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Andalucía atropella a un Gobierno roto y a una izquierda dividida
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José Antonio Zarzalejos

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Andalucía atropella a un Gobierno roto y a una izquierda dividida

Las elecciones andaluzas de junio le alcanzan al Gobierno en su peor momento: la coalición gripada, la izquierda dividida y en crisis. Crece la verosimilitud de que Sánchez no sea candidato en las próximas generales

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/Julio Muñoz)
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/Julio Muñoz)
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Digiriendo todavía los resultados de las presidenciales francesas, con más de un 40% de voto a la ultraderecha de Le Pen, y tras la constitución en Castilla y León del primer Gobierno de coalición entre el PP y Vox, la convocatoria de las elecciones autonómicas el 19 de junio en Andalucía arrolla a un Gobierno de coalición con sus socios enfrentados irremediablemente y con sus aliados parlamentarios propinándole brutales empellones.

El papelón de Félix Bolaños al acudir a Barcelona —en domingo— a “dar explicaciones” a su homóloga de la Generalitat, sobre las ciertas o supuestas escuchas del CNI a una sesentena de cargos secesionistas, es uno de los episodios más ridículos y excéntricos de cuantos se han podido observar en un Estado de derecho cuyo Ejecutivo debería mantener actitudes de dignidad y autoestima.

El patetismo del ministro al asegurar que el Gabinete tiene “la conciencia tranquila” respecto del caso Pegasus confunde la política con el sentimentalismo lloriqueante. Y las medidas que ha desgranado para contentar, sin conseguirlo, a sus socios independentistas son todas ellas perfectamente inútiles. Y ya se verá por qué: tanto por su incapacidad para revelaciones efectivas como por el hecho de que los reclamantes quieren 'sangre' política: que rueden cabezas. O sea, que Sánchez vuelva a morder el polvo, ganarle el pulso una vez más.

Foto: El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. (EFE/Toni Albir) Opinión

Si los derechos de los supuestamente espiados han sido conculcados por el CNI al haberse producido sin previa autorización judicial, de forma individualizada y como establece la ley, ahí están los tribunales, penales y civiles, para que investiguen hasta donde puedan y deban y sancionen si fuera el caso. Pero ni va a prosperar una investigación interna en el CNI —¡qué contrasentido!—, ni el defensor del pueblo puede desvelar material clasificado, ni parece probable que se altere la mayoría (ahora de 3/5) para constituir la comisión competente, en el dique seco desde hace tres años y en la que EH Bildu e incluso ERC tocarían con las yemas de sus dedos el núcleo de la información más estratégica del Estado al que tanto aborrecen.

En esta tesitura gubernamental y de la izquierda, Andalucía será el 19-J, otra vez, de derechas y va a anticipar, de seguir las cosas como ahora, un cambio en el Gobierno central tras las elecciones generales. No sabemos en qué proporción ganará el PP los comicios autonómicos y hasta dónde llegará Vox, pero sea en coalición, sea en pacto de legislatura, la comunidad más poblada de España —más de ocho millones de ciudadanos— y la segunda en extensión se decantará por los populares, que podrán apoyarse en un Vox al alza.

Foto: Moreno durante un momento de su comparecencia esta tarde.

Y no lo hará solo porque el actual presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, haya desplegado una buena gestión, sino también porque el PSOE no tiene un candidato competitivo —Juan Espadas, exalcalde de Sevilla— y porque el resto de la izquierda —Podemos, PCE, Anticapitalistas, Más País— es un puzle inacabado e inacabable que no va a contar con el esperado y nunca iniciado 'proyecto' de Yolanda Díaz, a pesar de que ayer se manejaron hipótesis de una candidatura única que se denominaría Por Andalucía. De momento, sin confirmación, sin candidato y sin trazas de programa alguno.

Si los socios del PSOE irritan por sus taimadas maniobras, su radicalismo y su ventajismo, como el que delata el caso Pegasus —dócilmente consentido por Sánchez y sus ministros de cuota—, tanto o más lo hace el discurso económico y social del presidente, que ofrece un panorama inquietante e insincero en el que ni siquiera ha logrado desencallar en Bruselas el tope al precio del gas que se prometió para estas fechas —finales de abril— con aplicación efectiva en el mes de mayo.

Y tiene que convalidar el jueves —veremos cómo— el decreto ley de medidas de respuesta a la crisis que alcanzan solo hasta el 30 de junio. También, sacar adelante las leyes de vivienda, de seguridad ciudadana y de memoria democrática, entre otras que plantean fuertes contradicciones con sus ahora hostiles aliados parlamentarios.

Foto: Entrevista a Santiago Abascal. (Sergio Beleña)
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Si al menos el Gobierno y el conjunto de la izquierda presentasen una oferta ordenada y razonablemente coordinada, su situación mejoraría. Pero, al contrario, sus rencillas la empeoran. Ahora están en la crisis de las escuchas que el Gobierno no sabe cómo gestionar; antes fue la posición de España ante la invasión rusa de Ucrania, y antes aún, la diferencia radical de criterio sobre el Sáhara, además de las discrepancias sobre proyectos normativos y propuestas que les enfrentan de manera ensañada. Mientras, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, ora apoya al presidente, ora le critica. Díaz está empezando a perder la brújula y despilfarrar sus propios tiempos. Faltaba que el desacuerdo llegase hasta la celebración de la cumbre de la OTAN en junio. Pues bien, ya está: Podemos discrepa del evento y de su significación.

Andalucía, con la ciudad más vital de España, con Madrid, la seductora Málaga, está absorbiendo una energía demográfica, social, cultural, económica y tecnológica realmente impensable, mientras el eje Bilbao-Barcelona decae a ojos vista en prácticamente todas las variables de medición de bienestar y progreso. Aquella tierra comienza a asemejarse a la California de España. Emerge más y más simétricamente al decrecimiento de otros territorios.

No le va a funcionar a Sánchez —y más después de lo que está ocurriendo en Europaaventar el miedo a la ultraderecha por la sencilla razón de que los electores de Vox no se reconocen en el retrato presidencial. Si en vísperas electorales andaluzas todo lo que tiene que ofrecer Sánchez es ese discurso y una izquierda dividida, con el crecimiento ralentizado, la inflación en dos dígitos, los fondos europeos por repartir y una coalición gripada, las alternativas a las de Moreno Bonilla y Abascal cotizan a la baja.

Mucho más si Núñez Feijóo sigue sin molestar al presidente para no distraerle cuando se equivoca —y lo hace frecuentemente— al tiempo que dice cosas sensatas en el fondo y en la forma. Harían bien los populares en abstenerse en la convalidación del decreto ley de medidas económicas para demostrar que, además de sentido de la oportunidad, lo tienen de Estado y dejan sin efecto la capacidad hipotecante de los sedicentes aliados parlamentarios de Sánchez. Ayer el presidente del PP se puso en contacto con él en un gesto político inteligente. Y así se observaría con más claridad que el Gobierno está en puertas de la UCI y su izquierda, en desbandada. Crece así la verosimilitud de que el actual secretario general del PSOE no sea su cabeza de lista en las próximas elecciones generales.

Digiriendo todavía los resultados de las presidenciales francesas, con más de un 40% de voto a la ultraderecha de Le Pen, y tras la constitución en Castilla y León del primer Gobierno de coalición entre el PP y Vox, la convocatoria de las elecciones autonómicas el 19 de junio en Andalucía arrolla a un Gobierno de coalición con sus socios enfrentados irremediablemente y con sus aliados parlamentarios propinándole brutales empellones.

Partido Popular (PP) PSOE Félix Bolaños Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Juanma Moreno
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