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Una advertencia, Iglesias y el Partido Popular
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José Antonio Zarzalejos

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Una advertencia, Iglesias y el Partido Popular

Casado debe hacer cosas distintas para obtener resultados diferentes, dejar que Iglesias sea el dinamitero de la coalición y dosificar cooperación y competición con Sánchez

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, y el expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, y el expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE)
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Mañana hará 25 años de la victoria del PP en las elecciones generales celebradas el 3 de marzo de 1996. En su libro 'Ocho años de Gobierno. Una visión personal de España' (editorial Planeta 2004), José María Aznar calificó ese triunfo como “una victoria pequeña” (página 80) pero que al final resultó suficiente para gobernar, al sumar a sus 156 escaños los de Convergència i Unió y Coalición Canaria y, para la investidura, aunque sin necesidad aritmética de contar con ellos, también los del PNV. Fue una operación política interesante, porque la derecha española, unificada de manera muy distinta a la CEDA de la II República, sedujo a los nacionalismos vasco y catalán para dar carpetazo a los trece largos años de gobierno de Felipe González.

Ahora, Pablo Casado preside el PP y lo hace con un titubeante sentido estratégico. Aznar lo tuvo hace un cuarto de siglo porque partía de la unidad de todas las familias del centro derecha y, cuando llegó el momento, fue pragmático y no tuvo reparos en negociar abiertamente con los nacionalistas. Aunque las circunstancias políticas, sociales y económicas han cambiado, la fórmula de entonces sigue teniendo variables útiles en el presente. O el PP altera la rigidez de sus planteamientos, o está abocado no solo a la permanencia en la oposición, sino también a ser rebasado por Vox, al modo en que sucedió en Cataluña el pasado 14-F.

Foto: Aznar y Évole en un momento del programa. (La Sexta)

Según la advertencia coloquial, "es una locura hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes". Un consejo que la dirección del PP debe aplicarse con urgencia y que comprendería la adopción de nuevos comportamientos. Fundamentalmente, de tres:

1) La oposición se ejerce en dos versiones, una de cooperación y otra de competición.

2) Sumar aliados es ceder y transar recorriendo un camino que acorte distancias con partidos como el PNV y otros de ámbito territorial comunitario, susceptibles de prestarse a un entendimiento.

3) Establecer unos criterios básicos para comparecer electoralmente juntos los partidos de la derecha, creándole a Vox contradicciones que le resulten insuperables y reduzcan sus posibilidades ante los electorados conservadores.

Foto: El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver (i), y el jefe del gabinete de la Presidencia, Iván Redondo. (EFE) Opinión

Este domingo, Andoni Ortuzar, presidente del PNV, ha hecho unas interesantes declaraciones en 'El Correo' de Bilbao en las que, por una parte, da cuenta del acercamiento del PP a su partido (confirmado ayer por la información de Itziar Reyero en este diario) y, de otra, muestra su desconfianza ante el desvencijado Gobierno de coalición. El líder nacionalista es hombre bien dotado para el ejercicio de la política con unos análisis de la realidad en los que prima el sentido común. Su pelea con EH Bildu le obliga, además, a no cerrarse en banda y mostrarse disponible desde unos planteamientos razonables.

Pablo Iglesias no solo irrita a la derecha, mortifica a sus socios socialistas y desconcierta a su propio partido, sino que también genera anticuerpos en organizaciones como el PNV, al que sus extremismos, sus excentricidades, sus connivencias con Otegi suscitan una aversión que crece poco a poco pero sin pausa. La noticia del acercamiento de Pablo Casado con Andoni Ortuzar, y la repelencia de ambos hacia la figura y la política de Iglesias, es una oportunidad.

Los populares en el Congreso deben jugar a la cooperación y a la competición con Pedro Sánchez. Siempre que Iglesias se constituya en un disidente dinamitero del Gobierno del que forma parte con el PSOE, el PP debería apoyar a los socialistas sin rebozo, porque su objetivo no puede ser el de abatir el Gobierno actual (no está en condiciones de hacerlo) sino el de respaldar a los socialistas a los efectos de impedir el propósito de demolición institucional y social de sus socios populistas. Así construirán una alternativa. En otras palabras: ceder ahora para ganar más adelante.

Albert Rivera y Pablo Iglesias han demostrado que la 'nueva política' está desahuciada

Esta actitud, una reformulación de las relaciones con partidos como el PNV y otros de ámbito no nacional, la unificación con Ciudadanos —si Inés Arrimadas se tranquiliza y milita en el realismo— y la activación de las muchas contradicciones de Vox —un partido con menos radio de acción de lo que se supone— relanzarían el papel del PP en el medio plazo. Casado debería hacer cosas distintas de las que ha hecho para obtener resultados diferentes y permitir que se perciba con nitidez que Iglesias es el reventador del Gobierno y del propio sistema, y ofrecer la imagen real de un líder con un proyecto de país que hasta el propio Felipe González echaba en falta en la entrevista que concedió a este diario.

Un proyecto que incluya qué hacer en una Cataluña que ha entrado en fase de descomposición política e institucional —descrita este lunes por el Círculo de Economía en su 'nota de opinión'—, cómo comportarse acertadamente en el País Vasco para recuperar las posiciones perdidas y de qué manera aglutinar de nuevo las fuerzas sociales liberales y conservadoras que están por reducir a Podemos a la mínima expresión, ganar el espacio ocupado por Vox y recuperar en lo que se pueda el bipartidismo anterior a las elecciones de diciembre de 2015. Porque Albert Rivera, por un lado, y Pablo Iglesias, por otro, han demostrado que la 'nueva política' está desahuciada. Es pleistocénica. A veces, el porvenir está sugerido en el pasado, en los términos de ese excelente ensayo que publica 'Letras Libres' del mes de marzo de Timothy Garton Ash titulado “El futuro del liberalismo”.

Mañana hará 25 años de la victoria del PP en las elecciones generales celebradas el 3 de marzo de 1996. En su libro 'Ocho años de Gobierno. Una visión personal de España' (editorial Planeta 2004), José María Aznar calificó ese triunfo como “una victoria pequeña” (página 80) pero que al final resultó suficiente para gobernar, al sumar a sus 156 escaños los de Convergència i Unió y Coalición Canaria y, para la investidura, aunque sin necesidad aritmética de contar con ellos, también los del PNV. Fue una operación política interesante, porque la derecha española, unificada de manera muy distinta a la CEDA de la II República, sedujo a los nacionalismos vasco y catalán para dar carpetazo a los trece largos años de gobierno de Felipe González.

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