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La liquidación sumaria de Podemos
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José Antonio Zarzalejos

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La liquidación sumaria de Podemos

Iglesias pone condiciones para converger con Díaz manteniendo el peso de Podemos. Pero ella y Sánchez prefieren la liquidación de los morados mediante juicio sumario: con rapidez y sin formalidades

Foto: Yolanda Díaz en el Congreso de los Diputados. (EFE/Chema Moya)
Yolanda Díaz en el Congreso de los Diputados. (EFE/Chema Moya)
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A estas alturas subestimar a Pedro Sánchez es una grave estupidez. No solo incurrirían en ella sus adversarios, sino, especialmente, sus aliados. Él ya sabe que la mayoría de la investidura, con ERC y Bildu como protagonistas de la "dirección estratégica del Estado", se la trabajó y se la ganó Pablo Iglesias y no él. Así quedó demostrado con el respaldo de secesionistas vascos y catalanes a Unidas Podemos el pasado siete de marzo en la sesión del Congreso en la que votaron contra el PSOE en la toma en consideración de la estratégica reforma de la ley del solo sí es sí que salvó el grupo parlamentario popular.

También sabe el jefe del Gobierno que la capacidad aglutinante de las fuerzas radicales bien demostrada por Iglesias no la sustituye Yolanda Díaz, cuya relevancia comenzó cuando el fundador de Podemos dejó la vicepresidencia segunda del Gobierno y la política activa —todo ello entre el 15 de marzo y el 5 de mayo de 2021— transformando a la gallega en legataria de su capital político para que encabezase las listas de su partido y heredase en el Consejo de ministros su espacio vicepresidencial. Como en su momento comentó Juan Carlos Monedero, esas decisiones y esa sucesión in péctore no fueron precisamente acertadas.

Foto: Yolanda Díaz e Irene Montero. (EFE/Mariscal)

Podemos está siendo para Sánchez una piedra en el zapato. Él intuía lo que estaba incorporando al Gobierno después de su fracaso electoral el 10 de noviembre de 2019: el insomnio, tanto en términos políticos como literales. Primero Iglesias, y luego Belarra y Montero, no le han dejado dormir por más que el presidente sea un tipo gélido y con una capacidad inacabable para soportar contradicciones. Todo tiene un límite, sin embargo, y lo que el secretario general del PSOE intenta ahora es que el espacio que está a la izquierda de su partido tenga una dimensión suficiente —ni mucha ni poca, solo la necesaria para hacer un tándem que vuelva a apoyarse en los secesionismos al coste que fuere preciso—, pero que se comporte con más docilidad y convencionalismo, es decir, como lo hace Yolanda Díaz.

Ha comenzado la fase crítica de la operación Sumar, que cuenta con la activa colaboración del presidente y del PSOE y el propósito de otras fuerzas de extrema izquierda que acosan a los morados: Mónica García, Colau et alii. Y consiste en que, sea lo que fuere el proyecto de Díaz, sustituya a Podemos en la hegemonía de ese espacio. A este propósito responde la exhibición de la ministra de Trabajo el pasado martes en el Congreso, durante la primera sesión del simulacro de moción de censura, y a ese propósito responden —en reciprocidad— las palabras azucaradas y amistosas de Díaz al propio presidente y a la mayoría de sus compañeros de Gobierno.

Por decirlo en corto y por derecho: Sánchez se quiere cargar Podemos diluyéndolo en el proyecto y bajo el liderazgo de Yolanda Díaz que él potenciará —a ella y a su proyecto— hasta donde crea conveniente. Porque este PSOE ha convertido en estructural la coalición con el espacio de su izquierda y con Sánchez no es posible una reformulación de la estrategia. Los socialistas se han desposado con esos grupos y lo que el socialista trata es de establecer un modelo de relación más cómodo que el de esta legislatura. Y Yolanda Díaz está de acuerdo en ese objetivo hasta donde a ella le convenga. Llegarán ambos a un punto de intersección en el que la mutualidad de auxilios se quebrará. Pero, de momento, les une la reducción de Podemos a la mínima expresión política mediante la erosión de su liderazgo en el espacio izquierdista más extremo.

