Es noticia
Salvador Illa y el nuevo poder catalán
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

Salvador Illa y el nuevo poder catalán

Illa es un hombre de Sánchez, pero de aquella manera, porque los líderes del PSC son del PSC y lo que hacen es pactar con el secretario general del PSOE, pero no se entregan a él

Foto: Salvador Illa. (EFE/Quique García)
Salvador Illa. (EFE/Quique García)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Llegar y besar el santo. Salvador Illa fue aclamado primer secretario del Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC) en diciembre de 2020, en sustitución de Miquel Iceta, y el 14 de febrero de 2021 condujo al socialismo catalán a la victoria electoral obteniendo 33 escaños en el Parlamento autonómico (de 135), los mismos que ERC, y 652.000 votos, 50.000 más que los republicanos. Su consolidación vertiginosa como líder del maltrecho PSC fue una proposición de Sánchez después de un año intenso y difícil como su ministro de Sanidad durante el primer año de la pandemia (2020-2021). Sus compañeros le acogieron con los brazos abiertos. Illa tenía una larga y reconocible trayectoria en el PSC, como secretario de Organización y como negociador de asuntos tan sensibles como el pacto para la Diputación de Barcelona o para lograr la abstención de ERC en la investidura del secretario general del PSOE.

El discurso de este político catalán con formación de amplio espectro —licenciado en Filosofía (1989) y titulado por el IESE (1993) en gestión empresarial— ha encontrado el punto adecuado en una sociedad como la catalana, que está digiriendo el fracaso de la asonada sediciosa de 2017 y que, al mismo tiempo, intenta recuperar su compostura tras el dislate independentista. Salvador Illa es un político discreto, especialmente adecuado para el momento cuasi catártico que se registra en Cataluña. Su referencia política le remite a Josep Tarradellas, lo que acredita sin necesidad de abundar mucho más en sus perfiles como un catalanista que descree de la radicalidad.

La recomposición del PSC reclama necesariamente obtener otra victoria el 28-M

En el PSC de hoy son todos los que están y están todos los que son. Fue una cantera abochornante de secesionistas. En 2014, un grupo numeroso de cuadros significativos del partido y no poca militancia crearon la disidente plataforma Moviment d’Esquerres, de vocación inequívocamente independentista. En el acto de presentación de MES estuvo, para asombro de muchos, el expresidente de la Generalitat y líder carismático del PSC, Pasqual Maragall. Desde ese año, ya iniciado el proceso soberanista, el goteo de defecciones socialistas hacia los partidos separatistas fue constante. El último en la fuga ha sido el emblemático Quim Nadal, que se dio de baja en el PSC en 2015 y que en octubre del pasado año aceptó la consejería de Universidades en el Gobierno presidido por el republicano Pere Aragonès. En ese gabinete, el gerundense se encontró con otro compañero exsocialista, Joan Ignasi Elena, al frente de Interior. En el republicanismo catalán y en el puigdemontismo, el protagonismo de anteriores dirigentes del PSC abofetea la estética de la coherencia y la lealtad, pero, por otro lado, es garantía de que Illa controla por completo una organización que ha concluido su dolorosa sangría.

La recomposición del PSC reclama necesariamente obtener otra victoria el 28-M. La implantación territorial de los socialistas allí ha sido una de sus grandes fortalezas en el pasado. El independentismo, sin embargo, le arrebató el cetro local en 2019. ERC ganó las elecciones municipales y el PSC quedó rezagado con 1.315 concejales en la comunidad y el 21,92% del voto total. Barcelona se le escapó de las manos, aunque Jaume Collboni, el de nuevo candidato a la alcaldía de la Ciudad Condal, ha sido el segundo de la alcaldesa, Ada Colau, y aspira —más por lo que representa el liderazgo de Illa y, reconozcámoslo, el tirón allí de Sánchez— a alzarse con la alcaldía, aunque su pegada política personal esté un tanto deteriorada. Tiene a mano rebasar ampliamente a Ernest Maragall (ERC) uno de los más excéntricos y descolgados políticos de Cataluña y batir a los indecisos para superar a Trías.

