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El juez Castro pierde su envite con Roca
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José Antonio Zarzalejos

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El juez Castro pierde su envite con Roca

Si la supuesta proposición hubiese tenido relevancia alguna, debió ser él quien, cuando se produjo y no dos años y medio después, la valorase en la propia instrucción de la causa

Foto: El juez José Castro. (EFE)
El juez José Castro. (EFE)

El juez Castro, instructor del caso Nóos, ha autolesionado su reputación al perpetrar un movimiento procesal arbitrario, impulsivo y hasta visceral. La remisión de un largo escrito al juez Pedraz, que instruye en la Audiencia Nacional el procedimiento contra Ausbanc y Manos Limpias, 'denunciando' que en diciembre de 2013 un letrado del despacho de Miquel Roca le propuso una “reunión secreta”, resulta excéntrica. Si la supuesta proposición -que el abogado de la infanta Cristina ha negado rotundamente- hubiese tenido relevancia alguna, debió ser él quien, cuando se produjo y no dos años y medio después, la valorase en la propia instrucción de la causa.

Por otra parte, ofrecerse a comparecer como testigo en la Audiencia Nacional en las actuaciones que se siguen contra esas entidades -una de ellas, Manos Limpias, la única acusación popular contra la hermana del Rey- resulta directamente extravagante. El fuerte varapalo del fiscal del juzgado central número uno de la AN al escrito de Castro, que pide le sea devuelto por “inútil” (es decir: impertinente, irrelevante) y rechaza su comparecencia, ha terminado por situar en un brete al juez mallorquín, en tanto que ha realzado la estrategia de Miquel Roca como letrado de la infanta Cristina.

Para Castro tiene que ser muy duro que la acusación haya resultado impulsada por un sindicato mafioso que reclamó dinero a cambio de hacerla decaer

Para Castro tiene que ser muy duro -de ahí su reacción, poco o nada meditada- que la acusación contra la Infanta haya resultado impulsada por un sindicato mafioso que reclamó dinero a cambio de hacerla decaer. Los fines no justifican los medios y el propio juez debió hilar mucho más fino, valorando que la posición del fiscal y de la Abogacía del Estado no podía responder de forma reduccionista a una vocación sectaria de favorecer a Cristina de Borbón y Grecia.

Es cierto que la Audiencia Provincial de Palma -una de cuyas secciones penales enjuicia el caso Nóos-, además de ratificar su imputación, decidió no aplicarle la doctrina Botín, que la habría exculpado, pero ni de lo uno ni de lo otro se deduce necesariamente una condena a la hija de don Juan Carlos. Por el contrario, el plan urdido por Manos Limpias -que se ha retirado de otras causas en ejercicio de la acusación popular- para implicar a la Infanta hace que la motivación espuria contamine el conjunto de su comportamiento procesal y provoque la perplejidad que es perceptible en las palabras y las acciones del juez Castro.

Por lo demás, Miquel Roca -al que Castro parece querer echar algunas paletadas de porquería deontológica- no solo ha denunciado a Manos Limpias cuando tuvo prueba fehaciente del intento de chantaje -acudió a la Policía a denunciarlo- sino que no ha dejado ni un solo pelo en la gatera: todo lo que el instructor puede esgrimir contra él son meras suposiciones, sospechas “infundadas” (sic del fiscal de la Audiencia Nacional) y puras fabulaciones de lo que se hablaría en una supuestamente solicitada reunión con él (¿puede probar la solicitud de encuentro de manera fehaciente?) por parte de la defensa de la hermana del Rey.

Todo lo que el instructor puede esgrimir contra Roca son meras suposiciones, sospechas “infundadas” (sic del fiscal de la Audiencia) y puras fabulaciones

La defensa de la infanta Cristina no desea que sea expulsado el sindicato Manos Limpias y decaiga la acusación contra ella. Roca quiere una sentencia absolutoria en la primera instancia o, en el peor de los casos, en la segunda, ante el Tribunal Supremo, porque -después de tanta pelea- intenta que sean otros jueces los que enmienden la plana a un Castro que si en su momento pareció un instructor templado -sobró la consumición en lugar público del funcionario con la letrada López Negrete, que conduce la acusación popular del sindicato presuntamente mafioso-, pronto comenzó a dar muestras inquietantes de afanes de notoriedad excesivos y una cierta -pero también perceptible- animosidad.

Toda esta sensación ambiental era, hasta el momento, opinable, pero la arremetida de Castro contra Roca -¿por qué contra el letrado de la Infanta y ni una palabra contra López Negrete, de Manos Limpias?- y su desafortunado escrito al juez Pedraz, la objetivan y han compuesto un giro en el proceso de muy mala factura. Si eso cupiese, teniendo en cuenta los indicios que recaen sobre Manos Limpias, más aún después de las declaraciones, seguramente falsas, de Miguel Bernad (factótum de Manos Limpias), también -qué casualidad- contra Miquel Roca, que chapotea en invenciones para sacar la cabeza del lodazal en que él y Luis Pineda (Ausbanc) han venido impunemente manejándose.

El juez Castro, instructor del caso Nóos, ha autolesionado su reputación al perpetrar un movimiento procesal arbitrario, impulsivo y hasta visceral. La remisión de un largo escrito al juez Pedraz, que instruye en la Audiencia Nacional el procedimiento contra Ausbanc y Manos Limpias, 'denunciando' que en diciembre de 2013 un letrado del despacho de Miquel Roca le propuso una “reunión secreta”, resulta excéntrica. Si la supuesta proposición -que el abogado de la infanta Cristina ha negado rotundamente- hubiese tenido relevancia alguna, debió ser él quien, cuando se produjo y no dos años y medio después, la valorase en la propia instrucción de la causa.

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