Notebook
Por
La traición de Sánchez en el Magariños
Sánchez ha estado esperando, consistiendo y no evitando los errores de Podemos y, ya consumados, ha lanzado contra Iglesias a Díaz como ejecutora de su veganza política
Aunque se esté en las antípodas de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez, no puede dejar de reconocerse que el lanzamiento de la candidatura a la presidencia del Gobierno (presidenta segunda, según el infartado Patxi López) de Yolanda Díaz, en el polideportivo Magariños de Madrid, fue, al mismo tiempo, la escenificación de la traición del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno a Podemos y, en particular, a Pablo Iglesias. Toda una traición, además, perfectamente calculada desde mucho antes de que la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo le diese la réplica a Tamames en la moción de censura el día 21 de marzo pasado, con ínfulas de candidata ya consagrada.
Pablo Iglesias y Podemos (incluyan aquí a sus dirigentes ministras y no ministras) nunca han engañado sobre sus propósitos y objetivos. Basta leer el programa de la coalición de gobierno de enero de 2020 y otros documentos editoriales como las conversaciones con Pérez Royo y con Enric Juliana y títulos como
Se puede entender que Íñigo Errejón sea un damnificado de los procedimientos inquisitoriales de Iglesias, lo mismo que Luis Alegre o Carolina Bescansa, porque en la naturaleza del líder estaba y sigue estando la tentación darwiniana del mando único. Sánchez ya sabía que Podemos e Iglesias respondían a unas claves incompatibles con su institucionalización como partido de gobierno. Pero se abrazó a su ex vicepresidente segundo cuando no le quedó más remedio: tras el fiasco de la repetición electoral del 10 de noviembre de 2019.
Desde el momento en que PSOE y UP pactaron cogobernar, Sánchez ya estaba esperando la oportunidad de rentabilizar los errores de su socio en el Consejo de Ministros. Y esos errores se produjeron. El primero, cuando Iglesias, en marzo de 2021, dejó la vicepresidencia y el acta de diputado; el segundo, cuando el 4 de mayo de 2021 encabezó una lista en las autonómicas de Madrid en las que Errejón le tocó la cara; el tercero, cuando las ministras Belarra y Montero perpetraron dos leyes que hundieron la credibilidad de los morados: la del solo sí es sí y la trans, y el cuarto, cuando Iglesias —ingenuo y prepotente, sin conocer el paño que se gasta la gallega— nominó a Díaz como su sucesora en las listas de Podemos.
Yolanda Díaz no dijo entonces que ella “no era de nadie” ni afirmó que se desentendía de cualquier “tutela”, como aseguró el domingo cuando pronunció el más empalagoso de los discursos con que nos castiga: diálogo, suma, entendimiento, todos juntos, ilusión y otras zarandajas entre sobreactuados besos, abrazos y aplausos. Díaz aceptó el regalo de Iglesias y se complotó con Sánchez para, como ha quedado demostrado, formar un tándem en las próximas generales, siempre sobre la hipótesis, probable, de que en el 28-M Podemos se pegue un castañazo de órdago y Díaz emerja virgen de cualquier derrota, aunque la candidata no nació ayer y acumule algunos muertos en su armario (el ropero no, el otro).
Sánchez ha permitido todos los errores de Unidas Podemos en el Gobierno a sabiendas y ha hecho recaer las culpas sobre Belarra y Montero; incluso sobre Garzón, al que le espetó su preferencia por el "chuletón al punto", ridiculizándole. Desactivó el presidente los mecanismos de coordinación entre los socios, recogidos en un protocolo específico; obstaculizó la comunicación oficial de las ministras moradas en la sala de prensa de la Moncloa; las dejó solas en el banco azul del Congreso cuando caían chuzos de punta, y, en fin, amparó que Díaz simulase una mediación que, en realidad, nunca desarrolló y, sobre todo, que nunca le interesó. Volverá a hablar con Podemos después de las elecciones de mayo en un último intento de unidad que será —si se produce— un acuerdo de adhesión a su liderazgo de la izquierda a la izquierda del PSOE para entregarle el resultado de la aventura a Sánchez y así, con ella, seguir gobernando en coalición.
Sánchez sabe que la historia la cuentan los vencedores. También la traición es acusación que recae sobre el perdedor, según la celebérrima sentencia de Calderón de la Barca: “Siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence”. Claro que puede ocurrir, según reflexión cuya autoría no está clara, que “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Porque la verdad es que no se ve a los de Podemos, sean muchos o pocos, derrotados o no el 28-M, comiendo de la mano de Yolanda Díaz y, mucho menos, de Pedro Sánchez, que es el guionista de este episodio fin de ciclo. En todo caso, por más que afirme lo contrario, la coalición es una virtualidad, un espejismo. Según la última encuesta de Metroscopia, el 64% de los consultados cree “probable” que se produzca la ruptura y hasta el 66% estima que “no hay lealtad” por parte de ninguno de los socios, entre otras cosas porque el 47% supone que son más las “cosas que les separan” que aquellas que les unen.
Incógnita que se irá despejando: ¿qué táctica ahora, y qué estrategia después, van a adoptar ERC y Bildu? Porque Sánchez solo tiene dos alternativas: rompe o les compra (si eso fuese posible después de haber pagado tantos chantajes). Conociéndole, hará lo segundo antes que lo primero, pero Junqueras y Otegi, con algunos éxitos en el bolsillo, harían bien en mirarse en el espejo de Iglesias y su gente. La traición de Magariños traerá una estela de guerra civil en la izquierda en la que tanto montan los agrestes morados como la huestes sumisas del populista más auténtico y peligroso de cuantos ejercen de tales en España: Pedro Sánchez.
Aunque se esté en las antípodas de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez, no puede dejar de reconocerse que el lanzamiento de la candidatura a la presidencia del Gobierno (presidenta segunda, según el infartado Patxi López) de Yolanda Díaz, en el polideportivo Magariños de Madrid, fue, al mismo tiempo, la escenificación de la traición del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno a Podemos y, en particular, a Pablo Iglesias. Toda una traición, además, perfectamente calculada desde mucho antes de que la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo le diese la réplica a Tamames en la moción de censura el día 21 de marzo pasado, con ínfulas de candidata ya consagrada.
- La operación 'split' de Sánchez y Díaz José Antonio Zarzalejos
- Pérez de los Cobos, en el espejo de Ponsatí (el ensañamiento y la impunidad) José Antonio Zarzalejos
- La Guardia Civil, Grande-Marlaska y un Otegi "alegre" José Antonio Zarzalejos