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Los que no se callan
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José Antonio Zarzalejos

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Los que no se callan

Javier Cercas publica una recopilación de sus textos periodísticos que demuestra su lucidez; y académicos de trayectoria ideológicamente diversa denuncian el desbordamiento constitucional. Por fortuna, no se callan

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Marta Pérez)
El escritor Javier Cercas. (EFE/Marta Pérez)
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Se comienza a barruntar un leve cambio en la mansedumbre ciudadana española que no reacciona sino con resignación al deterioro del sistema democrático. Comienzan las denuncias al discurso políticamente correcto, tan querido por la izquierda más irresponsable y, en no pocas ocasiones, por una derecha que también lo es.

Me permito aconsejar vivamente la recopilación de artículos y escritos de Javier Cercas (premio de El Confidencial a la cultura en 2021) porque, más allá de mi confesada y confesable debilidad por su brillantez, imprevisibilidad e independencia de criterio, es un tipo valeroso, uno de los representantes sociales de una izquierda consecuente. El libro al que me refiero lo ha editado Tusquets y lleva por título No callar. Crónicas, ensayos y artículos. Merece la pena revisitar las tesis de un autor que, en feliz mixtificación, escribe como un intelectual y como un novelista, creando con sus textos periodísticos un género híbrido por su accesibilidad, por la limpieza de su prosa y por el arrojo y serenidad en sus exposiciones.

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Javier Cebollada)

El libro de Javier Cercas toma el título de uno de sus artículos (“No callar”), publicado en el diario El País el 14 de junio de 2020. En él, el autor catalán nacido en Extremadura advierte a sus acosadores de que “abandonen toda esperanza y dejen de linchar a este humilde plumífero. Hay tantas cosas maravillosas que hacer en esta vida: leer buenos libros, por ejemplo, o pensar sin orejeras; es divertido, ya lo verán, y sienta muy bien. Además, ayuda a salir del establo; al principio se pasa frío, es verdad, pero a la larga no hay nada como el aire puro. Sea como sea, no pierdan más el tiempo: esta vez han pinchado en hueso. La charlatanería no tiene freno, ni tampoco cura. He dicho” (página 665).

Este “No callar” de Javier Cercas ofrece una dimensión panorámica de su visión sobre los diversos temas que afectan a nuestra convivencia la memoria histórica, la monarquía, el secesionismo catalán, la izquierda, la cultura, entre otras temáticas— que descubren al verdadero intelectual, aunque a él no le guste ser considerado como tal. Pero ¿qué otra categorización merece un hombre culto, un observador que es capaz de escribir sin apriorismos, que se enfrenta a los cánones de la izquierda y de la derecha, que afirma que combate el conspiracionismo sobre el 23-F, que aplaude el discurso del Rey el 3 de octubre de 2017, que somete a un escrutinio ético e histórico el concepto de la memoria histórica y que, en fin, está dotado para la agudeza en el análisis político tanto como para la ficción? Se adhiere Cercas al sistema porque defiende la democracia y se declara contra él como novelista porque en la ficción combate contra sí mismo y sus creencias.

Se adhiere al sistema porque defiende la democracia y se declara contra él como novelista porque en la ficción combate contra sí mismo

Lo mejor de Cercas es que no es previsible, que no escribe a piñón fijo, que el radio de su acción reflexiva es irreductiblemente amplio y suma en su persona la lucidez, la buena escritura y un ánimo permanente de ironizar para enfatizar la gravedad de los asuntos. Incluso cuando zarandea los argumentos de los independentistas —lo hace con una sencilla brillantez y constancia—, emplea algún recurso sarcástico con el que elude los adjetivos gruesos. Este compendio de textos ofrece los perfiles de un autor nacido en 1962 que se inserta en una generación central que hace gozne entre las dos anteriores y las dos posteriores. A aquellas las comprende y a estas las alecciona, sin ningún espíritu dogmático.

Tampoco se ha callado el Círculo Cívico de Opinión, que el pasado día 31 de marzo emitió —se puede leer íntegro en su web www.circulocivicodeopinion.es— un documento titulado “El desbordamiento de nuestra democracia constitucional”, en el que se denuncian hasta nueve patologías del sistema, que van desde la dilación desastrosa del Tribunal Constitucional en dictar sentencias (ya se anuncia otro parón hasta junio) al abuso de poder de las mayorías, pasando por “el desfallecimiento” de la división de poderes y la ocupación de las instituciones “por personas manifiestamente identificadas con quien controla el Ejecutivo”.

Foto: Javier Cercas en Formentor, donde se desarrolla su última novela. (Iván Giménez)

El valor de este documento no solo reside en sus sensatos pronunciamientos, sino también en la pluralidad de los socios del Círculo Cívico de Opinión. A este laboratorio de ideas, bajo la presidencia del catedrático de Economía Aplicada José Luis García Delgado, pertenecen desde un Santiago Muñoz Machado hasta la catedrática Adela Cortina, Cayetano López, Juan José López Burniol, Benigno Pendás, Fernando Vallespín, José Juan Toharia o Josefina Gómez Mendoza, sin olvidar a intelectuales como Emilio Lamo de Espinosa o José Manuel Sánchez Ron, entre otros varios. Puedo asegurarles que no es fácil que personalidades tan singulares, con trayectorias ideológicas distintas —desde conservadores a socialdemócratas y liberales—, se pongan de acuerdo sobre un texto que afirma “el desbordamiento de la propia Constitución, cuyos mandatos están sufriendo una fuerte tergiversación”.

Alguno de estos académicos ha sido también redactor del informe España. Democracia menguante, que ha editado el Colegio Libre de Eméritos y que resulta un ensayo que retrata con acento crítico y preocupado el momento político de nuestro país y su desconexión progresiva de la lealtad a la Constitución de 1978. Si, como se dice en esa obra, “la democracia en España está pasando por un periodo de franca decadencia”, nadie socialmente audible puede callarse. Autores como Javier Cercas y académicos como los del Círculo Cívico de Opinión y autores como los del informe Democracia menguante, con procedencias y currículos tan diferentes, llegan a conclusiones similares. Y ese consenso en el diagnóstico reclama atención. No albergan intereses personales; no son gregarios de ningún liderazgo; no se atienen a ningún argumentario de partido. Son ciudadanos conscientes y responsables, cuando en la política nacional abundan a un lado y al otro los inconscientes y los irresponsables.

Se comienza a barruntar un leve cambio en la mansedumbre ciudadana española que no reacciona sino con resignación al deterioro del sistema democrático. Comienzan las denuncias al discurso políticamente correcto, tan querido por la izquierda más irresponsable y, en no pocas ocasiones, por una derecha que también lo es.

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