rey de los belgas, abdicaron en 2013.” Y sigue: “No, el Rey no puede abdicar, cuando menos, por tres motivos: mientras Cataluña sea un problema vivo; hasta que la Infanta Cristina deje de estar imputada y hasta que tenga la seguridad de que la Princesa de Asturias va a comportarse –en su día– como una reina.”

La fiabilidad del autor de estos asertos no se corresponde necesariamente con su acierto. Porque ni Cataluña dejará de ser –quizás nunca– un “problema vivo”; porque Doña Cristina tiene algunas papeletas para sentarse en el banquillo y nadie –ni el Rey, ni su hijo Don Felipe– estará en condiciones de garantizar que Doña Letizia se comportará (¿quién marca el guion de la corrección en este delicado asunto?) “como una reina”.

Un criterio que hasta ahora se ha mantenido en los mentideros –pero que se ha tratado muy discretamente en los medios– es la conversión de la Princesa de Asturias y de sus supuestos comportamientos no idóneos en función de la responsabilidad que ostenta como argumento para alentar la continuidad del Rey

Traigo a colación la respuesta de Fernando de Meer porque verbaliza un criterio que hasta ahora se ha mantenido en los mentideros pero que se ha tratado muy discretamente en los medios: la conversión de la Princesa de Asturias y de sus supuestos comportamientos no idóneos en función de la responsabilidad que ostenta como argumento de peso para alentar la continuidad del Rey en la Jefatura del Estado.

Hay párrafos del artículo de Fernando de Meer que convierten a Doña Letizia en un problema de Estado: “Una princesa de Asturias no tiene derecho a poner una mala cara o a enfadarse en público. Quizá, más exactamente, no tiene derechos. No es una funcionaria que busca un largo fin de semana; aunque necesite dedicarse a su marido y a sus hijas, y en ellos encontrar su descanso con una actitud de correspondencia por parte de Felipe”.

En fin…todo el texto es una auténtica perla que, al margen de otras consideraciones, demostraría que en el monarquismo español no hay ideas claras y sobre él planea una confusión que mixtifica los argumentos y coadyuva a dificultar un buen diagnóstico y una correcta solución. El propio Fernando de Meer confiesa que “desde hace algo más de un año el Reino de España vive como una monarquía dual (…) porque (el Príncipe de Asturias) vive como Rey sin serlo”, no obstante lo cual el historiador insta a Don Felipe a “que actúe bien en tres cuestiones: no tener prisa en ser rey –es decir, no contrariar a su padre–; ayudar con sugerencias –sin imponer– a la Princesa de Asturias a ser “Alteza real” (sic) y no “personas privada” (sic), y conocer a fondo y servir a todos los españoles”.

Que cada cual saque de estas frases las conclusiones que tenga por conveniente. Las mías, después de leer este trabajo y de haberlo leído en Nueva Revista, se instalan en la perplejidad.  

Ayer se cumplieron ochenta y tres años de la proclamación de la II República y dos del azaroso viaje del Rey a Botsuana. Este hito en el calendario le ha alcanzado a Don Juan Carlos en los Emiratos Árabes, bien recuperado de las intervenciones en sus caderas y reanudando sus funciones constitucionales en un viaje en el que le acompañan cuatro ministros y quince grandes empresarios. O sea, que el jefe del Estado vuelve por donde solía: oficiar de embajador de los intereses nacionales.

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