Es noticia
La estrategia ‘Vogue’ y la herencia recibida
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

La estrategia ‘Vogue’ y la herencia recibida

Tendrían razón los socialistas al reprochar a los dirigentes populares el recurso de parapetarse en la “herencia recibida” de Zapatero

Foto: Zapatero y las ocho ministras del gobierno socialista de 2004. (Efe)
Zapatero y las ocho ministras del gobierno socialista de 2004. (Efe)

Tendrían razón los socialistas al reprochar a los dirigentes populares el recurso de parapetarse en la “herencia recibida” de Zapatero –los resultados de su mala gestión– si no fuesen ellos mismos los que cíclicamente actualizasen las inconsistencias, banalidades y errores del expresidente del Gobierno. Pedro Solbes –oportunista o no–  lo hizo el año pasado en su polémico libro Recuerdos. En sus páginas, Zapatero quedaba malparado en la gestión de la crisis económica, chapucera y precipitada. Pero ahora ha salido a la palestra César Antonio Molina, ministro que fue de Cultura entre 2007 y 2009, con un ensayo titulado La caza de los intelectuales.

Al hilo de este texto, el exministro, que es un hombre considerado solvente en el ámbito cultural, ha revelado que Zapatero le pidió su dimisión  por “tres cosas”. La primera, cuenta, “porque yo era muy austero”, la segunda, porque “necesitaba una chica joven” y la tercera porque necesitaba también “glamour”. A César Antonio Molina se le cayó el “mundo”, pero los que no estábamos en esas profundidades ya habíamos interiorizado en 2009, cuando el expresidente cesó a Molina y le sustituyó por Ángeles González-Sinde, que la nadería intelectual, ideológica y, sobre todo, cultural y formativa del llamado Maquiavelo de León, se habían adueñado de la Moncloa.

En el progresismo buenista de Zapatero hubo siempre una fuerte impregnación de estética impostura. Se demostró palmariamente cuando las ocho ministras de su primer Gobierno aparecieron en el número de septiembre de 2004 de la revista femenina Vogue con atuendos y gesticulación en muchos casos excéntricos y, sobre todo, incoherentes. Aquella instantánea fue un grave error político pero sirvió a muchos para acreditar que algunos temores era ciertos: la agitación y propaganda feminista del entonces presidente del Gobierno no era el resultado de una profunda convicción sino que respondía a su propia concepción de la política como un escaparate de banalidades sugestivas. Era un feminismo de marketing y por lo tanto dudosamente convencido.

En el progresismo buenista de Zapatero hubo siempre una fuerte impregnación de estética impostura. Se demostró palmariamente cuando las ocho ministras de su primer Gobierno aparecieron en el número de septiembre de 2004 de la revista femenina 'Vogue' con atuendos y gesticulación en muchos casos excéntricos y, sobre todo, incoherentes

No estaríamos dando vueltas ahora a aquel episodio –como no hubiésemos recordado la pésima gestión económica de Zapatero sin el libro de Solbes– si uno de sus ministros, César Antonio Molina, no nos lo hubiese recordado en 2014, a las puertas de las elecciones europeas, mientras Elena Valenciano reivindica las conquistas de las mujeres durante la época de Zapatero. Aquella estrategia de Vogue, aunque errada, pareció informar de continuo al expresidente, porque a Molina le destituyó en 2009, es decir, nada menos que cinco años después de la célebre foto coral de las ministras glamourosas.

El PSOE no levanta cabeza

Las diecisiete mujeres que ocuparon puestos ministeriales con Zapatero se mantienen, de momento en el caso de alguna, en un segundo plano (varias, buenas y reconocidas profesionales, como Corredor o Garmendia, Chacón, Jiménez, Delgado o Cabrera), sin actividad pública y sin presencia en el partido, aunque han vuelto a la actualidad también por la fuerza tractora de la imputación a Magdalena Álvarez, actual vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, en el procedimiento de los ERE fraudulentos en Andalucía.

