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La operación 'split' de Sánchez y Díaz

Mañana Yolanda Díaz anunciará su candidatura a las legislativas con Sumar, pero su "espacio" está ocupado por Sánchez y el PSOE. Es una operación de desdoblamiento táctica frente a Podemos

Foto: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en una sesión de control al Gobierno en el Senado. (EFE/Mariscal)
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en una sesión de control al Gobierno en el Senado. (EFE/Mariscal)
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El PSOE de Sánchez no es socialdemócrata ni continuador de los gobiernos de González y de los de Zapatero. A quien afirma tal cosa se le olvida mencionar que sus socios son los representantes del populismo de extrema izquierda y los independentistas vascos y catalanes. Y se le olvida también que Sánchez no lidera un PSOE con la organicidad del partido que mantuvieron tanto González como Zapatero. Ninguno de ellos gobernó en coalición, sino mediante acuerdos con los nacionalistas que, aunque fueran secesionistas, se atuvieron a las reglas constitucionales y estatutarias.

Es para recordar que al primer presidente socialista de la democracia —González, en realidad, refundó el partido— le practicaron en los años noventa una pinza: de un lado el PP de Aznar, del otro la Izquierda Unida de Julio Anguita. Establecer una línea de continuidad entre los tres presidentes socialistas resulta un voluntarismo que no resiste un análisis riguroso.

Foto: Pablo Iglesias, Irene Montero y Gloria Elizo. (EFE/Javier Lizón)

Mañana Yolanda Díaz comunicará su decisión de presentarse a las elecciones generales al frente de Sumar, suponiendo que así cubre un espacio a la izquierda del PSOE. La cuestión es que, con los planteamientos de Díaz, ese espacio ya está ocupado por Sánchez, porque él es el corresponsable y líder de un gabinete "progresista" que, además de políticas sociales que resultan las más coherentes con la izquierda, aunque muchas de ellas podrían perfectamente asumirlas desde la derecha, ha impulsado otras que son propias de una izquierda extrema. Todas las medidas radicales que se atribuyen a Unidas Podemos —y más concretamente a Podemos— han sido bendecidas por el presidente del Gobierno, tales como las leyes de Libertad Sexual (solo sí es sí) y la ley Trans. Él, personalmente, ha asumido como "compromisos" propios, indultos parciales para sus aliados parlamentarios, y ha impulsado una reforma penal ad hoc también en beneficio de sus socios en el Congreso. En esa línea, ha gubernamentalizado como nunca el Tribunal Constitucional.

Ha sido Sánchez el que ha burlado la autonomía financiera y el margen fiscal de las comunidades autónomas gobernadas por el PP con el impuesto a las grandes fortunas a fin de que se eludan las bonificaciones autonómicas al de patrimonio. Ha propiciado, igualmente, los gravámenes no tributarios a la banca y las eléctricas y energéticas con bases imponibles diferentes y más gravosas —confiscatorias— a las de otros países de la Unión Europea. Ha sido él, personalísimamente, el que ha descalificado a empresarios de grandes compañías multinacionales españolas.

Ha sido su Gobierno el que ha esquinado al Congreso con centenares de decretos ley suplantando al poder legislativo y mercadeando con sus socios para lograr la convalidación de esas normas. Ha utilizado la técnica de proposiciones de ley —iniciativa legislativa de los grupos parlamentarios— en detrimento de los proyectos de ley del Consejo de Ministros que deben ser informados por los órganos consultivos para sortearlos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya) Opinión
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Sus decretos de alarma durante la pandemia han sido declarados inconstitucionales y ha pretendido mutaciones constitucionales mediante enmiendas de adición coladas en normas desconectadas temáticamente de las orgánicas que pretendía reformar. No se puede olvidar que la nueva ley de Memoria Democrática constituye una vuelta de tuerca jurídicamente innecesaria respecto de la aprobada por la mayoría socialista de Zapatero.

En el ámbito en el que se ha mostrado socialdemócrata ha sido en el internacional, pero solo en el espacio de la Unión Europea, no en otros como, por ejemplo, con la admisión de la participación de notorios socialistas en el Grupo de Puebla o con el apoyo a Cristina Fernández, expresidenta de Argentina; aunque lo más grave haya sido la entrega del Sáhara occidental a Marruecos, en una operación clandestina porque no hubo debate ni en el Consejo de Ministros —al que sí corresponde la política exterior— ni en el Congreso de los Diputados. Por lo demás, no ha podido ser más benigno con los sátrapas latinoamericanos.

Yolanda Díaz no mejoraría estos registros progresistas de Pedro Sánchez y, seguramente, su operación Sumar tiene el doble propósito de diluir a Podemos y cooperar con el socialista a obtener una mayoría suficiente para otra coalición más cómoda que la actual para el presidente. Díaz no ocupa otro espacio. Ella es el instrumento de Sánchez para una operación split que, en derecho societario mercantil, consiste en aumentar el número de acciones en circulación de una compañía, dividiendo las originales en nuevas acciones de menor valor nominal.

"Que Sánchez pase por socialdemócrata en Bruselas y no se pierda una reunión en Davos, forma parte de otro desdoblamiento táctico"

No hay en la propuesta de Díaz ningún valor añadido al que haya aportado Sánchez en el supuesto espacio que pretende ocupar. Porque la izquierda extrema es Sánchez; porque, como en otras ocasiones en la historia del partido, la izquierda de la izquierda ha estado en el socialismo y porque el secretario general del PSOE ha convertido en estructural la estrategia de sumar a la formación que se forme nominalmente a su siniestra.

Que Sánchez pase por socialdemócrata en los pasillos bruselenses, y no se pierda una reunión en Davos, forma parte de otro desdoblamiento táctico del presidente, que aprovecha la escasa relevancia informativa de España en los medios internacionales y la crisis de Ucrania —y antes de la pandemia— para alinearse con los Estados regidos por fuerzas políticas templadas que ya consienten todo, como queda acreditado en Hungría y Polonia. Así, cuando regresa a casa, aparece el rostro de Frankenstein, que es el que denunciaron un buen grupo de socialistas de larga trayectoria el pasado fin de semana que echaban en falta la continuidad histórica del partido, esa que Sánchez ha quebrado. Díaz, mañana, será la testaferro del socialista.

El PSOE de Sánchez no es socialdemócrata ni continuador de los gobiernos de González y de los de Zapatero. A quien afirma tal cosa se le olvida mencionar que sus socios son los representantes del populismo de extrema izquierda y los independentistas vascos y catalanes. Y se le olvida también que Sánchez no lidera un PSOE con la organicidad del partido que mantuvieron tanto González como Zapatero. Ninguno de ellos gobernó en coalición, sino mediante acuerdos con los nacionalistas que, aunque fueran secesionistas, se atuvieron a las reglas constitucionales y estatutarias.

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