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El Pacto de la Mesa
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José Antonio Zarzalejos

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El Pacto de la Mesa

El precedente del Pacto de la Mesa del Congreso permite pensar que puede repetirse un esquema parecido: un acuerdo entre PSOE-Ciudadanos, con la abstención del PP

Foto: Primera reunión de la Mesa del Congreso, presidida por Patxi López, el 15 de enero. (EFE)
Primera reunión de la Mesa del Congreso, presidida por Patxi López, el 15 de enero. (EFE)

“Lo más probable es que tengamos elecciones el 26 de junio”(Mariano Rajoy en Bruselas el 18 de febrero de 2016 en conversación con David Cameron).

El pasado 12 de enero, Pablo Iglesias respondió al acuerdo entre el PP, PSOE y Ciudadanos sobre la presidencia del Congreso y la Mesa de la cámara con un tuit en el que calificaba a esos partidos como “los tres del búnker”. El secretario general de Podemos intuyó la importancia de ese acuerdo que hoy adquiere una dimensión mayor de la que tuvo en su momento. Aunque socialistas y populares se negaron a reconocer que negociaron a través de Ciudadanos (Rivera declaró que “hay acuerdo a tres pero al PP y al PSOE les cuesta decirlo en público”) lo cierto es que lo hicieron a ciencia y a conciencia, directa o indirectamente.

Las cesiones recíprocas fueron importantes. El PSOE lograba la presidencia del Congreso (Patxi López) y una vicepresidencia. El PP se quedaba con dos de las cuatro vicepresidencias y una secretaría. Ciudadanos obtenía dos secretarías y Podemos, una vicepresidencia y una secretaría. PP y Ciudadanos alcanzaban así la mayoría en la Mesa (5 miembros de 9) y el PSOE se hacía con las funciones de la tercera autoridad del Estado. Pese a que unos y otros adujeron que este acuerdo “no presupone nada”, la verdad es diferente a esa versión. Porque se acreditó entonces:

1) que Podemos se mostraba tan inflexible y peligroso como lo está siendo ahora, 2) que Ciudadanos sabía desempeñar una función pontonera entre el PP y el PSOE, 3) que el PP podía situarse en un territorio de influencia, determinante incluso, sin ostentar la presidencia de la Cámara legislativa y 4) que el PSOE jugaba sus bazas para proyectar una imagen ganadora a través de la gran representatividad y exposición de la presidencia del legislativo. Fue, dígase lo que se diga, un pacto a tres.

Si sobre la Mesa del Congreso fue posible un pacto, habrá que acudir al esquema negociador de entonces para trasladarlo a la formación del Gobierno

Quienes demeriten la importancia de este acuerdo deben remitirse al Reglamento del Congreso. Tanto la presidencia de la Cámara como la Mesa disponen de competencias de gran calado (artículos 30 y siguientes). Corresponde a este “órgano rector” del Congreso, entre otras competencias, la calificación de los escritos y documentos parlamentarios así como declarar su admisibilidad y la decisión sobre la tramitación de todos los escritos de índole parlamentaria, Es, pues, un órgano-llave. El presidente del Congreso, junto a competencias exclusivas (por ejemplo, señalar la fecha del pleno de investidura) dispone de todas las facultades para el buen gobierno de la asamblea legislativa a la que representa.

Si sobre la Mesa del Congreso fue posible un pacto, habrá que acudir al esquema negociador de entonces para trasladarlo a la formación del Gobierno. Obligan a ello dos razones: 1) El PP dispone de capacidad para bloquear la reforma constitucional y 2) Podemos se ha comportado como un partido peligrosamente insensato. La combinación de ambos factores requiere que la actitud de los populares sea realista (otras elecciones serían peores para el PP) y, utilizando los buenos oficios del partido de Rivera, llegar a una entente similar a la de la Mesa, absteniéndose el grupo parlamentario popular en una investidura votada expresamente por el PSOE y Ciudadanos, si es que ambos partidos llegan a tal acuerdo.

Los socialistas –una vez que Podemos ha mostrado su verdadera voluntad que consiste en reventar cualquier negociación con el PSOE– tendrían que abandonar la estéril negativa a hablar con el PP y acudir a planteamientos más realistas como los que le llevaron a pactar la Mesa del Congreso. Ahora la digresión que se ofrecen en estas líneas será calificada de ingenua, imposible e, incluso, de sectaria e interesada. No lo es en absoluto. Unas nuevas elecciones no favorecen a nadie salvo, quizá, a Podemos, pero no alterarían sustancialmente la actual correlación de fuerzas, implicarían un fracaso de la política y aplazarían con graves daños el gobierno de España.

La aproximación a un pacto a tres –aunque sea indirecto y negociado a dos bandas por Ciudadanos que está desarrollando una valiosísima función mediadora– no requiere hablar, inicialmente, de nombres y apellidos. Y si los nombres y apellidos de cualquiera de los interlocutores fuesen un obstáculo insalvable para el buen fin de la iniciativa de entendimiento, el patriotismo al que tan frívolamente se apela obligaría a las retiradas que resultasen necesarias.

El solo riesgo de caer en las fauces disolventes de las propuestas de Podemos y de aislar torpemente a cualquier otra fuerza política constitucionalista, debieran proscribirse con una reflexión renovada de lo que España se juega. Y el precedente del Pacto de la Mesa del Congreso permite pensar que puede repetirse un esquema parecido: un acuerdo (de legislatura o de gobierno) entre PSOE-Ciudadanos, con la abstención del PP. Una fórmula que seguramente daría juego para un Ejecutivo breve, reformista y transversal y así salir del “enorme lío” según califica Rajoy la situación en España.

PD. Datos para la reflexión: en Europa siete gobiernos son coaliciones entre izquierda y derecha y en alguno (por ejemplo Dinamarca), el primer ministro no es el líder del partido más votado. No hay precedentes cercanos en nuestro entorno de repetición de elecciones por imposibilidad de formar gobierno.

“Lo más probable es que tengamos elecciones el 26 de junio”(Mariano Rajoy en Bruselas el 18 de febrero de 2016 en conversación con David Cameron).

Mariano Rajoy