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El PSOE necesita un trofeo, Rajoy
Si no prospera ninguna de las opciones ahora remotas Sánchez y el PSOE no se apearán del no en la investidura e iremos a las elecciones que todos menos Iglesias consideran como un “fracaso”
El presidente del Gobierno se precipitó el pasado miércoles al convocar a Pedro Sánchez a la Moncloa. El encuentro trataba de añadir presión sobre el líder socialista, a la que, desde muchos otros frentes está experimentando. Una buena parte de los medios de comunicación, las grandes empresas y Bruselas, desean fervientemente que el secretario general del PSOE acepte una transacción que ya ha formulado Albert Rivera: un pacto de investidura a tres (con la abstención de Ciudadanos y el PSOE), un programa de reformas a ejecutar en dos años como máximo y nuevas elecciones generales. El PP haría grandes concesiones y salvaría la cara. Ciudadanos oficiaría de bisagra y cojinete entre unos y otros y los socialistas ofrecerían su rostro más responsable y estadista,
Sin embargo, Pedro Sánchez –y en general el PSOE- necesita algo más que determinados intangibles –de dudosa percepción por su electorado actual y potencial- para aceptar el envite de abstenerse y permitir la investidura de un presidente del PP. Porque los socialistas pretenden un trofeo, una pieza de caza mayor. Los socialistas requerirían, para replantearse la negativa al PP, cobrarse por lo menos la cabeza política de Mariano Rajoy, obligarle –sin explicitarlo- a que la oferta de los populares sea sin el actual presidente en funciones como candidato. El PSOE, en estas condiciones, podría explicar que la marcha de Rajoy es, a instancias suyas, la justa penalización a su mandato en la legislatura anterior (ajustes, recortes, reformas, corrupción).
En el PP la opción de sustituir a Rajoy no se contempla por el momento, pero es una opción en la recámara. Que, además, a Ciudadanos le complacería aunque a Albert Rivera le conviene volver a confrontarse en las urnas antes con Rajoy que con, digamos, unPablo Casadopopular, que es el perfil de futuro para dirigir el partido: joven, experimentado en las lides parlamentarias, con formación académica en España y en el extranjero, mediático y el diputado más votado en su circunscripción (Ávila) con más del 40% de los votos. En el PP hay banquillo sin necesidad de reiterar los nombres de los candidatos más obvios ni recurrir –Aznar advirtió de esa alternativa al apelar a un “Congreso abierto”- a la denominada “Operación Soraya” que en la organización provoca urticaria.
Pero mientras se macera la posible renuncia de Rajoy como último recurso para convencer a los socialistas y evitar eventualmente las elecciones anticipadas, Pedro Sánchez –lo quiera o noSusana Díaz- no va a estar parado ni a la espera. Dejará que Rajoy se estrelle en la búsqueda de apoyos a su investidura pero, al tiempo, tratará de fraguar su propia alternativa, con Podemos y, nadie lo dude, también con Ciudadanos que no tiene con Rajoy y el PP ningún compromiso. Para que esa alternativa cuaje la “línea roja” de Iglesias debe desaparecer: el referéndum en Cataluña.El PSOE va a tratar de convencer a Podemos de que hay otras prioridadesy que la cuestión catalana se soluciona en una reforma constitucional agravada que exija, por tanto, unreferéndum en toda España, de manera tal que haya una reválida de los acuerdos básicos acordada por los catalanes y los demás españoles.
El PSOE va a tratar de convencer a Podemos de que hay otras prioridades y que la cuestión catalana se soluciona en una reforma constitucional
Si no prospera ninguna de las opciones ahora remotas –renuncia de Rajoy o pacto con Podemos, nacionalistas y, muy improbablemente con Ciudadanos- Sánchez y el PSOE no se apearán del no en la investidura e, inevitablemente, iremos a las elecciones que todos menos Iglesias consideran como un “fracaso”. Porque tampoco prosperaría la propuesta de Podemos de un “independiente” para la presidencia del Gobierno. La política es cruel y, a veces, reclama vorazmente víctimas propiciatorias. Rajoy podría serlo de su propio fracaso electoral y de la hostilidad de sus adversarios. Sin descartar que si Sánchez naufraga (especialmente por el rechazo de sus compañeros de Comité Federal) su suerte sea igual a la de su oponente gallego. El debate tabernario entre ambos el 14-D habría sido así la esquela adelantada de dos perdedores. Y ninguno de los dos encabezaría la candidatura de su partido en unos verosímiles nuevos e inmediatos comicios.
El presidente del Gobierno se precipitó el pasado miércoles al convocar a Pedro Sánchez a la Moncloa. El encuentro trataba de añadir presión sobre el líder socialista, a la que, desde muchos otros frentes está experimentando. Una buena parte de los medios de comunicación, las grandes empresas y Bruselas, desean fervientemente que el secretario general del PSOE acepte una transacción que ya ha formulado Albert Rivera: un pacto de investidura a tres (con la abstención de Ciudadanos y el PSOE), un programa de reformas a ejecutar en dos años como máximo y nuevas elecciones generales. El PP haría grandes concesiones y salvaría la cara. Ciudadanos oficiaría de bisagra y cojinete entre unos y otros y los socialistas ofrecerían su rostro más responsable y estadista,