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España y el efecto naranja
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José Antonio Zarzalejos

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España y el efecto naranja

Cs va a ser el primer partido nacional en democracia que vote contra el cupo vasco y el que se está llevando el gato al agua en la crisis catalana. Estamos pasando del morado-Iglesias al naranja-Rivera

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante su intervención en el acto de presentación en Barcelona de las listas de su partido para las elecciones del 21-D. (EFE)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante su intervención en el acto de presentación en Barcelona de las listas de su partido para las elecciones del 21-D. (EFE)

Ciudadanos se está llevando el gato al agua en la crisis catalana. Y en la reformulación de la autonomía financiera vasca: será el primer partido nacional desde 1980 que vote el jueves en el Congreso en contra de la ley quinquenal del cupo para el País Vasco, que considera un “abuso” (Compromís también lo hará). Por lo que a Cataluña se refiere, las cosas han ido saliendo como Rivera reclamaba: pidió antes que los demás partidos el 155; lo hizo, además, para que se celebrasen elecciones de manera inmediata; ha solicitado, sin conseguirlo pero con amplio consenso social, la intervención en la educación y en los medios de comunicación públicos catalanes, y se niega a una reforma constitucional que, tras la declaración unilateral de independencia del 27 de octubre, prime la deslealtad de los independentistas. Y amplios sectores de la sociedad española les han comprado a Rivera y los suyos este discurso. En el último barómetro del CIS, Ciudadanos escala hasta el 17,5%, a solo dos puntos y medio de Podemos. Y en la de 'El País', el partido naranja empata con el PSOE (22% de estimación de voto) y sobrepasa con amplitud a Podemos.

En otro artículo escribí que Albert Rivera había conectado con el español cabreado y humillado por lo que ha ocurrido y aún ocurre en Cataluña. Y que su partido representa a amplios segmentos de la población española, que han contemplado con progresiva indignación los avatares del proceso soberanista, inquietos ante la pasividad del Gobierno durante mucho tiempo y opuestos a que la respuesta del Estado sea más adelante una “compensación” constitucional y financiera para que Cataluña se reacomode en España. Son españoles que creen, muy por el contrario, que la situación allí se debe a 35 años de concesiones a los nacionalistas (“primero paciencia, luego independencia”) a cambio de que CiU apoyase al PSOE o al PP en la gobernación del Estado.

Foto: Miquel Iceta e Inés Arrimadas. (EFE)

Este estado de opinión cada vez más amplio lo ha reflejado perfectamente el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense Juan Francisco Fuentes, en el diario 'El País'. Termina así su artículo titulado 'Cataluña: paz por territorios':

“Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto el agotamiento del pacto autonómico en Cataluña según se concibió en la Transición, como una renuncia al programa de máximos de cada parte. La retirada del Estado ha alimentado el irredentismo en vez de apaciguarlo. Si hay una forma de salir del bucle nihilista al que se ha llegado en Cataluña es restableciendo toda la presencia del Estado que sea compatible con un autonomía y una Constitución reformadas. Por el contrario, conviene evitar la tentación de dar de nuevo un paso atrás y ceder a la presión independentista, porque ese intento de apaciguamiento, en vez de traernos la paz, aunque fuere una paz deshonrosa, nos situaría ante una nueva exigencia: esta vez, los países catalanes. Y de esta forma, al final, no tendríamos ni paz ni territorio”.

El efecto naranja de Ciudadanos está sustituyendo al morado de Podemos. Porque el partido de Iglesias cae en las encuestas por todo lo contrario

La tesis precedente es la propia de Ciudadanos: cambiar sí, pero para introducir en Cataluña los mecanismos de cohesión, coordinación y control que eviten una nueva intentona secesionista. De la que los dirigentes separatistas no se apean. Las listas electorales y la presencia al frente de una de ellas del huido Puigdemont siguen dando la razón a Albert Rivera y a su partido y procurando que toda la sociedad española asuma el efecto naranja: esto es, el fin de la política de apaciguamiento.

En España, las generaciones centrales no han vivido la transición de la dictadura a la democracia. Son grandes bolsas ciudadanas que han perdido los prejuicios y que no desean que el país siga siendo zarandeado por procesos separatistas como el catalán. Apoyan a Rivera para que se retire el sueldo a Rufián, Tardà y los demás diputados de ERC y PDeCAT que no acuden a los plenos; apoyan a Rivera en la intervención policial —bien ejecutada, naturalmente— en los tumultos de la huelga general de hace unos días, y apoyan a Rivera para que los policías nacionales y los guardias civiles ganen los mismos salarios que los miembros de los Mossos y la Ertzaintza.

El efecto naranja de Ciudadanos está sustituyendo al morado de Podemos. Porque el partido de Iglesias —y precisamente por Iglesias— cae en las encuestas por todo lo contrario: por entreguismo a las estrategias y tácticas del independentismo, por su vinculación acrítica con los comunes de Ada Colau y por la pérdida de un discurso nacional, como denunció la purgada Carolina Bescansa. Lo que han entendido Rivera y Ciudadanos —y no Iglesias— es que el nuevo discurso generacional que entiende la mayoría de españoles —y comparte— consiste en superar los prejuicios, modernizar la política de cohesión nacional, proyectarnos a Europa con todas las consecuencias, hacer un país liberal, laico y regenerado, y superar los complejos del franquismo que siguen condicionando a una buena parte de la izquierda y que sirven de coartada al independentismo.

Ciudadanos se está llevando el gato al agua en la crisis catalana. Y en la reformulación de la autonomía financiera vasca: será el primer partido nacional desde 1980 que vote el jueves en el Congreso en contra de la ley quinquenal del cupo para el País Vasco, que considera un “abuso” (Compromís también lo hará). Por lo que a Cataluña se refiere, las cosas han ido saliendo como Rivera reclamaba: pidió antes que los demás partidos el 155; lo hizo, además, para que se celebrasen elecciones de manera inmediata; ha solicitado, sin conseguirlo pero con amplio consenso social, la intervención en la educación y en los medios de comunicación públicos catalanes, y se niega a una reforma constitucional que, tras la declaración unilateral de independencia del 27 de octubre, prime la deslealtad de los independentistas. Y amplios sectores de la sociedad española les han comprado a Rivera y los suyos este discurso. En el último barómetro del CIS, Ciudadanos escala hasta el 17,5%, a solo dos puntos y medio de Podemos. Y en la de 'El País', el partido naranja empata con el PSOE (22% de estimación de voto) y sobrepasa con amplitud a Podemos.

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