El PSC dispone de una idiosincrasia singularísima que suscita fuera de Cataluña una constante desconfianza. Sin embargo, es la opción en liza con mayor capacidad para recoger a los huidos del secesionismo y, por eso mismo, de empalizar un espacio libre de más veleidades sediciosas. Illa está en esa estrategia, no siempre bien comprendida en otros lares. Pero, sin alharacas, ha contemplado con pulso la descomposición del Gobierno de coalición entre ERC y Junts, ha negociado los presupuestos de la Generalitat para que Aragonés no cayera y evitar otra renovada fase de zozobra y, en fin, administra el palo y la zanahoria a sus adversarios. Es un hombre de Sánchez, pero de aquella manera, porque los líderes del PSC son del PSC y lo que hacen es pactar con el secretario general del PSOE, pero no se entregan a él. Ahí está la historia para acreditarlo desde que se produjo la fusión confederal del socialismo español y de Cataluña en el congreso fundacional celebrado en 1978.

Lo vasco reitera su condición de problema, en tanto que Cataluña comienza a salir del pozo

Salvador Illa, además, incorpora una faceta abandonada en el PSC: capacidad de interlocución fuera de Cataluña. Su red de contactos es muy amplia y apadrina la reformulación del nuevo poder catalán: cuenta con la confianza de alfiles del PSC en la gestión de grandes empresas de la SEPI (Lucena, en AENA, Hereu en Hispasat, Murtra en Indra, y Raül Blanco en la presidencia de Renfe, una entidad pública empresarial) y conecta con las grandes compañías catalanas que cambiaron su sede de Barcelona a otras capitales españolas. La gestión de ese éxodo —desde CaixaBank a Planeta, pasando por Sabadell, Abertis y hasta otro medio centenar de mercantiles de gran dimensión— es exitoso porque ha sabido hacerse entender en Cataluña y, al mismo tiempo, operar fuera de ella con una naturalidad y un mimetismo que denota la inteligencia gestora de sus responsables. Han aprendido, además, la lección de que no se puede estar repicando y en la procesión.

El País Vasco y la pornográfica polémica sobre las listas de Sortu-Bildu ha propiciado que el visor de España pase de enfocar el este catalán al norte vasco y navarro. La reputación de Euskadi ganada silenciosamente durante el tempestuoso proceso soberanista ha regresado a tiempos peores. Lo vasco reitera su condición de problema, en tanto que Cataluña comienza a salir del pozo. Vuelven a preocupar más las tierras del mitológico Aitor que las mediterráneas catalanas. Esta recomposición del poder catalán en el conjunto nacional, en el que Madrid ha alcanzado un liderazgo estructural, es lento, pero ya constante, y se somete de alguna forma a la verificación electoral del 28-M.

Llegar y besar el santo. Salvador Illa fue aclamado primer secretario del Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC) en diciembre de 2020, en sustitución de Miquel Iceta, y el 14 de febrero de 2021 condujo al socialismo catalán a la victoria electoral obteniendo 33 escaños en el Parlamento autonómico (de 135), los mismos que ERC, y 652.000 votos, 50.000 más que los republicanos. Su consolidación vertiginosa como líder del maltrecho PSC fue una proposición de Sánchez después de un año intenso y difícil como su ministro de Sanidad durante el primer año de la pandemia (2020-2021). Sus compañeros le acogieron con los brazos abiertos. Illa tenía una larga y reconocible trayectoria en el PSC, como secretario de Organización y como negociador de asuntos tan sensibles como el pacto para la Diputación de Barcelona o para lograr la abstención de ERC en la investidura del secretario general del PSOE.

Salvador Illa Noticias de Cataluña Elecciones municipales y autonómicas
El redactor recomienda