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La logorrea e hiperactividad de Sánchez como predictivas del fracaso
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José Antonio Zarzalejos

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La logorrea e hiperactividad de Sánchez como predictivas del fracaso

Sánchez ha protagonizado tres entrevistas en TV en 50 días. Un registro inédito de logorrea acompañada de idas y venidas y problemas con sus socios. Feijóo le ha cambiado el paso

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Jon Nazca)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Jon Nazca)
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El ensayo se remonta a 2010. Se titula ‘ La comunicación transformativa. Para acabar con las ideas vanas’ (editorial Península). Lo escribió en 2010 Laurent Habib, un experto reconocido en comunicación, tanto empresarial como política. En su momento, marcó un hito en la crisis de credibilidad de los políticos, los empresarios y los comunicadores, incluidos los periodistas.

Habib dedica el capítulo sexto a “la crisis de la política” (páginas 65 a 71), y bajo el epígrafe “la mentira en el corazón del poder” sostiene que “desde hace cerca de veinticinco años, la mentira se ha convertido, más que en un instrumento, en un componente del poder”. El autor llega a la conclusión de que “hemos pasado a la disociación entre la palabra y la acción. No solamente las palabras ya no comprometen, sino que fracasan en la transformación de la realidad”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal) Opinión
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Recordé estas reflexiones tras escuchar la entrevista del pasado lunes del presidente del Gobierno en Antena 3 TV. Era la tercera televisada de Pedro Sánchez —siempre en la Moncloa— en un corto espacio de tiempo. La primera, en TVE, fue el día 28 de febrero; la segunda, en La Sexta, el 14 de marzo, y la tercera, el pasado lunes, 18 de abril. Tres en poco más de mes y medio, un registro inédito y en 'prime time' diurno o nocturno. Entremedias, canutazos, intervenciones en el Congreso y ruedas de prensa con motivo de viajes, reuniones de la Unión Europea o visitas fuera de Madrid. De tal suerte que Sánchez ha caído ya en la logorrea y en la logomaquia, que consiste en atribuir más valor a las palabras que a su significación.

El presidente se ha convertido en un político empalabrado, reiterativo y circular, y, en consecuencia, imprudente, porque tanto hablar, tanto afirmar, tanto comprometerse con esto y con aquello, termina por incurrir en gruesas contradicciones, o en algo peor: en el señuelo para que piquen los ciudadanos. El presidente es remiso a comparecer en el Congreso, pero es pedigüeño al reclamar entrevistas en terreno confortable: un espacio diáfano, abierto y luminoso en la Moncloa, tan cómodo para él como poco idóneo para el indefenso entrevistador.

El presidente es remiso a comparecer en el Congreso, pero es pedigüeño al reclamar entrevistas en terreno cómodo

La cuestión es que la palabra de Sánchez vale lo que vale desde abril de 2019 hasta el presente. Habib nos relevaría de subrayar la inutilidad de esta catarata de afirmaciones en las entrevistas, especialmente ineficaces para su causa, porque con ellas ya comienza a decir cosas peregrinas o directamente increíbles y, en todo caso, torpes. Sentenciar que el Gobierno de España va de bloques es una temeridad; suponer que uno es de “centro izquierda” (el suyo) y el otro el del PP con la “ultraderecha”, el malo, implica expresar abiertamente el deseo de una colisión entre los grandes partidos. Y redimir de su radicalismo extremista a Podemos, Bildu, ERC, PCE y otros grupúsculos que le acompañan en su deriva, revela una intención tan malévola como falsa.

Omitir el nombre de Unidas Podemos como socio de gobierno sustituyéndolo por el “espacio que representaría Yolanda Díaz” indica el imposible propósito de volatilizar la naturaleza ideológica y estratégica de sus socios que, sin embargo, están ahí y ofrecen un recital de integrismo que precariza cualquier crédito a que él encabece una opción de "centro izquierda". Al sostenerlo, se produce la disociación entre la palabra y la realidad y ya —a estas alturas de la legislatura— aquella no transforma esta, de tal manera que la comunicación presidencial es ineficaz e incluso contraproducente, porque resulta intrusiva e invasiva.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)

Casi nada es como el presidente garantiza que es o que será: ni en lo económico, ni en lo social, ni en la política interna ni en las relaciones exteriores de España. De modo que entre sus palabras y los hechos se produce un pugilato continuo en el que estos acaban noqueando a aquellas. De ahí que deba salir con tanta frecuencia a la palestra para corregirse a sí mismo, para rectificarse o, directamente, para contradecir la realidad que le desmiente, sea en forma de encuestas, de datos objetivos o de realidades evidentes.

Sánchez está perdiendo pie y él lo sabe, y no solo por las encuestas. El 'espacio' de Díaz está por comprobar que exista; la vicepresidenta no cuenta con el apoyo real de Podemos (no asistió el martes a la presentación del libro de Iglesias, en expresión de su claro distanciamiento) y los republicanos catalanes ‘congelan sus relaciones’ con el Gobierno por el caso Pegasus, un supuesto espionaje a los líderes del independentismo.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibe al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Quique García)
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Busca ahora el presidente —y la tendrá— una foto de oportunidad en Kiev, enrolado en ese desplazamiento tan de 'marketing' político con Zelenski, al que algunos de sus socios tienen por un ‘ucranazi’. Su hiperactividad es otro de los síntomas de su inquietud. No hay sosiego en la Moncloa, donde sobrevuelan los síntomas predictores del fracaso. La presidencia del PP por Feijóo, que ayer presentó su plan económico de urgencia, ha cambiado el paso a Sánchez. Este PP no es el de hace unas semanas.

Por eso, es muy atinado el dicho popular según el cual “a causa perdida, mucha palabrería”. Quizás el presidente del Gobierno debería hacer un parón verbal, cesar en la verbosidad que le está caracterizando y ayudarse de Confucio, que aconseja el silencio como un buen amigo y aliado en las causas difíciles. Porque cada vez que abre la boca, sube el pan. Y nunca ha venido más a cuento esta sentencia popular tan llena de sabiduría cuando ante el optimismo impostado del Gobierno la inflación escala al 9,8%.

El ensayo se remonta a 2010. Se titula ‘ La comunicación transformativa. Para acabar con las ideas vanas’ (editorial Península). Lo escribió en 2010 Laurent Habib, un experto reconocido en comunicación, tanto empresarial como política. En su momento, marcó un hito en la crisis de credibilidad de los políticos, los empresarios y los comunicadores, incluidos los periodistas.

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