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Trapero, Villarejo y la última mentira del independentismo
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José Antonio Zarzalejos

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Trapero, Villarejo y la última mentira del independentismo

El anterior jefe de los Mozos ha desmentido este domingo las teorías de la conspiración de Villarejo y de los secesionistas sobre los atentados del 17-A en Cataluña, cinco años después

Foto: Josep Lluís Trapero. (EFE/Andreu Dalmau)
Josep Lluís Trapero. (EFE/Andreu Dalmau)
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El proceso soberanista se fundamentó sobre un sentimiento de agravio colectivo manipulado ("España nos roba"), una versión histórica, remota y reciente de Cataluña (“España contra Cataluña”) repleta de falsedades y una supuesta identidad homogénea de los catalanes (“Un solo pueblo”) que tampoco respondía a la verdad. En realidad, el intento secesionista ha sido un episodio más de la crónica frustración de las clases dirigentes catalanas, políticas y burguesas, incapaces de gestionar el país en tiempos de recesión y dificultades.

La exacerbación de los verdaderos signos de identidad catalana —el idioma, las instituciones seculares— y algunas razones comprobadas de desatención del Estado, llevaron a una parte de la sociedad catalana al fracaso del extremismo, de la radicalización y a la prevalencia de lo ideológico-político-identitario sobre el progreso de una sociedad de pertenencias compartidas y a eludir el esfuerzo de gestión en momentos de graves acontecimientos económicos. Porque el independentismo nació de la metamorfosis del autonomismo catalanista de Convergencia y Unión y fue canibalizado por las fuerzas que, como ERC y la CUP, destruyeron el nacionalismo colaborativo. De aquella época no queda nada; ni la sede de las empresas cimeras de Cataluña.

Foto: Homenaje de los atentados yihadistas en Cataluña. (EFE/Alejandro García)

Cierto que Jordi Pujol y sus 23 años de gobierno cimentaron en buena medida lo que ocurrió a partir de 2010, pero tan cierto como esas políticas de nacionalización, fueron otros comportamientos corruptos generalizados en Cataluña (el 3%), la impotencia para conquistar objetivos nacionalistas fuera del alcance de la dinámica social catalana (el monolingüismo) y la baja calidad de la clase dirigente, especialmente entre 2003 y a partir del mandato de Pasqual Maragall apoyado en un tripartito que bendijo Zapatero desde Madrid con un innecesario estatuto (2006) que el Tribunal Constitucional (2010) tuvo que enmendar después de haber sido ratificado en referéndum. Añádase a todo ello, la pésima gestión —desentendida del reto auténtico que se estaba planteando al Estado— de Mariano Rajoy entre 2011 y 2018 que, tarde y mal, tuvo que aplicar el 155 de la Constitución.

El domingo pasado, Josep Lluís Trapero enterró en una entrevista en ‘La Vanguardia’ la última mentira del independentismo: que los atentados del 17 y 18 de agosto en Barcelona y Cambrils fueron alentados por “las cloacas del Estado” para frustrar la culminación del proceso soberanista. La tesis de que el imán de Ripoll —hoy hace cinco años, muerto en la explosión de Alcanar (Tarragona), mientras preparaba con otros yihadistas el explosivo para los atentados— era un confidente del CNI y que los servicios de inteligencia española “controlaban” la célula, ha sido contundentemente desautorizada por el que entonces era el máximo responsable de los Mozos de Escuadra, Josep Lluís Trapero, en octubre de 2019 apeado del cargo, absuelto en 2020 del delito de sedición, de nuevo nombrado y cesado como mayor del cuerpo policial y ahora en un puesto de menor responsabilidad.

Foto: El excomisario José Manuel Villarejo. (EFE/Fernando Villar)

Según Trapero —que dice “no reconocerse” en algunos episodios de aquellos trágicos días en los que disfrutó de un protagonismo "excesivo que no me gustó"—, fueron los Mozos “los que lideraron la respuesta al atentado y la investigación que fue coordinada con el CNP, la Guardia Civil y el CNI”, enfatizando que la colaboración “más leal fue la del CNI, no tengo ninguna duda”. Para rematar que él no tiene “ningún indicio de la teoría conspirativa y la única realidad es que el CNI fue el que más ayudó en la investigación”.

Con estas declaraciones que coinciden con el quinto aniversario de los atentados yihadistas en Cataluña —16 asesinados, 40 heridos y seis terroristas abatidos por los Mozos de Escuadra—, Trapero desmiente a sectores del independentismo que en un desesperado esfuerzo de demonizar aún más al Estado le imputaron la inducción de la masacre. Colaboró en este propósito el desdeñable José Villarejo, que en fecha tan reciente como el 11 de enero pasado y ante el tribunal que le juzgaba insistió en atribuir al entonces director del CNI, el general Félix Sanz Roldán, la inducción del crimen: “Fue un error del señor Sanz Roldán, que calculó mal las consecuencias de darle un pequeño susto a Cataluña”.

Foto: La portavoz del Govern, Patrícia Plaja. (EFE/Quique Garcia)

No era la primera vez que Villarejo —una peste en la vida pública española— acusaba al CNI de semejante despropósito, lo que sirvió al independentismo para pedir comisiones parlamentarias de investigación y a sus dirigentes hacer declaraciones de grueso calibre contra el Gobierno y el Estado, pese a que las dos sentencias de la Audiencia Nacional que recayeron en este asunto —del 27 de mayo de 2021 en primera instancia y del 13 de julio de 2022 en apelación— dejaron claro que la célula de Ripoll respondía a instrucciones del Estado Islámico —en línea con las investigaciones de Fernando Reinares y Carolina García Calvo publicadas los días 3 y 12 de agosto en la web del Real Instituto Elcano, recogidas por El Confidencial el pasado sábado—. Ni se consideró por el tribunal la añagaza conspirativa.

Cinco años después de la masacre, ha quedado claro a través de Trapero —que funde a ese mentiroso compulsivo que es José Villarejo— que el atentado fue yihadista y que el comportamiento del CNI fue ejemplar en la investigación. Cierto que hay aspectos de los hechos sobre los que cabría proyectar más luz, pero la verdad judicial alcanza hasta donde es posible hacerlo e ir más allá con teorías de la conspiración es ilegítimo y responde al fracasado objetivo del independentismo de convertir al Estado español en una realidad totalitaria para así obtener cobertura a su estrepitoso fracaso. No por ello se dejará de insistir en el conspiracionismo, pero será una forma de caricaturizar los argumentos para el mayor fiasco de la Cataluña política desde 1934.

El proceso soberanista se fundamentó sobre un sentimiento de agravio colectivo manipulado ("España nos roba"), una versión histórica, remota y reciente de Cataluña (“España contra Cataluña”) repleta de falsedades y una supuesta identidad homogénea de los catalanes (“Un solo pueblo”) que tampoco respondía a la verdad. En realidad, el intento secesionista ha sido un episodio más de la crónica frustración de las clases dirigentes catalanas, políticas y burguesas, incapaces de gestionar el país en tiempos de recesión y dificultades.

Josep Lluis Trapero Centro Nacional de Inteligencia (CNI) Independentismo
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