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De Sabino Arana a Pedro Sánchez (el 6-D y el timo de la estampita)
Sánchez ha hecho de ERC el partido de referencia en Cataluña y conseguirá que el PNV sea sustituido por Bildu, que hoy se manifiesta ‘por la república vasca’. Los tres partidos se ausentarán de la celebración del 6-D
El Gobierno de Sánchez es el primero en democracia que ha entendido la necesidad de que se produzca en Madrid y en el País Vasco la sustitución del PNV por Bildu, una coalición de tres partidos que quiere parecerse a Esquerra Republicana de Catalunya. En la concepción política del presidente socialista, tiene lógica. El PNV es más de derechas que los que se tienen habitualmente por tal.
Ocurre que, siendo de derechas y conservador, se camufla porque, con habilidad, pasa por socialcristiano, impecablemente democrático, al tiempo que mantiene la referencia fundacional de Sabino Arana y Goiri con una perseverancia y con una impertinencia de las que no hay parangón. Y lo mejor de su tuneo es que se abstiene —y en el discurso habitual, también rechaza la Constitución— pero se ampara en su disposición adicional primera para la vigencia de los derechos históricos de los territorios forales con los que obtiene un privilegiado sistema de financiación y gobierno en Euskadi.
Los líderes fundacionales de partidos que en su momento y en su circunstancia histórica, como Sabino Arana, fueron racistas, xenófobos e integristas confesionales, han sido poco a poco apartados del santoral de la organización, retranqueados en la historia y escasamente visibles socialmente. Arana, no. El fundador del PNV (1895) da nombre a la sede del partido en Bilbao (Sabin Etxea, la Casa de Sabino); la Fundación Sabino Arana es una entidad cultural orgánicamente dependiente del partido; una de las principales arterias de Bilbao es la avenida de Sabino Arana, y su tumba en Pedernales (Sukarrieta, en euskera) es lugar de peregrinación luego de que sus restos mortales vagaran por lugares diferentes desde 1937 a 1989. El Aberri Eguna —día de la patria vasca— se celebra el domingo de Resurrección como expresión de la trastienda eclesial católica de los peneuvistas que se denominan jelzales (Jaungoikoa eta Lege Zaharra o Dios y leyes viejas) que es el acrónimo de esa expresión, aunque también se utiliza la de jelkide.
Sobre el carácter racista de Sabino Arana y su integrismo católico ("Euskadi para Dios"), el PNV se ha encargado de ocultarlo, evitando que sus obras se reediten, pero algunos disponemos de algunas publicaciones muy valiosas. Por ejemplo, Sabino Arana, padre de las nacionalidades, dos volúmenes de Mauro Elizondo, editados por la desaparecida Gran Enciclopedia Vasca y que agrupan la “correspondencia inédita de los hermanos Arana Goiri” (Sabino y Luis). La lectura —son facsímiles— de las cartas entre los hermanos es, en nuestro tiempo, estupefaciente. Estos volúmenes recogen lo que se conoce como Legajo Aranzadi, porque las guardó y recopiló Engracio de Aranzadi, primer director del diario Euzkadi (con z) entre los años 1913 a 1926. Fue conocido con el seudónimo de Kizkitza y un pionero del nacionalismo vasco así que leyera en 1892 la primera obra de Sabino Arana, titulada Bizcaya por su Independencia (grafía del primer volumen).
Los nacionalistas están con la mosca detrás de la oreja con Sánchez, desconfiados hasta límites insospechados, cabreados por el suflé de Otegi
Pues bien, ahí está Sabino Arana, que sometió a Dios su Euskadi, que detestaba a los maketos (españoles) y que teorizó sobre la superioridad racial de los vascos. Este es el fundador del PNV, al que su partido sigue celebrando sin el más mínimo complejo, porque la sociedad vasca, y por extensión la española, está anestesiada por el olvido. Para ese sabinianismo no hay memoria democrática que valga. Cierto que fue hijo de su tiempo; cierto que en la época del romanticismo de finales del XIX los movimientos nacionalistas respondían a criterios insoportables hoy en día, pero también lo es que no se exhiben en el medallero como lo hace el PNV. Dejemos al margen, pero sin olvidarlo, su papel en el terrorismo etarra.
En realidad, el PNV no es exactamente un partido: se trata de una sociedad gestora de actividad política que cobra comisiones por su gestión de apoyos a los gobiernos de España y reparte luego el dividendo, creando una red clientelar sin reconocer que la Constitución fue para el País Vasco una fuente de prosperidad y de resguardo de su patrimonio tradicional. Por lo demás, el PNV ha sido un partido ambiguo: no estuvo en el Pacto de San Sebastián de 1930 para traer la II República y chalaneó con el general Mola y el Vaticano en julio de 1936, terminando por entregar a los gudaris con armas y bagajes en Santoña a las tropas italianas.
Sabino Arana, un fanático, nunca pactaría con Sánchez —ya demostró en su tiempo la reciedumbre de su soledad—, pero su partido sí. Si el fundador del nacionalismo vasco perdió o no la cabeza, propugnando al final de su corta vida una Liga de vascos españolistas, nunca se sabrá.
El PNV ha pactado y pacta a troche y moche, con métodos infalibles, pero hasta el momento solo ha encontrado la horma de su zapato en Pedro Sánchez, que le sigue manteniendo como socio (ya ha dicho Aitor Esteban que no le gusta que el PNV sea considerado socio “preferente” del PSOE) al mismo tiempo que muscula a Bildu para que, a no tardar, Eneko Andueza, secretario general de los socialistas vascos, forme en el País Vasco un bipartito o tripartito con Bildu al frente para echar a un PNV que salvo durante tres años —los del torpe Patxi López como lendakari (2009-2012)— no ha abandonado Ajuria Enea. Advertencia: los de Bildu son hijos descarriados de Sabino, pero hijos al fin y al cabo.
Los nacionalistas están con la mosca detrás de la oreja con Sánchez, desconfiados hasta límites insospechados, cabreados por el suflé de Arnaldo Otegi que compite con el suyo y obligados, antes o después, a hacer política y no solo a hacer caja. Y si no quieren taza, taza y media: los de Otegi se manifiestan hoy, día de la conmemoración del 44 aniversario de la Constitución, y lo hacen por la república vasca. O sea, que al PNV le dan desde Bildu por un lado y por el otro, al tiempo que con Sánchez han topado: los sabe de derechas y poco a poco, en su política de piqueta de las convenciones de la transición, tal como ha logrado que ERC sea la referencia catalana, terminará logrando que Bildu sea la vasca. Pero ni los republicanos catalanes, ni los abertzales de Otegi, ni los nacionalistas vascos estarán hoy en la celebración de los 44 años de libertad propiciados por la Constitución de 1978. Tres partidos con los que Sánchez gobierna en el Congreso y con los que maneja un Estado que sus socios quieren destruir. Hoy estarán ausentes de las celebraciones del 44 aniversario de la Constitución, lo que desvela a quien no quiera verlo aún que esa asociación de intereses con el PSOE de Sánchez es como el timo de la estampita a millones y millones de españoles.
El Gobierno de Sánchez es el primero en democracia que ha entendido la necesidad de que se produzca en Madrid y en el País Vasco la sustitución del PNV por Bildu, una coalición de tres partidos que quiere parecerse a Esquerra Republicana de Catalunya. En la concepción política del presidente socialista, tiene lógica. El PNV es más de derechas que los que se tienen habitualmente por tal.
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