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Pablo, Yolanda, Francisco y la apoteosis de un error
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José Antonio Zarzalejos

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Pablo, Yolanda, Francisco y la apoteosis de un error

Díaz logra la foto con Francisco que Iglesias no consiguió y Francisco alcanza más visibilidad desde la izquierda para rememorar la influencia de Pablo VI en una España laica

Foto: Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. (EFE/David Fernández)
Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. (EFE/David Fernández)
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No es la mediocridad de su intrusión en el periodismo de opinión —o de inflamación— ni el último ni el peor de los errores (o fracasos) de Pablo Iglesias. Lo es la designación dactilar de su sucesora a encabezar las listas electorales de Podemos, Yolanda Díaz. Porque la vicepresidenta segunda es en fondo y forma su antítesis, y su propósito es deshacerse de su ya desvencijada organización, logrando por otros medios lo que él nunca alcanzó.

La ministra de Trabajo se parece a una líder morada lo que un huevo a una castaña. El 11 de noviembre pasado auguró en Valencia, en la cumbre de lideresas, el inicio de un proyecto (el suyo) "maravilloso" con el pequeño detalle de que al encuentro no fueron invitadas ni Belarra, secretaria general de Podemos, ni la ministra de Igualdad, Montero.

Casi al mismo tiempo, se declara transversal y le "regala" al PSOE la extremosidad en la izquierda, un espacio que define como "una esquina"

"Maravilloso" parece el conjuro de Yolanda Díaz que remite sus ideas y propósitos a un mundo político de confetis y serpentinas en el que ella deambula con la constante demostración de un envidiable fondo de armario que ha culminado el pasado 3 de diciembre con una portada en 'Yo Dona' —la revista femenina de 'El Mundo'— que podría reflejar, más que a una militante comunista, a una 'socialité'. Fotos filtradas acompañadas de un texto en forma de entrevista con respuestas mullidas, cómodas y transversales: "me da miedo despertar demasiadas expectativas", "no quiero ser presidenta del Gobierno" y, entre otras, "estoy en un proceso de escucha".

Casi al mismo tiempo, Díaz se declara transversal y le "regala" al PSOE la extremosidad en la izquierda, un espacio que ella define como "una esquina". Quiere ocupar terrenos más amplios y superar ese continuo histórico que desde el inicio de la democracia sitúa a la izquierda del PSOE siempre por debajo de 40 escaños que solo muy temporalmente Podemos superó y que Iglesias despilfarró. Envía un mensaje: ni como el PCE en 1979; ni como Izquierda Unida en 1996; ni como UP en 2016. Y la fórmula actual, la de 2019, tampoco. Y lo incontestable es que esa izquierda no tiene una líder/lideresa de recambio. O Yolanda o la nada.

El argentino recibió con cara de palo a Sánchez y le estampó un discurso breve en el que aludió ¡a la Constitución de Weimar!

Hoy, llega a la apoteosis de su estrategia -que es también la del error de su predecesor en el consejo de Ministros- con una insólita visita al Papa Francisco en el Vaticano, trabajada con la máxima discreción por su equipo a espaldas de la Moncloa según crónica informada de Iván Gil en El Confidencial de este viernes. Iglesias intentó una audiencia privada, pero no fue posible pese al peloteo que se trajo con Bergoglio. El argentino recibió con cara de palo a Sánchez en octubre del año pasado y le estampó un discurso breve en el que aludió ¡a la Constitución de Weimar!

