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No es Aznar, no es González, es Merkel
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José Antonio Zarzalejos

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No es Aznar, no es González, es Merkel

Será la combinación de los efectos irreversibles de la integración de España en la Unión Europea con la impericia ensoberbecida de los dirigentes secesionistas la que tumbará el 'procés' catalán

Foto: El ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, conversa con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, conversa con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

El pasado 29 de agosto, Jean-Claude Piris, que fue director general del Servicio Jurídico de la Unión Europea entre 2008 y 2010, publicó un contundente artículo en el diario El País ('Cataluña y la Unión Europea') en el que sostenía que “es ilusorio creer que una declaración unilateral de independencia va a suscitar apoyos de otros países de la UE. Se trata de una medida que va contra los tratados europeos y los intereses y la estabilidad de muchos Estados miembros”. Piris formulaba una opinión técnica que ayer revalidó políticamente Angela Merkel al propugnar, en referencia a Cataluña, que hay que atenerse a esos tratados que protegen la soberanía y la integridad territorial de los Estados miembros de la Unión. El hecho de que la portavoz del Gobierno catalán aduzca que la canciller no se posicionó contra el proceso soberanista forma parte del mundo de las apariencias en el que vive el Principado desde que se pusiera en marcha la iniciativa secesionista.

El conflicto que plantea Mas, CDC, ERC y sus aliados comienza a internacionalizarse pero en un sentido bien distinto al que intentó el presidente de la Generalitat y en el que fracasó ostensiblemente. El Gobierno de Rajoy no va a desaprovechar ni una sola ocasión para hacer nítido ante la opinión pública catalana que una secesión conllevaría ipso facto la salida de Cataluña de la Unión Europea y de los organismos internacionales. No es que lo diga con más o menos énfasis Aznar, que también, o que lo argumente en una carta ('A los catalanes') el expresidente González que aprovecha la ocasión para establecer una similitud del embate separatista con un virtual golpe de Estado con evocaciones sobrecogedoras de la “aventura” alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado, sino que es la líder fáctica de la Unión Europea la que ayer se alineó sin lugar a ningún margen de duda con Mariano Rajoy.

Casi al mismo tiempo, los escuetísimos empresarios catalanes –aquellos que agrupa la mayor patronal catalana, Fomento del Trabajo- amplificaron el portazo de Merkel a Mas con una declaración que tampoco deja demasiado margen a cavilaciones interpretativas. Los empresarios niegan el carácter plebiscitario a los comicios del 27-S reivindicando su carácter de “autonómicos” y atribuyen al proceso soberanista la generación de “tensión y máxima preocupación desde la perspectiva económica y empresarial”, reclamando un nuevo Ejecutivo catalán que se constituya “dentro del marco legal en un entorno de seguridad jurídica y de libertades, derechos y obligaciones, con estabilidad”.

Ver a Neus Munté tratando de interpretar las palabras de Merkel resultó tan patético como el hecho de que CDC acuda a la teoría de la conspiración

El viaje a Ítaca –la independencia- que Artur Mas ha iniciado como un grumete político y no como un viejo lobo de mar, va a naufragar irremediablemente porque su planteamiento carece de realismo, de viabilidad, de bases sólidas –históricas y actuales- y remite a los irredentismos más anacrónicos de los nacionalismos periféricos de la España ya superada. El historiador Jordi Canal acaba de publicar 'Historia mínima de Cataluña' (editorial Turner) que pretende restablecer un relato sin esencialismos –como pretendió Gaziel- de una comunidad que, en palabras de otro historiador citado por Canal, García Cárcel, es “una sociedad enferma de pasado”. El libro, asequible y de lectura amena –aunque discutible en algunos extremos- viene a incidir por su meritoria frialdad científica en un rasgo idiosincrático de los dirigentes secesionistas catalanes: su amateurismo político y su voluntarismo, incompatibles con esa realidad marmórea que ayer expuso –pudo decirlo más alto pero no más claro- Angela Merkel.

Lo más grave, sin embargo, es que lo mismo que Jordi Sánchez –presidente de la ANC que advirtió de la salida de Cataluña de la UE en una primera instancia- todos los impulsores de la independencia saben las consecuencias que a corto y medio plazo implicaría su poco verosímil logro: la deambulación por las cunetas de Europa, fuera de la centralidad continental de la que, como una de sus grandes regiones, disfruta ahora Cataluña. Han optado, sin embargo, por el órdago sin naipes ganadores suponiendo que el trance histórico de una España débil les granjearía no se sabe qué ventajas.

Jordi Sánchez y el resto de independentistas saben las consecuencias que implicaría su poco verosímil logro: la deambulación por las cunetas de Europa

Todo lo que en epítetos contundentes y rotundos pueda afirmarse del proceso secesionista ya lo ha escrito Felipe González, situando a la izquierda española en el mismo terreno de la derecha (Aznar dixit) y ahora también de los empresarios de Fomento de Trabajo. Por eso, contemplar ayer a Neus Munté, vicepresidenta del Ejecutivo catalán, tratando de interpretar la literalidad de las palabras de Merkel, resultó tan patético como el hecho de que CDC acuda a la teoría de la conspiración para explicar unos registros para localizar los papeles de Sumarroca –ayer publicados en El Mundo- cuando la operación policial y judicial tiene su origen en una denuncia de su socio, ERC, en el municipio de Torredembarra.

No es la España de Aznar ni la de González la que tumbará el proceso. O no sólo. Será la combinación de los efectos irreversibles de la integración de España en la Unión Europea –véase Grecia- con la impericia ensoberbecida de los dirigentes secesionistas. Duran i Lleida – que es democristiano- lo vio venir y ayer también negó capacidad de interlocución al propio Mas dando por seguro que ahora no son tiempos de diálogo ni consensos. En el futuro, ya se verá. Aunque será seguramente un porvenir que se parecerá al presente político español como un huevo a una castaña. Merkel mediante.

El pasado 29 de agosto, Jean-Claude Piris, que fue director general del Servicio Jurídico de la Unión Europea entre 2008 y 2010, publicó un contundente artículo en el diario El País ('Cataluña y la Unión Europea') en el que sostenía que “es ilusorio creer que una declaración unilateral de independencia va a suscitar apoyos de otros países de la UE. Se trata de una medida que va contra los tratados europeos y los intereses y la estabilidad de muchos Estados miembros”. Piris formulaba una opinión técnica que ayer revalidó políticamente Angela Merkel al propugnar, en referencia a Cataluña, que hay que atenerse a esos tratados que protegen la soberanía y la integridad territorial de los Estados miembros de la Unión. El hecho de que la portavoz del Gobierno catalán aduzca que la canciller no se posicionó contra el proceso soberanista forma parte del mundo de las apariencias en el que vive el Principado desde que se pusiera en marcha la iniciativa secesionista.

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