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El PP, entre la censura populista y el efecto placebo
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José Antonio Zarzalejos

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El PP, entre la censura populista y el efecto placebo

Un amplio sector de la derecha española se administra cada mañana dosis del 'placebo PP', a pesar de que al partido le acosa una intolerable corrupción

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso. (EFE)

El sistema de turno –ahora PSOE, luego PP– al modo del régimen de la Restauración no se acabó con las elecciones del 20-D y del 26-J. La prueba es que sigue gobernando el Partido Popular y el PSOE continúa siendo el segundo grupo parlamentario en el Congreso. El “turnismo” de antaño ha sido el bipartidismo (imperfecto) actual que va a concluir por la concurrencia de tres circunstancias:

  1. La guerra civil en el socialismo español que culminará mañana en unas elecciones primarias que gane una u otro dejarán una organización para el arrastre.
  2. La corrupción masiva en la que han incurrido dirigentes del PP y que es de tal consideración que ya afecta a la marca y trasciende a los propios corruptos.
  3. El proceso secesionista en Cataluña que ha desbaratado el mecanismo que articulaba la suficiencia de los dos grandes grupos en el Congreso y permitía gobiernos estables con el apoyo de lo que fue CiU.

Las fortalezas del Partido Popular son, en realidad, las debilidades ajenas. El partido que lidera Rajoy se sostiene porque los demás se han caído

La emergencia de Podemos y de Ciudadanos no ha resultado concluyente para tumbar el modelo de turno, pero avanzamos a que lo sea porque aunque se ha asumido que el PSOE necesita mucha clínica para recuperarse y puede, esta vez, ser sobrepasado por el partido de Iglesias, no ocurre lo mismo con el PP que todavía retiene un 30% del electorado y que actúa con una solidez que es, sin embargo, un posible espejismo. Las fortalezas del PP son, en realidad, las debilidades ajenas. El PP se sostiene porque los demás se han caído.

El consuelo es magro pero sirve para seguir vistiendo la indumentaria de la estabilidad política cuando en realidad no la hay, sino paralización en las decisiones y congelación legislativa. El PP, como el dios Saturno, devora a sus hijos mediante la corrupción como arma arrojadiza para subir en el escalafón. Una de las “promesas” de futuro de la organización, Cristina Cifuentes, es la penúltima víctima de una guerra interna popular en la que se ajustan cuentas, como ella misma ha sugerido.

Esta legislatura tiene una salida de emergencia que consiste en aprobar los Presupuestos de 2017, prorrogarlos en 2018 y acudir luego a las urnas, una cita en la que, de verdad, desembocará la crisis del modelo de partidos desde hace décadas. Mientras tanto, el Gobierno del PP es un placebo político y el PSOE, un zombi. ¿Qué es un placebo? La siguiente es una buena definición: “Sustancia que carece de acción curativa pero produce un efecto terapéutico si el enfermo la toma convencido de que es un medicamente realmente eficaz”.

A pesar de todo eso, parte de la derecha española sigue pensando que el PP es una terapia efectiva cuando, en realidad, es un placebo

Un amplio sector de la derecha española se administra cada mañana dosis del 'placebo PP', a pesar de que le acosa una intolerable corrupción, a pesar de que las contraprestaciones al nacionalismo vasco han destrozado el nonato nuevo sistema de financiación autonómico, a pesar del conflicto desbocado en Cataluña, a pesar de que se haya instalado la confusión en la Fiscalía General del Estado y en la especial de Anticorrupción, a pesar del cuestionamiento de la UCO y la UDEF, a pesar de que no haya manera de aprobar una ley, a pesar de que la oposición esté desmontando muchos de los hitos importantes de la décima legislatura, a pesar de que el Ejecutivo contenga a sus adversarios vetando sus proposiciones de ley… A pesar de todo eso, parte de la derecha española sigue pensando que el PP es una terapia efectiva cuando, en realidad, es un placebo.

El destrozo en el PSOE tiene que ver con odios, mentiras y traiciones acumuladas a lo largo de muchos años. El destrozo en el PP lo ha hecho la corrupción en sus feudos más importantes, Madrid y Valencia, y está creando reyertas soterradas, auténticos ritos caníbales. Pero en ambos casos se trata de males morales, de desconsideración a los valores que deben regir en partidos con vocación de Gobierno. Toca hablar –se dirá– del PSOE. Pero hacerlo de un partido-zombi como el socialista es insuficiente porque la otra parte del sistema (la derecha, el PP) ofrece a medio plazo síntomas de debilidad extraordinaria, porque ha fracturado la confianza con una parte de su electorado que migrará otra vez a la abstención o a la oferta de Ciudadanos. Entre las contradicciones del PSOE y el estado de corrupción de algunas estructuras del PP, inserta Podemos su moción de censura a Rajoy que, fracasando seguramente, puede convertirse en un éxito político para los morados porque hay condiciones para que la opinión pública “entienda” el mensaje de los populistas.

Advertir que el PP es un placebo político justo cuando faltan veinticuatro horas para que se desate en un sentido o en otro la más fuerte convulsión en el PSOE y a las puertas de un debate de censura al presidente Rajoy, es una medida de prudencia para que no sigamos instalados en un trampantojo, o veamos figuraciones y espejismos allí donde la realidad es cristalina: el sistema de partidos actual está agotado. Nos queda la monarquía parlamentaria. Esperemos que la inercia destructiva no contamine a la monarquía. Como sucedió, por cierto, en la Restauración.

El sistema de turno –ahora PSOE, luego PP– al modo del régimen de la Restauración no se acabó con las elecciones del 20-D y del 26-J. La prueba es que sigue gobernando el Partido Popular y el PSOE continúa siendo el segundo grupo parlamentario en el Congreso. El “turnismo” de antaño ha sido el bipartidismo (imperfecto) actual que va a concluir por la concurrencia de tres circunstancias:

UDEF Fiscalía General del Estado