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Retrato en vivo de un presidente improbable
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José Antonio Zarzalejos

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Retrato en vivo de un presidente improbable

Pedro Sánchez ha asumido su improbabilidad presidencial futura a corto plazo. Tenía dos opciones: que Iglesias le sometiese, o elevar la apuesta. Ha hecho lo segundo

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)

Entra en el estudio improvisado de la SER en la Moncloa con una sonrisa –Pedro Sánchez casi siempre sonríe-, intercambia saludos y se sienta ante el micrófono rápidamente. A la primera pregunta de Aimar Bretos, sin circunloquios, lanza el primer misil: “Estoy sorprendido y frustrado” después de haber oído a Pablo Iglesias que su propuesta de ministros sectoriales morados, con perfil técnico, es una “idiotez” y tras absorber el impacto de una consulta “precipitada y trucada” convocada el viernes pasado por el secretario general de UP sin advertirle previamente de que iba a hacerlo. Según el presidente en funciones, semejante consulta es “una mascarada para decir no en la investidura, como en 2016, y lo hará con la ultraderecha”.

Sánchez acusa a Iglesias de romper unilateralmente las negociaciones con su consulta a las bases

No hay respiro. Sánchez sigue disparando. Iglesias “ha roto las negociaciones” unilateralmente y por lo tanto “ha decaído” la última oferta que le hizo, es decir, una coalición de perfil bajo. Unidas Podemos era –en pasado- un “socio preferente” pero con él y el PSOE mantenían y mantienen discrepancias muy de fondo y no solo en la crisis de Cataluña. El presidente en funciones, concentrado, sabe que está lanzando un órdago. No solo a Iglesias, sino también a sus bases que deben votar y a las que se somete a una pregunta-trampa porque no recoge la “quinta oferta” de Sánchez. Pero el inquilino de la Moncloa extiende el reto a todos los demás: al PP y a Ciudadanos porque no quiere “depender de los independentistas”. A las 9 horas y 15 minutos del lunes, el presidente en funciones estresaba a la clase política, a su partido y al propio sistema.

Foto: Alberto Garzón. (EFE)

El viernes pasado, el secretario general del PSOE anunció en una comida que el fin de semana “meditaría”. Estaba tranquilo pero se le observaba tenso. Ha adelgazado en los últimos meses. Come poco. El viernes apuró una taza de gazpacho, media ración de lubina al horno y un poco de helado de chocolate. No bebe. Gestiona bien la inquietud de estos días pero está convencido –porque repite la idea con cierta frecuencia- de que no hay alternativa a su investidura y a un gobierno del PSOE que se quiso de “cooperación” con UP y luego de “coalición” de baja intensidad. Sin elefantes en el Consejo de Ministros. O sea, sin Iglesias, sin Montero, sin Echenique, sin Mayoral… porque además el zamorano no manda en el magma morado, “como se viene demostrando”.

A las 9 horas y 40 minutos, Pedro Sánchez ha dicho exactamente lo que quería decir después de haberlo reflexionado 48 horas. Se le nota más relajado: le han salido las palabras que quería pronunciar y no otras. Se ha controlado. Su estrategia excluye los eufemismos, los atajos o las dudas. Le propina a Iglesias un zarandeo dialéctico de los que el líder morado aplica a los demás. Si no querías taza, ahí tiene dos.

Foto: Pedro Sánchez, el pasado 2 de julio en el último Consejo Europeo extraordinario, en Bruselas. (EFE)

Carga con la responsabilidad de decirme “no” el 23 y el 25 de julio. Y que la derecha lo haga con el fardo de una nuevas elecciones si antes no se aviene a repensar su postura. Con Ciudadanos en pelea interna, el PP con un liderazgo por consolidar y con un populismo de izquierda al que Errejón le daría un mordisco si, finalmente, el 10 de noviembre hay regreso a las urnas.

Sánchez ha asumido su improbabilidad presidencial futura a corto plazo. Tenía dos opciones: que Iglesias le demediase y sometiese, o que él elevase la apuesta. Ha hecho lo segundo y jamás pasará por lo primero. El líder socialista ha vuelto a releer 'Manual de resistencia', se ha autoafirmado. Respira hondo, vuelve a sonreír, habla en el estudio de ocasión de la Moncloa, Iván Redondo le escucha en un despacho al lado con Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación, las webs ya abren edición con sus afirmaciones más rotundas, los boletines de las radios replican sus palabras y el plan para asfixiar a Iglesias se ha puesto en marcha. La presión sobre el líder de UP y su segunda –Irene Montero- va a ser intensa. Sánchez les ha echado sobre sus espaldas un Galapagar político. El presidente improbable, de momento, ha jugado todas sus cartas en una entrevista de 40 minutos. Lunes y 15 de julio. Y con calor.

Entra en el estudio improvisado de la SER en la Moncloa con una sonrisa –Pedro Sánchez casi siempre sonríe-, intercambia saludos y se sienta ante el micrófono rápidamente. A la primera pregunta de Aimar Bretos, sin circunloquios, lanza el primer misil: “Estoy sorprendido y frustrado” después de haber oído a Pablo Iglesias que su propuesta de ministros sectoriales morados, con perfil técnico, es una “idiotez” y tras absorber el impacto de una consulta “precipitada y trucada” convocada el viernes pasado por el secretario general de UP sin advertirle previamente de que iba a hacerlo. Según el presidente en funciones, semejante consulta es “una mascarada para decir no en la investidura, como en 2016, y lo hará con la ultraderecha”.

Pedro Sánchez Moncloa
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