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El aprendizaje español, ETA, el 11-M y la solvencia del Estado
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José Antonio Zarzalejos

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El aprendizaje español, ETA, el 11-M y la solvencia del Estado

Esta eficacia actual nos ha costado lograrla, después de casi 900 víctimas a manos de la banda terrorista y 200 más debidas a la autoría del terrorismo yihadista

Foto: Registros en Vitoria tras la operación de detención del ex número uno de ETA Jurdan Martitegi en 2009. (EFE)
Registros en Vitoria tras la operación de detención del ex número uno de ETA Jurdan Martitegi en 2009. (EFE)

¿Por qué en Francia y Bélgica y no en España? No hay una respuesta ni siquiera aproximativa a semejante pregunta pero sí cabe una reflexión del por qué el terrorismo islamista no perpetra alguna de sus barbaridades en nuestro país desde 2004 mientras golpea a la sociedad francesa y belga, entre otras. Seguramente, España ha ido modelando un Estado muy solvente desde el punto de vista de su seguridad interior con fuerzas y cuerpos policiales cada vez más preparados y mejor coordinados con sus servicios homónimos autonómicos. Al tiempo, se ha ido engrosando, en capacidad y cualificación, unos servicios de inteligencia -CNI- que aprendieron de sus insuficiencias y ahora funcionan con eficacia. Aunque nuestro país se encuentra en el nivel de alerta 4 -el 5 conllevaría la presencia militar en la calle- y por lo tanto en disposición vigilante permanente, todo hubiera sido diferente si nuestro aprendizaje histórico no hubiese sido tan extremadamente duro y sangriento.

Prácticamente desde los años sesenta del siglo pasado hasta 2010, el terrorismo de ETA ha representado una trágica escuela para nuestros cuerpos policiales y de inteligencia. La banda terrorista actuó durante décadas en casi toda España mediante comandos bien pertrechados. ETA disfrutó de una cierta benevolencia internacional y dispuso en el sur de Francia de un refugio seguro por demasiado tiempo, al menos hasta finales de los ochenta. Sus atentados fueron indiscriminados, masivos, selectivos y concretos. Su registro delictivo fue amplísimo: asesinatos, secuestros, chantajes, sabotajes…hasta completar todo el catálogo de una barbarie que quizás culminó -en cuanto a crueldad- en julio de 1997 con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. La banda -recuérdese el intento de golpe de Estado de 1981- llegó a situar a nuestra democracia al borde del abismo, pero finalmente -y aunque queda trecho para rematar la liquidación de la banda- ETA es pasado. Sin embargo, todo el aprendizaje -en España y fuera, dentro y en colaboración con otras policías y servicios de inteligencia, americanos e israelíes entre otros- está rindiendo fruto y se ha logrado extirpar a los terroristas de nuestra convivencia. Y cuando se mueven, la policía se anticipa y los captura.

Los atentados del 11-M abrieron a la policía y a los servicios de inteligencia españoles un nuevo frente de lucha: contra el yihadismo

Los atentados del 11-M (192 víctimas mortales, el asesinato terrorista colectivo más grave en Europa) abrió a la policía y a los servicios de inteligencia españoles un nuevo frente de lucha: contra el yihadismo. Desde entonces, el Estado español ha experimentado un giro copernicano en su seguridad interior. Porque no solo se ha controlado la frontera sur. El espionaje está infiltrado en grupos potencialmente peligrosos; la monitorización de los movimientos de los sospechosos es constante y la coordinación con los países de origen de terroristas yihadistas funciona con gran fluidez. La Policía Nacional y la Guardia Civil han formado a funcionarios especializados en las investigaciones más sofisticadas -especialmente las digitales-, se ha incrementado el número de servidores públicos con conocimientos de la idiosincrasia psicológica de los terroristas, disponemos de servidores públicos políglotas (los universitarios ingresan notablemente en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado) y, sobre todo, se ha avanzado irreversiblemente en una profesionalidad que es operativa incluso cuando, como ahora, experimentamos una crisis de gobernabilidad y otra adicional en el propio Ministerio del Interior.

Esta eficacia actual nos ha costado lograrla después de casi 900 víctimas a manos de la banda terrorista ETA y 200 más debidas a la autoría del terrorismo yihadista. En un tiempo histórico anterior y posterior al 11-S de Nueva York, y mientras -es de temer- algunos otros estados se tomaban con demasiada tranquilidad su seguridad interior, siendo Bélgica el caso más extremo de laxitud. Los atentados en Francia -tres de enorme gravedad en enero y noviembre de 2015 y el de la noche del jueves en Niza, si finalmente se confirma que es de carácter terrorista- delatan que la República francesa no termina de encontrar un modelo de seguridad razonablemente fiable -el chófer asesino de Niza sugiere cierta holgura en la prevención- porque, además, tampoco la Unión Europea ha creado esa ansiada política común de seguridad, ahora todavía más debilitada por las reticencias a una mayor convergencia de políticas y tareas, siendo el Brexit la quintaesencia del repliegue de un Estado miembro sobre sí mismo.

El esfuerzo por oponer seguridad al yihadismo depende del aprendizaje de los estados de sus propias experiencias, como España

Como ayer afirmó Rajoy en su declaración institucional, ningún país está libre de un atentado. Tampoco España. Pero el nivel de probabilidad de su acaecimiento es variable en función, entre otros factores, de la solidez y fiabilidad de los mecanismos de seguridad interior. Los nuestros parecen consistentes; los de Francia, menos, y los de Bélgica son directamente mejorables. El esfuerzo por oponer seguridad al yihadismo, al margen de medidas políticas, de orden internacional, y sociales, depende del aprendizaje de los estados de sus propias experiencias, como ha ocurrido en España, y de la capacidad de unir esfuerzos en este sentido en el seno de la Unión Europea. Nuestra experiencia histórica ha sido tan extraordinariamente dura -hemos pagados nuestra cuota de sangre- que la seguridad española se ha forjado en una larga adversidad y mueve a compasión observar el tránsito amargo de otras sociedades por ese camino de la cervantina experiencia como madre de toda ciencia. De la ciencia policial y de seguridad.

¿Por qué en Francia y Bélgica y no en España? No hay una respuesta ni siquiera aproximativa a semejante pregunta pero sí cabe una reflexión del por qué el terrorismo islamista no perpetra alguna de sus barbaridades en nuestro país desde 2004 mientras golpea a la sociedad francesa y belga, entre otras. Seguramente, España ha ido modelando un Estado muy solvente desde el punto de vista de su seguridad interior con fuerzas y cuerpos policiales cada vez más preparados y mejor coordinados con sus servicios homónimos autonómicos. Al tiempo, se ha ido engrosando, en capacidad y cualificación, unos servicios de inteligencia -CNI- que aprendieron de sus insuficiencias y ahora funcionan con eficacia. Aunque nuestro país se encuentra en el nivel de alerta 4 -el 5 conllevaría la presencia militar en la calle- y por lo tanto en disposición vigilante permanente, todo hubiera sido diferente si nuestro aprendizaje histórico no hubiese sido tan extremadamente duro y sangriento.

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