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La Iglesia y Sánchez, lanzada a moro muerto
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José Antonio Zarzalejos

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La Iglesia y Sánchez, lanzada a moro muerto

Alguien debería advertir a Pedro Sánchez, como a Don Quijote, de que los obispos, como los molinos de viento, no son ya gigantes contra los que arremeter; han perdido el poder social que retenían

Foto: Ilustración: Enrique Villarino.
Ilustración: Enrique Villarino.

El más viejo socialismo asoma en el programa de este PSOE cuarentón de Pedro Sánchez. Nos prometían modernidad, cambio y futuro, y resulta que uno de los compromisos estrella del programa electoral consiste en -¿cuántas veces lo han garantizado?- la denuncia de los acuerdos con la Santa Sede, la supresión de la asignatura de la religión en los currículos escolares y la consecución de un Estado laico. Alguien debería advertirle a Pedro Sánchez, como a Don Quijote de la Mancha, de que los obispos, como los molinos de viento, no son ya gigantes contra los que arremeter, han perdido el poder social que retenían y se mueven con más torpeza que seguridad en una sociedad española laica y secularizada.

Sánchez y el PSOE llegan tarde. Las plataformas y las mareas locales, sin proclamarlo, han dejado de ir a misas y a procesiones, y el único trazo de confesionalidad católica en la sociedad española -por lo menos mediático- es la oferta de las copas futbolísticas a las patronas locales. La ciudadanía española pasa de la Iglesia con una naturalidad a la que le sorprende que Sánchez y el PSOE le planteen el laicismo y la segregación de la asignatura de Religión del currículo escolar como un logro a conseguir en los próximos años. Ni siquiera la derecha gobernante estos cuatro años se ha mostrado ligeramente militante. Rajoy se ha permitido sin crítica de nadie ningunear al anterior presidente de la Conferencia Episcopal Española -Rouco Varela- y ha mantenido la normativa sobre el aborto y el matrimonio homosexual. El Rey juró la Constitución sin presencia del Crucifijo en el Congreso de los Diputados y sin Te Deum posterior.

La caridad, la beneficencia y la enseñanza -grandes aportaciones tradicionales de la Iglesia católica en España y otros países- han perdido también su carácter confesional. La solidaridad ha sustituido a las terminologías parroquiales y las organizaciones no gubernamentales constituyen ahora las entidades que encauzan la generosidad, el desprendimiento y el compromiso con la humanidad y el mundo. Hasta el Papa ha elaborado una encíclica sobre la ecología y se hace regates a sí mismo para evitar enfatizar condenas y exclusiones. Francisco es un Pontífice pastoral y no doctrinal al que parecen apremiarle más la solución de los conflictos (EEUU y Cuba, las migraciones de refugiados) y las excrecencias clericales -como la pederastia en la Iglesia- que la catolicidad de España.

Los católicos están cada vez más convencidos de que es mejor un Estado laico que una España ambigua en la no confesionalidad constitucional

En nuestro país, la sociedad ha rebasado a la Iglesia y al anticlericalismo. Este, lejos de representar modernidad alguna, es un signo de obsolescencia ideológica y política. Los católicos están retirados a sus cuarteles de invierno y cada vez más convencidos de que es mejor un Estado laico que una España ambigua en la no confesionalidad constitucional. Por eso, el programa del PSOE es en este punto una trampa que no le dará al socialismo ni un solo voto. La Iglesia está derrotada en España por sus propios errores. Y no solo, precisamente, por las sucesivas gestiones de la izquierda, sino más de la derecha, que lo es en nuestro país sin democristianos más allá de la coherencia ideológica de algunos que, como Marcelino Oreja, Jaime Mayor o Iñigo Méndez de Vigo, siguen encarnando evocaciones de ese italianismo que solo ha dejado rastro en los social-cristianos alemanes.

La izquierda en España, de cuando en vez, y el PSOE en particular, tiene estos ramalazos antieclesiales que la retrotraen décadas y décadas en la historia de nuestra sociedad. En la que no hay líderes religiosos -¿qué prelado representa hoy a la Iglesia española?- y arzobispos como el de Valencia -Antonio Cañizares, también cardenal- ¡pide perdón por unas declaraciones de dudoso acierto sobre los refugiados que atraviesan con penalidades sin cuento media Europa! Ni siquiera en las agitaciones nacionalistas vasca y catalana se oye la voz de los prelados como otrora, cuando sus cartas pastorales ponían en un brete a las autoridades públicas.

Cansa que el socialismo trampee en sus programas con el anzuelo del laicismo y la militancia anticlerical, con su hostilidad a la enseñanza de la religión

Cansa que el socialismo español trampee en sus programas con el anzuelo del laicismo y la militancia anticlerical, con su machacona hostilidad a la enseñanza de la religión. Cansa porque es vieja política y sobre todo porque elude el verdadero análisis de la realidad española en la que la Iglesia se ha transformado de una manera tan extraordinaria que, en muchos casos, resulta irreconocible hasta para los propios católicos. Algún dinosaurio ideológico de Ferraz ha debido sospechar que aún quedan resabios históricos que vinculaban a la España de hoy con el nacional catolicismo de antaño. Más vale que Sánchez, si llega a La Moncloa, haga lo que tenga que hacer en interés del Estado y de la convivencia, la relación con Iglesia incluida, sin necesidad de presentarlo en el programa con salvas de agnosticismo militante.

Los católicos que ejercen de tales ya saben desde hace mucho tiempo que la vigencia de su confesión no depende de los poderes públicos -al contrario- sino de la autenticidad en la práctica de sus convicciones. Y saben también que la Iglesia en España -y no solo aquí- ha resignado sus poderes, unas veces de grado, y otras, a la fuerza, enfrentándose a su completa y aplazada renovación. Sánchez, por eso, propone en su programa asestar una lanzada a toro muerto.

El más viejo socialismo asoma en el programa de este PSOE cuarentón de Pedro Sánchez. Nos prometían modernidad, cambio y futuro, y resulta que uno de los compromisos estrella del programa electoral consiste en -¿cuántas veces lo han garantizado?- la denuncia de los acuerdos con la Santa Sede, la supresión de la asignatura de la religión en los currículos escolares y la consecución de un Estado laico. Alguien debería advertirle a Pedro Sánchez, como a Don Quijote de la Mancha, de que los obispos, como los molinos de viento, no son ya gigantes contra los que arremeter, han perdido el poder social que retenían y se mueven con más torpeza que seguridad en una sociedad española laica y secularizada.

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