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Rajoy y sus quince días de errores estratégicos
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José Antonio Zarzalejos

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Rajoy y sus quince días de errores estratégicos

El presidente del Gobierno en funciones ha perdido dos semanas cruciales por puro interés de partido. A este paso acabará formando un gobierno de lo más testimonial

Foto: Rajoy recogiendo su credencial en el Congreso el pasado jueves. (EFE)
Rajoy recogiendo su credencial en el Congreso el pasado jueves. (EFE)

Como escribió el jueves en 'El País' el expresidente González “no es imaginable que se repita lo que vivimos tras el 20 de diciembre, menos ahora que el PP ha obtenido 14 diputados más que la vez anterior y la alternativa se hace poco menos que imposible”. Buena síntesis de por qué tienen que gobernar los populares bajo la presidencia, en principio, de Mariano Rajoy, al que -con buen criterio también- el expresidente socialista le insta a salir “definitiva e irreversiblemente del modo reposo porque la táctica de esperar y ver, posterior al 20 de diciembre, se agotó y los resultados no deben confundirlo”. El presidente en funciones debió hacer caso a su predecesor porque a pocas horas de la publicación de su artículo mostró una disposición casi franciscana al diálogo, “cuando quieran y donde quieran” sus interlocutores (no en la Moncloa como con ERC, PNV y canarios).

Rajoy ha perdido dos semanas cruciales y lo ha hecho por intereses de partido. Durante los primeros días posteriores al 26-J se expandió la impresión psicológica de que la cita electoral había resuelto dos graves problemas: el país se libraba de la hegemonía del populismo en el espectro de la izquierda por el fracaso de Podemos, y los 137 escaños del PP garantizan la gobernabilidad. Pues bien: ni lo primero ni lo segundo resultan enteramente cierto. Y mucho menos con la estrategia que Rajoy ha aplicado. Y que ha consistido en ningunear a Ciudadanos hasta que no ha tenido más remedio que llamar a Rivera y apabullar al PSOE, sobre el que ha echado la entera responsabilidad de su investidura, cuya alternativa solo consistiría en unas terceras elecciones.

Tras el 26-J se expandió la impresión de que la cita había tumbado el fantasma del populismo y que los 137 escaños del PP garantizaban la gobernabilidad

En estos días, Ciudadanos ha desarrollado una reacción muy viva a la displicencia de Rajoy que en vez de actuar con rapidez en la formación de un eje de gobernabilidad con 169 diputados (PP y C´s) ha calculado que los afanes de Rivera pasaban por un Gobierno de coalición que consolidase a su partido. Ese es el diagnóstico que hacen también algunos de los intelectuales fundadores del partido de origen catalán, pero no el que ha elaborado la mayoría de los cargos directivos de Ciudadanos. Ahora, a la vista de las connotaciones que tendría cogobernar con Rajoy y calcular el enorme coste de las medidas a tomar en la legislatura -techo de gasto y Presupuestos con un ajuste de 10.000 millones de euros, al menos- la opción preferente será la de abstenerse pero no la de entrar bajo ningún concepto en un Ejecutivo presidido por el político pontevedrés y sin el PSOE.

Y si había alguna duda, Rajoy la ha despejado con su modo reposo para con ellos durante estos quince días. C´s tratará, desde la oposición, además de consentir el Gobierno de Rajoy, de consolidarse como fuerza centrista. Veremos quiénes aciertan: si aquellos que le auguran vida sólo en los sillones mullidos del Gobierno de coalición o los que piensan que se forjarán definitivamente en la adversidad opositora.

La perspectiva de Rajoy respecto del PSOE ha sido -está siendo- especialmente confundida. Los socialistas tienen muchas responsabilidades. Pero una se impone a otras: reconstruirse como partido y pelear para que, efectivamente, Unidos Podemos (o lo que quede de él) se propine una “hostia de proporciones bíblicas” en palabras de Pablo Iglesias. Para España es necesaria una alternativa socialista que no quede mediatizada por el apoyo institucional -aunque sea indirecto- a Mariano Rajoy. Solo en un caso extremo, y para completar una mayoría que permita la investidura, el PSOE debería plantearse una abstención delimitada (los escaños que falten para conseguirla). Pero antes, y como ha repetido Ferraz, el presidente en funciones debe acumular apoyos directos o indirectos, en vez de hacer recaer el peso de la investidura en el PSOE apabullándole cara a su competición con Unidos Podemos y creando en su seno -por si faltaran- más enfrentamientos.

Para España es necesaria una alternativa socialista que no quede mediatizada por el apoyo institucional -aunque sea indirecto- de Mariano Rajoy

El PP y su presidente deberían reparar en que mantener el modelo de alternancia con el PSOE es crucial porque, si desaparece, el populismo rebrotará. De modo que lo lógico es que los socialistas le digan a Rajoy que acumule apoyos y/o abstenciones y luego, tras una evaluación, vuelva a hablar con el PSOE con una oferta de negociación programática como apuntó con buen tino Josep Borrell.

Finalmente, lo más probable es que Rajoy gobierne. Y que lo haga en solitario, con 137 escaños. En realidad sería un “gobierno de consentimiento” o un gobierno del propio Parlamento porque al apostar por la soledad -solo podía acompañarle Rivera y Ciudadanos- Rajoy se ha condenado a una legislatura corta, con decisiones económicas y de pura transición hasta nuevos comicios. Ningún partido en España desde 1979 ha gobernado en solitario con tan pocos escaños (Aznar lo hizo con 156 en 1996 y pactos con los nacionalistas). Era el tiempo de una coalición. Rajoy no ha querido aprovechar el alivio del 26-J y negociar con Ciudadanos y luego, ir junto con Rivera, al PSOE.

Su estrategia, como le ha advertido González, no es compatible con la de después del 20-D porque los “resultados del 26-J no deben confundirlo”. Efectivamente: eran resultados para hacer cosas bastante distintas a las que ha hecho -y no ha hecho- el presidente en funciones que, seguramente, volverá a serlo con sus 137 escaños que resultará una manera muy testimonial y formal de formar gobierno sin poder ejercerlo.

Como escribió el jueves en 'El País' el expresidente González “no es imaginable que se repita lo que vivimos tras el 20 de diciembre, menos ahora que el PP ha obtenido 14 diputados más que la vez anterior y la alternativa se hace poco menos que imposible”. Buena síntesis de por qué tienen que gobernar los populares bajo la presidencia, en principio, de Mariano Rajoy, al que -con buen criterio también- el expresidente socialista le insta a salir “definitiva e irreversiblemente del modo reposo porque la táctica de esperar y ver, posterior al 20 de diciembre, se agotó y los resultados no deben confundirlo”. El presidente en funciones debió hacer caso a su predecesor porque a pocas horas de la publicación de su artículo mostró una disposición casi franciscana al diálogo, “cuando quieran y donde quieran” sus interlocutores (no en la Moncloa como con ERC, PNV y canarios).

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