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Tardá y Campuzano, la última traca del independentismo
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José Antonio Zarzalejos

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Tardá y Campuzano, la última traca del independentismo

La retirada parlamentaria del PDECAT y ERC puede ser la pirotecnia que acompañe una declaración unilateral de independencia

Foto: El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano, y su homólogo por ERC, Joan Tardà. (EC)
El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano, y su homólogo por ERC, Joan Tardà. (EC)

Durante muchos años la izquierda radical abertzale –es decir, el entorno político de ETA representado por Herri Batasuna y luego por formaciones similares y diferentes denominaciones- tomó una doble decisión: participar en las elecciones generales y en las autonómicas vascas, pero no comparecer ni en el Congreso ni en el Parlamento de Vitoria. Se trataba de ocupar su espacio electoral y no regalar votos a fuerzas políticas fronterizas, pero, después, no reconocer la legitimidad institucional ni del Estado ni de la autonomía estatutaria vasca.

Aquella estrategia se inscribía en una ofensiva terrorista permanente a la que el discurso “ideológico” del abertzalismo radical ofrecía cobertura dialéctica. A los efectos que hoy interesan, debe subrayarse que durante muchos años el nacionalismo vasco más radical negó de manera tangible la legitimidad del sistema constitucional de 1978. Y cuando los diputados filo etarras accedieron a las Cámaras lo hicieron con una promesa de acatamiento a la Constitución “por imperativo legal” fórmula que luego ha hecho fortuna, generalizándose, porque en el inicio de los años noventa el Tribunal Constitucional avaló su procedencia.

Foto: Participantes, en una movilización convocada por Gure Esku Dago en Bilbao en junio en defensa del referéndum de Cataluña. (Reuters)

Por el momento, el nacionalismo independentista catalán no ha tenido la ocurrencia de ausentarse del Congreso y del Senado, aun en su actual euforia insurrecta. En pleno proceso soberanista, junio de 2016, tanto la entonces CDC como ERC se presentaron a las elecciones generales. En Comú Podem las ganó en Cataluña ampliamente con 12 escaños y más de 848.000 votos (24,51%). ERC se quedó a distancia con 9 diputados y 629.000 sufragios (18,17%), seguido de CDC que sólo obtuvo 8 y 421.000 votos (13,92%), menos que el PSC (462.000, el 16,12%) aunque por efecto de la ley electoral los socialistas se quedaron en 7 diputados. Tras ellos, el PP (6 escaños) y Ciudadanos (5 diputados).

Los electos independentistas (CDC y ERC) adquirieron su condición de diputados con variantes de la fórmula que inauguró Herri Batasuna en 1989. Pero las llamadas “leyes de desconexión”, suspendidas por el TC, no han conducido a la que sería una grave y errónea decisión (otra más): abandonar las Cámaras legislativas del Estado para reforzar la estrategia de deslegitimación (y enfrentamiento de legalidades) que ha desatado el independentismo en Cataluña. Joan Tardá es el jefe de filas de los parlamentarios republicanos –tiene grupo propio- y Carles Campuzano lo es de los ex convergentes que por primera vez en su historia están diluidos en el mixto.

La retirada parlamentaria de PDeCAT y ERC podría ser la traca pirotécnica anterior o posterior a una declaración unilateral de independencia

Esta permanencia en el Congreso y en el Senado de los independentistas puede valorarse de manera diferente. Como una contradicción del secesionismo catalán que por una parte niega la vigencia de la legalidad del Estado y la estatutaria en Cataluña y por la otra se mantiene presente en las instituciones que plasman la soberanía nacional; o como un cordón umbilical que permitiría suponer que no todos los puentes estarían volados. Quizás ambas valoraciones sean compatibles, aunque la realidad golpee sobre la coherencia desobediente de los secesionistas.

De momento, los grupos de Tardá y Campuzano, a pesar de todo, están ahí y eso tiene un significado y representa una opción de futuro, mínima pero no despreciable. Esperemos que sigan tras el 1 de octubre lo que no es absoluto seguro. La retirada parlamentaria de PDeCAT y ERC podría ser la traca pirotécnica inmediatamente anterior o posterior a una declaración unilateral de independencia. Sospecha que no es una mera opinión sino una indiciaria información. Se está en ello.

La estrategia del Gobierno –acordada con el PSOE y C's- insiste en el sentido de la proporción para que el futuro no sea mucho más difícil que el presente

El independentismo pretende estar en la procesión y repicando, una estrategia que tiene un corto recorrido. La suspendida Ley de transitoriedad y fundacional de la república catalana, por ejemplo, da por hecho acuerdos con el Estado español – sobre la doble nacionalidad, entre otros asuntos- que implican un auténtico engaño a sus propios seguidores porque la unilateralidad excluye de raíz la posibilidad de pactos futuros, más aún con un territorio que quedaría ipso facto fuera de la Unión Europea. Puestos a localizar incoherencias en todo el planteamiento independentista y a señalar sus errores de concepto y de cálculo, los encontraríamos en abundancia. Mantenerse en el filo de la navaja de tanta contradicción resulta –tarde o temprano- inviable.

La cuestión es dejar apuntada esta circunstancia y, quizás también, sugerir que la irritación no debería nublar la mirada larga con la que hay que dar perspectiva a los acontecimientos. En la siguiente curva, de una forma o de otra, nos vamos a encontrar y no tendría que ser para una nueva colisión. Por eso, la estrategia del Gobierno –acordada con el PSOE y Ciudadanos- está tratando de insistir en el sentido de la proporción para que el futuro no sea mucho más difícil de lo que ya es el presente. La intervención de las finanzas de la Generalitat por el Gobierno va en esa línea. Una repuesta eficaz y seca.

Durante muchos años la izquierda radical abertzale –es decir, el entorno político de ETA representado por Herri Batasuna y luego por formaciones similares y diferentes denominaciones- tomó una doble decisión: participar en las elecciones generales y en las autonómicas vascas, pero no comparecer ni en el Congreso ni en el Parlamento de Vitoria. Se trataba de ocupar su espacio electoral y no regalar votos a fuerzas políticas fronterizas, pero, después, no reconocer la legitimidad institucional ni del Estado ni de la autonomía estatutaria vasca.

Senado Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)