A Carmen Calvo, sin embargo, le dedicó una amplia sonrisa en su corto encuentro en Roma, en octubre de 2019, y hoy hará lo propio con Yolanda Díaz que podrá esgrimir como estandarte de su transversalidad una imagen que le valdrán más que mil palabras: ella con el papa Francisco, el único que ha sido recibido con benignidad por la progresía española desde Pablo VI, un actor poco estudiado —como cardenal Montini y como cabeza del catolicismo— en la transición de nuestro país.

placeholder La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Luca Piergiovanni)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Luca Piergiovanni)

La Santa Sede dispone de un servicio de información y otro diplomático tan depurados ambos que no es posible suponer que el Papa esté desavisado de los efectos de su reunión con la posible candidata de la izquierda-izquierda en las próximas elecciones. En este asunto —como en otros— el Vaticano no da puntada sin hilo, pero siempre en favor de sus intereses. La Iglesia ha dejado de tener peso social y político en nuestro país, ya laico, y la irrupción de Francisco en el escenario nacional podría aspirar a recuperar visibilidad lográndola más rápida y efectivamente por la izquierda que por la derecha. Los caminos de la secretaría de Estado vaticana son casi tan inescrutables como los de Yolanda Díaz.

Imaginar en qué pueden coincidir Iglesias y la vicepresidenta segunda resulta, así, muy trabajoso. En la expresión de sus ideas, en absoluto. En sus procedimientos de toma de decisiones, menos aún. Y en el fondo ideológico, se encuentran distantes. Veamos: Iglesias cuando habla, golpea; Díaz, cuando declara, acaricia por duro que sea lo que diga; Iglesias cuando decide, ejecuta; Díaz, consigue; Iglesias es un comunista anterior a Togliatti, y Díaz —que escribe un fantasioso prólogo al Manifiesto Comunista— se asemeja a una izquierdista "à la page".

Ahora la ministra de Trabajo está en la operación de sacar adelante unos retoques, más o menos sustanciales, a la reforma laboral del PP, no sin antes haber conseguido que el presidente del Gobierno se comprometiese a denominarlos "derogación" tal y como simbólicamente ella porfiaba. Por lo demás, es amable en el trato, afectuosa en la interlocución y receptiva al debate desenvuelto con buenas maneras.

Entre estos últimos, callados, pero evidentes, deben incluirse los que implícitamente dedica a Pablo Iglesias del que pasa olímpicamente

En Podemos la ven como una comunista inclasificable y la observan como a una aparición mefistofélica e inevitable; los sindicatos, la adoran; la patronal, teme su capacidad de persuasión y Sánchez la evalúa en la distancia corta calculando cuándo deberá tirarla por la borda de babor o de estribor para que no frustre su travesía. Yolanda Díaz mide bien sus pasos, sus aprecios y sus desprecios. Entre estos últimos, callados, pero evidentes, deben incluirse los que implícitamente dedica a Pablo Iglesias del que pasa olímpicamente.

Díaz logrará o no articular un proyecto "maravilloso" de una especie ahora en peligro de extinción como es la izquierda a la izquierda del PSOE. Triunfará o no en llevarse por delante lo que hoy es Podemos, apenas una marca vacía de contenido ideológico y estratégico. Pero ya ha conseguido un logro que su predecesor no obtuvo: no provoca miedo, ni aversión. Y para prueba, ahí está el botón de muestra: en el Vaticano y con el Papa. Eso le hace mucho más peligrosa que a Iglesias para sus adversarios y más amenazante para el PSOE.

Iglesias siempre ha sido un controlador obsesivo, se ha percibido como el líder-guía y creyó que tal vez podía seguir haciendo pinza política desde la radio y los periódicos con Belarra y Díaz. La primera está desaparecida en combate; la segunda, se ha hecho autónoma de su dactilar designación y se ha propuesto ser "maravillosa". Búsquese el antónimo de ese adjetivo y aplíquese a Iglesias. El resultado obtenido da la clave de su último y peor error. Yolanda ha enterrado a Pablo y con su entrevista con el Papa le ha entonado un gorigori político. Se veía venir.

No es la mediocridad de su intrusión en el periodismo de opinión —o de inflamación— ni el último ni el peor de los errores (o fracasos) de Pablo Iglesias. Lo es la designación dactilar de su sucesora a encabezar las listas electorales de Podemos, Yolanda Díaz. Porque la vicepresidenta segunda es en fondo y forma su antítesis, y su propósito es deshacerse de su ya desvencijada organización, logrando por otros medios lo que él nunca alcanzó.

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