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La machada de Rivera en tiempos del cólera
La hazaña del presidente de Ciudadanos está por llegar: votar en contra –algo inédito– de la ley quinquenal del Cupo Vasco que proponga la Comisión Mixta del Concierto Económico en su momento
La tentación de algunos –no pocos– de escribir con la pluma a la funerala sobre Ciudadanos y sobre Albert Rivera se está convirtiendo en una motivación adicional para que el líder catalán y su partido sigan el consejo de Napoleón Bonaparte, según el cual “el éxito no está en vencer siempre sino en no desanimarse nunca”. La organización naranja tiene la virtud de la persistencia y de la impertinencia, con lo cual ha logrado situarse en el CIS de abril en el 14,9% en intención de voto. Para hacerse una idea de lo que eso supone hay que remitirse al 13,93% que obtuvo en las generales del 20-D de 2015 (40 diputados) y al 13,05% logrado en las del 26 de junio de 2016 (32 diputados). Por lo tanto, no sería exagerado suponer que Ciudadanos formaría, de celebrarse ahora comicios generales, un grupo parlamentario con más de 45 escaños.
Rivera no es Macron. Ni podría serlo. El contexto político y social francés y español son diferentes y, mucho más aún, las leyes electorales de uno y otro país. Lo que vincula al líder de C's con el nuevo presidente francés es, por una parte, su semejanza generacional (39 años el galo y 37 el español), y, por otra, una reformulación ideológica de ambos que ha desembocado en el liberalismo progresista que es un modelo de criterios muy versátil en la política de pactos y que carece de determinadas dogmáticas en sus políticas económicas y sociales. No hay razón para negarle a Rivera el acierto de su apuesta por Macron cuando nadie en España la hizo. Una apuesta que será más visible cuando La République en marche, el nuevo partido del presidente francés, incorpore a sus eurodiputados en 2019 al grupo liberal que es en el que están los de Ciudadanos. Y más aún cuando el liberalismo vuelva a sacar la cabeza en Gran Bretaña (elecciones de junio) y Alemania (elecciones de septiembre).
Rivera consiguió que el PP aceptase la comisión de investigación parlamentaria sobre su financiación y que desalojaran a Pedro Antonio Sánchez de Murcia
Nadie, sin embargo, se hubiese ocupado de los paralelismos –para afirmarlos pero, la mayoría, para negarlos– entre el político español y el francés, si Rivera, antes de las presidenciales galas, no hubiese logrado algunos éxitos que, poco a poco, hacen que su partido arraigue en el cuerpo electoral español. Consiguió que el PP aceptase la comisión de investigación parlamentaria sobre su financiación y pudo doblar el pulso a los populares y desalojar de la presidencia de Murcia al investigado Pedro Antonio Sánchez, absteniéndose en la elección de su sucesor sin contaminarse con iniciativas en comandita con Podemos y el PSOE. También ha sido favorable el acuerdo con el Gobierno en los Presupuestos Generales de 2017 en los que Ciudadanos ha encajado buena parte de sus promesas electorales.
Pero la machada (una expresión políticamente incorrecta) de Rivera está por llegar: votar en contra –algo inédito– de la ley quinquenal del Cupo vasco que proponga la Comisión Mixta del Concierto Económico en su momento. Se trata de una ley de artículo único de tal manera que no admite enmiendas. Pues bien: de las seis leyes quinquenales para el cálculo del cupo aprobadas hasta ahora (dos en 1988 y las otras en 1993, 1997, 2002 y 2007) ninguna recibió votos negativos en número significativo sino favorables, abstenciones y en blanco o nulos. De los emitidos en los debates de estas leyes el 81,8% fueron a favor y solo tres en contra. Ciudadanos podría hacer historia si vota contra la ley del cupo que completa el exorbitante acuerdo entre el Gobierno y el PNV.
El Gobierno, en una prueba más de su mal cálculo, debió atemperar el pacto con el PNV negociándolo también con Ciudadanos
La oposición al pacto Rajoy-Urkullu-Ortuzar, así, no se articularía por Ciudadanos retirando el apoyo a los Presupuestos, lo que sería inconveniente y perjudicial para el país en la actual situación, sino rechazando la parte de su acuerdo que se desenvuelve al margen de la aprobación de las cuentas públicas. El Gobierno, en una prueba más de su mal cálculo, debió atemperar el pacto con el PNV negociándolo también con Ciudadanos. El resultado del rechazo a la ley quinquenal del cupo será bueno para Rivera (fuera de Euskadi, el denominado “cuponazo” ha sido considerado una agravio y revienta la negociación de la financiación autonómica) y un aviso necesario para el sistema paccionado vasco porque, por primera vez desde 1988, podría no prosperar esta norma de artículo único. Resultaría una forma de provocar un punto de inflexión en el hasta ahora normal pero opaco desarrollo del régimen financiero vasco desde su reinstauración en el Estatuto vasco basado en la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Quien no vea la importancia política e institucional de la decisión de Rivera y Ciudadanos es que no sabe nada del funcionamiento del modelo autonómico asimétrico.
Se pueden ningunear, disminuir u ocultar estos logros y decisiones de Ciudadanos frente al Gobierno y otras fuerzas políticas, pero los sondeos –que, por cierto, le mantienen como líder de la oposición en Cataluña, otorgándole un papel estratégico en la comunidad políticamente más conflictiva de España– permiten suponer que los ciudadanos valoran con autonomía de criterio los distintos tipos de políticas y comportamientos públicos. Por lo demás, casos de corrupción que salpican al PP, con más brío mediático y social que otros anteriores, validan la decisión de Rivera –que recibió toda clase de facilidades de Rajoy– de no incorporarse al actual Gobierno. El que muchos consideraron como un letal error estratégico de Ciudadanos se configura ahora como uno de sus mayores aciertos, vistos, entre otros, el caso Lezo y Bankia, y la situación de la Fiscalía General del Estado y de la especial de Anticorrupción, la del ministro de Justicia y la del Secretario de Estado de Seguridad. ¿Qué hubiese pintado Rivera en este Ejecutivo en estos tiempos del cólera?
La tentación de algunos –no pocos– de escribir con la pluma a la funerala sobre Ciudadanos y sobre Albert Rivera se está convirtiendo en una motivación adicional para que el líder catalán y su partido sigan el consejo de Napoleón Bonaparte, según el cual “el éxito no está en vencer siempre sino en no desanimarse nunca”. La organización naranja tiene la virtud de la persistencia y de la impertinencia, con lo cual ha logrado situarse en el CIS de abril en el 14,9% en intención de voto. Para hacerse una idea de lo que eso supone hay que remitirse al 13,93% que obtuvo en las generales del 20-D de 2015 (40 diputados) y al 13,05% logrado en las del 26 de junio de 2016 (32 diputados). Por lo tanto, no sería exagerado suponer que Ciudadanos formaría, de celebrarse ahora comicios generales, un grupo parlamentario con más de 45 escaños.