Tenemos, pues, sobre la mesa de la más rabiosa actualidad la herencia recibida: la del feminismo calculador de Zapatero relatado por su exministro de Cultura; la de su gestión económica caótica, contada por su vicepresidente y ministro de Hacienda y la de los episodios de corrupción que van de los ERE y el fraude de los fondos de formación en Andalucía y llegan a los sobrecostes en la infraestructura del AVE. No es que falte corrupción en la otra bancada, en la popular, pero es inevitable que sean los conservadores los que –Bárcenas y Gürtel también de por medio– no se priven del flashback discursivo poniendo el foco sobre cómo recibieron, desencuadernado y en bancarrota, el país y de qué manera lo están tratando de recomponer, lo consigan o no.

Necesitar –es el verbo que emplea Molina– una “chica joven” y con “glamour” para dirigir un ministerio, resulta tan decepcionante que llega a ser hiriente, de ahí la agresiva reacción de una las ministras de Zapatero –la tertuliana María Antonia Trujillo– que ha sugerido el pirateo en la red del libro de César Antonio Molina, después de que a Solbes también lo aisló el PSOE como a un apestado, después de publicar su libro Recuerdos.

Está también vivo el recuerdo de cómo, y a propósito de la cuestión catalana, Zapatero, con Maragall primero y con Montilla después, se conformaron tripartitos con ERC e ICV de los que Cataluña padece sus consecuencias

Conviene sacar estas estrategias a colación porque hicieron un enorme daño civil a la sociedad y la política españolas. Zapatero se movía a impulsos de imagen, de halagos progresistas, de banalidades verbales (¡qué frases acuñó!) y de inconsistencias decisorias. Y conviene hacerlo porque la muesca en la trayectoria de España no se ha recuperado de aquellos años del zapaterismo. Por eso tampoco se recupera el PSOE (véanse los barómetros del CIS del martes y jueves pasados, en los que el socialismo no levanta cabeza ni en las europeas del 25-M ni en las próximas generales). El recuerdo de todas aquellas labilidades políticas sigue en carne viva en la conciencia colectiva de millones de españoles.

Está también vivo el recuerdo de cómo, y a propósito de la cuestión catalana, con Zapatero, con Maragall primero y con Montilla después, se conformaron tripartitos con ERC e ICV de los que Cataluña padece sus consecuencias y de los que arrancan un Estatuto que aglutinó todos los errores políticos y de técnica legislativa posibles, extrajo de un PP, al que se aisló, lo peor de sus mañas opositoras y desembocó en un planteamiento secesionista que, además de comprometer las posibilidades electorales del PSC en Cataluña, hace lo propio con las del PSOE en el conjunto de España.

Se puede, por lo tanto, con razonabilidad, seguir hablando de la herencia recibida que parte, al menos metafóricamente, de la estrategia Vogue de septiembre de 2004 y que en 2014 reactualizan los propios socialistas, exministros de Zapatero como Solbes, Molina o Álvarez por muy distintos motivos. Y aunque en todas partes cuecen habas (muchas en el PP), en algunos lares lo hacen a calderadas (PSOE).

Tendrían razón los socialistas al reprochar a los dirigentes populares el recurso de parapetarse en la “herencia recibida” de Zapatero –los resultados de su mala gestión– si no fuesen ellos mismos los que cíclicamente actualizasen las inconsistencias, banalidades y errores del expresidente del Gobierno. Pedro Solbes –oportunista o no–  lo hizo el año pasado en su polémico libro Recuerdos. En sus páginas, Zapatero quedaba malparado en la gestión de la crisis económica, chapucera y precipitada. Pero ahora ha salido a la palestra César Antonio Molina, ministro que fue de Cultura entre 2007 y 2009, con un ensayo titulado La caza de los intelectuales.

Pedro Solbes Elena Valenciano