Foto: Yolanda Díaz, arropada por Alberto Garzón, Joan Subirats y Jaume Asens. (EFE/Chema Moya)

Pablo Iglesias está por lo que él denomina "Frente amplio", pero con las ocho condiciones que ha expuesto con meridiana claridad el pasado día 20 en el diario Ctxt.es y que son las siguientes: 1) "A la izquierda nos gusta formar partidos, aunque no les llamemos partidos", lo cual no es negativo, escribe, siempre que se produzca una "institucionalización común". 2) La "institucionalización común" sería un "Frente amplio" con unas reglas para "establecer la correlación y los pesos de cada fuerza", lo que se plasma en las listas que pueden confeccionarse "mediante acuerdos" o, alternativamente, por primarias. 3) El acuerdo ahora sería "enormemente difícil", como se demostró en Andalucía, en donde IU, apoyada por Díaz, creía pesar más que Podemos. "Nadie en su sano juicio, escribe Iglesias, debería repetir aquello". 4) Ningún partido, sigue, "va a autodiluirse" y aduce que en 2015 Podemos obtuvo 70 diputados e IU 2 y el proceso de coalición (Unidas Podemos) "no implicó ni la disolución del PCE ni de IU". 5) Nadie puede reprochar a Yolanda Díaz que quiera llevar en las listas a gente de su confianza, sean independientes o de IU/PCE. 6) "¿Por qué son imprescindibles las primarias?", se pregunta Iglesias. Y se contesta: "Porque son la única garantía de que, en caso de que los partidos no lleguen a un acuerdo […] la unidad esté garantizada". 7) Las primarias tienen riesgo, sostiene, pero, viene a decir, son inevitables e, incluso, son disuasorias porque invitan al acuerdo para eludirlas y 8) Iglesias, por fin, se muestra seguro de que los "actores mediáticos" tratarán de condicionar el resultado de las primarias.

El líder morado, sin formularlo literalmente, pretende que este planteamiento se haga realidad con Díaz antes del 28-M, porque "no confluir sería una pésima noticia que haría casi imposible la reedición de un Gobierno de coalición". Advertencia, pues, de que el proyecto de Díaz tiene que basarse en el mantenimiento de las siglas de los partidos y en que las listas deben elaborarse mediante acuerdo o, alternativamente, a través de primarias. En otras palabras: que la vicepresidenta no puede extrapolar la plataforma de Manuela Carmena a otra de ámbito nacional que se denomine Sumar. Esto va de partidos y no de agrupaciones, movimientos o hiperliderazgos. Pero, justamente, es lo que no quieren —al menos con Podemos de por medio— ni Sánchez, ni Díaz. El pulso está en marcha y para el primero es una necesidad y para la segunda es la supervivencia de su liderazgo, que no quiere compartir con los morados. Y estos son los términos de la cuestión. La exhibición presidencialista de Díaz en el Congreso el pasado martes responde así claramente al propósito de liquidar a Podemos. Y de hacerlo de manera sumaria, es decir, al modo de los juicios en los que se procede rápidamente y se prescinde de trámites y formalidades.

A estas alturas subestimar a Pedro Sánchez es una grave estupidez. No solo incurrirían en ella sus adversarios, sino, especialmente, sus aliados. Él ya sabe que la mayoría de la investidura, con ERC y Bildu como protagonistas de la "dirección estratégica del Estado", se la trabajó y se la ganó Pablo Iglesias y no él. Así quedó demostrado con el respaldo de secesionistas vascos y catalanes a Unidas Podemos el pasado siete de marzo en la sesión del Congreso en la que votaron contra el PSOE en la toma en consideración de la estratégica reforma de la ley del solo sí es sí que salvó el grupo parlamentario popular.

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