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Rivera se mete en el foso de los leones y rescata a Ciudadanos
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José Antonio Zarzalejos

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Rivera se mete en el foso de los leones y rescata a Ciudadanos

Lo que hace daño al partido de Rivera es su indecisión en ponerle las peras al cuarto al PP. Hay ninguneos que no se arreglan con cenas 'distendidas' en Moncloa

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (c), durante la presentación de su equipo para la ejecutiva del partido. (EFE)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (c), durante la presentación de su equipo para la ejecutiva del partido. (EFE)

Buena parte de los análisis que se han venido difundiendo en los medios sobre el futuro de Ciudadanos han sido —y siguen siendo— pesimistas. Quizás el más contundente fuera el que publicó en este diario mi colega y amigo Carlos Sánchez (“El principio del fin de Rivera”) el pasado 4 de diciembre. Su tesis consistía en que C's ya no era “decisivo” porque el “nuevo PSOE” lo ha convertido en irrelevante. Para haber conjurado ese destino fatal, Sánchez suponía que Rivera debió haber entrado en un Gobierno de coalición con Mariano Rajoy y el PP.

Ocurre, sin embargo, que el “nuevo PSOE” todavía no existe, y parece que regresa el 'viejo' de las reyertas de octubre del pasado año, con Pedro Sánchez resucitado. Y sucede que entrar en un Gobierno presidido por el político gallego hubiese resultado ir demasiado lejos luego de que Ciudadanos se aviniese, a cambio de un pacto de 150 renglones que no está cumpliendo, a respaldar su investidura. Sentarse en el Consejo de Ministros hubiera sido para Rivera no el 'principio del fin', sino una forma de fusión por absorción de Ciudadanos por un PP que, aunque parezca sólido, goza de una relativa buena salud solo por comparación con la pésima de sus adversarios. Cuidado con los espejismos.

Los riesgos que acechan a Ciudadanos y a Rivera son —eran— tres. Dos endógenos y uno externo. Este último ya lo traté de describir el pasado día 10 en este blog: “La exitosa estrategia bipartidista para liquidar a Podemos y Ciudadanos”. Insisto en que el PP y el PSOE —hasta donde alcance su capacidad de acuerdo, de nuevo limitada por el redoble de los tambores de guerra en el socialismo— tratan de 'liquidar' a los partidos que han brotado a su izquierda.

Sentarse en el Consejo de Ministros hubiera sido para Rivera no el 'principio del fin', sino una forma de fusión por absorción de Ciudadanos por el PP

Mientras en Podemos sorben a tragos largos la cicuta en un acto muy próximo al suicidio sin asistencia del PSOE, el caso de Ciudadanos es diferente. Lo que hace daño al partido de Rivera es su indecisión —al menos de momento— en ponerle las peras al cuarto al PP. Y no solo —ni principalmente— en el Congreso, sino también en el ámbito autonómico. Hay ninguneos que no se arreglan con cenas 'distendidas' en Moncloa. De ahí que la oposición interna a Rivera haya hecho suyos los eslóganes descalificatorios de Podemos y los secesionistas: C's como “marca blanca” de los populares.

Sin embargo, Rivera —a la espera de que resuelva convincentemente la relación de Ciudadanos con el PP— ha conjurado los dos riesgos endógenos que sí amenazaban su futuro. Por una parte, ha presentado a su próxima asamblea de febrero una definición (que no redefinición) ideológica que elude la socialdemocracia y proclama el liberalismo del siglo XXI, que es el que conecta con las características de su electorado, como explicaba en El Confidencial la politóloga Anna Clara Martínez el pasado día 19 (“¿Cómo son los votantes de Ciudadanos en España y en Cataluña?”).

Y lo esencial: Albert Rivera, con el equipo ejecutivo que presentó ayer, ha tomado la estratégica decisión de repartir el poder interno, renunciar al recurso de los mediocres, que consiste en rodearse de los que también lo son, y ofrecer más rostros y más referencias que la suya propia a sus votantes y a la sociedad en general. El acierto de situar a Inés Arrimadas (1981) —líder de la oposición en el Parlamento catalán con 25 escaños— en la función de portavoz nacional del partido, resulta incuestionable. Como lo es también entregar mayor responsabilidad —será el nuevo secretario general— a ese político discreto y eficaz que es José Manuel Villegas (1968).

Tras los cambios en el equipo de Rivera, ahora solo queda esperar a que el PSOE vuelva al 'no es no' a los Presupuestos de Rajoy y C's sepa hacerse valer

Rivera no se ha quedado ahí, y ha introducido en el puente de mando a los dirigentes más contundentes en dos niveles: el núcleo duro (Toni Roldán, Fran Hervías, Fernando de Páramo, Juan Carlos Girauta, Begoña Villacís, Miguel Gutiérrez, José María Espejo, Marta Rivera) y un segundo círculo de “responsables de áreas sectoriales” en el que se incluyen prácticamente todos los dirigentes autonómicos. Características de ambos grupos: son políticos jóvenes y maduros (nacidos entre 1961 y 1987) y todos ellos de diversa procedencia territorial.

Si a la juventud y madurez de todos ellos se añaden sus currículos profesionales, se debería concluir que Albert Rivera (1979) ha superpuesto a su liderazgo una nueva estructura orgánica manejada por políticos que no serán ni adulantes ni gregarios, entre otras razones porque su edad y preparación llevan a la competitividad y a la sana ambición. O sea, que Albert ha hecho como el bíblico Daniel: se ha encerrado en el foso con los leones. Y esa es una decisión siempre ganadora. Ahora solo queda esperar a que el PSOE vuelva al 'no es no' a los Presupuestos de Rajoy y Ciudadanos sepa ahora sí hacerse valer.

Buena parte de los análisis que se han venido difundiendo en los medios sobre el futuro de Ciudadanos han sido —y siguen siendo— pesimistas. Quizás el más contundente fuera el que publicó en este diario mi colega y amigo Carlos Sánchez (“El principio del fin de Rivera”) el pasado 4 de diciembre. Su tesis consistía en que C's ya no era “decisivo” porque el “nuevo PSOE” lo ha convertido en irrelevante. Para haber conjurado ese destino fatal, Sánchez suponía que Rivera debió haber entrado en un Gobierno de coalición con Mariano Rajoy y el PP.

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