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Iglesias, por fin, echa al monte a Podemos
En la formación morada ocurre como en el republicanismo de Trump: podía permitirse todas las licencias, hasta las más heterodoxas, y seguir manteniendo y acumulando sufragios
Ramón Espinar, nuevo secretario general de Podemos en Madrid, y holograma de Iglesias, podría especular no con una vivienda de protección oficial sino con cinco y hubiera ganado de todas maneras las primarias en Madrid a la candidatura de Rita Maestre, próxima a Íñigo Errejón. Salvando las distancias, en Podemos ocurre como en el republicanismo del presidente electo de EE UU: podía permitirse todas las licencias, hasta las más heterodoxas, y seguir manteniendo y acumulando sufragios. El senador madrileño, con la tutela permanente de Iglesias, se ha presentado como víctima de los “poderes ocultos” (una supuesta filtración interesada de la Comunidad de Madrid o de sus adversarios errejonistas, sobre su transacción inmobiliaria) y de la cadena SER que publicó la noticia de su operación especulativa. Así ha tratado de darle la vuelta a su muy discutible y en todo caso incoherente conducta. Parece que, entre muchos de los suyos, lo ha conseguido.
Espinar ha batido a la candidatura de Maestre por 2.000 votos (13.696 frente a 11.783) y ha obtenido el 80% de los asientos del consejo ciudadano autonómico (27 de 34). Iglesias se garantiza así el liderazgo de Podemos en Vistalegre II y lo conduce por donde quería: acoso al PSOE, estrechamiento de la relación con Izquierda Unida, desinstitucionalización de la política de la organización y modelo asambleario (populista) de Podemos. Una alegre y confianzuda excursión al monte, mientras el barómetro del CIS demuestra que todo lo que cae el PSOE no lo recoge Iglesias ni en el mejor de sus sueños. El votante socialista se queda en casa pero no le da el voto al Podemos de Iglesias como tampoco lo hizo la izquierda de Cayo Lara por mucho Anguita que mediase en la operación de yuxtaposición de IU con Podemos.
Podría argüirse, sin embargo, que entre Iglesias y Espinar han hecho un enorme favor al sistema. Porque en la misma medida en que se alejan de los parámetros que aconseja Errejón –mejor relación con los socialistas, mayor transversalidad, sustitución del miedo por la persuasión y más sólida estructuración de la organización– el Partido Popular dispondrá de un guion más fácil para cohesionar a sus progresivamente mayor número de electores (de nuevo, consúltese el último barómetro del CIS) y el PSOE podrá extenderse por su izquierda hasta conectar con las zonas de opinión que coinciden con el secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, oscuro objeto del deseo de algunos estrategas de la reconstrucción del partido cuya gestora preside Javier Fernández. Mi colega y amigo Carlos Sánchez ya lo anunció (24 de abril pasado) entre el griterío reprobatorio a su análisis de mucho indocumentado: “La inevitable marcha de Errejón al PSOE”.
En Podemos había –ha finiquitado el viernes por la tarde– una lucha de poder que ha ganado Iglesias a través del inmobiliario Espinar. Existe de fondo otra ideológica que terminará por quebrar a la organización. Les invito a que lean el artículo de Pablo Iglesias del pasado jueves titulado 'Trump y el momento populista' publicado en el diario 'Público'. Más que un alegato, es una alarido ideológico errático en el que trata de justificar que él y su partido son todo lo contrario de lo que significa Trump y su populismo, sin reparar (excusa no pedida, acusación manifiesta) que la tesis que sostiene es la misma que podrían mantener desde posiciones antagónicas los extremistas de derecha a los que dice combatir. En algún momento debería divulgarse en España lo que es y significa el colectivo extremista norteamericano Alt-Right y, sobre todo, quién es Steve Bannon –jefe de la campaña de Trump y del que oiremos hablar mucho– inspirador de 'Breitbar News Network' un producto 'online' de infestación ideológica radical, simétrico a los medios propios en los que Iglesias y Monedero exponen sus tesis más atrabiliarias.
El cuñadismo de Ramón Espinar –secundado en versión conspirativa por Iglesias– le ha dado los resultados apetecidos y ha esquinado a Errejón
La victoria de la candidatura de Maestre y, por lo tanto, de Errejón, hubiese llevado a Podemos a un terreno políticamente practicable, llaneando hacia el atrapamiento de la izquierda huérfana de este país. Pero como los denominados “simpatizantes activos” de Podemos en Madrid (casi 50.000) han optado por las “trincheras” (sic del artículo de Iglesias) y por tratar al adversario como “al enemigo que lo es” (sic del artículo de Iglesias), el PSOE está en mejor posición hoy que ayer para recuperarse y el PP y el Gobierno mucho más sólidos y más aceptados para manejarse holgadamente durante esta legislatura. El cuñadismo de Espinar –secundado en versión conspirativa por Iglesias– le ha dado los resultados apetecidos y ha esquinado a Errejón, pero en esa perspectiva victoriosa hay un ángulo ciego: en España no hay masa crítica sugestionada por ese belicismo social como para ganar las elecciones. Esa es la cuestión, por más que se le hinche la vena a Iglesias en sus desahogos mediáticos.
Ramón Espinar, nuevo secretario general de Podemos en Madrid, y holograma de Iglesias, podría especular no con una vivienda de protección oficial sino con cinco y hubiera ganado de todas maneras las primarias en Madrid a la candidatura de Rita Maestre, próxima a Íñigo Errejón. Salvando las distancias, en Podemos ocurre como en el republicanismo del presidente electo de EE UU: podía permitirse todas las licencias, hasta las más heterodoxas, y seguir manteniendo y acumulando sufragios. El senador madrileño, con la tutela permanente de Iglesias, se ha presentado como víctima de los “poderes ocultos” (una supuesta filtración interesada de la Comunidad de Madrid o de sus adversarios errejonistas, sobre su transacción inmobiliaria) y de la cadena SER que publicó la noticia de su operación especulativa. Así ha tratado de darle la vuelta a su muy discutible y en todo caso incoherente conducta. Parece que, entre muchos de los suyos, lo ha conseguido.