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Txapote, en la campaña
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José Antonio Zarzalejos

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Txapote, en la campaña

Que se apele al voto de Otegi y Rufián a Sánchez si tanto le aprecian, pero que se aparte al innombrable asesino de Miguel Ángel Blanco de la conversación pública en nuestro país

Foto: La imagen que dio origen al lema "Que te vote Txapote". (Europa Press)
La imagen que dio origen al lema "Que te vote Txapote". (Europa Press)
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Tal día como hoy, hace 26 años, en la madrugada del 13 de julio de 1997, fallecía en el hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián Miguel Ángel Blanco. Había entrado agonizante en la tarde del día anterior. Presentaba el impacto de dos balas del calibre 22 en la cabeza, una de ellas mortal de necesidad. José Luis Geresta Múgica, alias Oker, sujetó al joven edil popular de Ermua para que Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, le descerrajase dos tiros. El asesinato, tras dos días de secuestro, se produjo en un paraje forestal en Lasarte (Guipúzcoa), a 60 kilómetros de Ermua (Vizcaya). El tercer miembro del comando terrorista era una mujer, Irantzu Gallastegui Sodupe (alias Amaia), que le dio dos hijos al asesino material de Miguel Ángel Blanco mientras cumplían condena. El crimen lo ordenó la dirección de la banda terrorista ETA encabezada por José Javier Arizcuren, alias Kantauri.

Alguien que no sabe, seguramente, quién es Txapote ha viralizado la expresión de que sea el terrorista el que vote a Pedro Sánchez, tratando de mostrar así una febril hipérbole de complicidad del presidente del Gobierno con los que siguen sin condenar los crímenes de la banda terrorista ETA, entre ellos el de Miguel Ángel Blanco. Ayer, la intervención oportunista de Mertxe Aizpurua, portavoz de Bildu en el Congreso, condenada en 1986 por enaltecimiento de la banda terrorista, abortó en muchas conciencias el reproche que, en términos democráticos, merece manejar este tipo de eslóganes pedestres, amparándose en la dignidad de las víctimas a las que ni ella ni sus conmilitones han respetado jamás. Por eso sus palabras son todavía más repugnantes que la exclamación visceral contra Sánchez, que para su desgracia política es defendido por un personaje de la catadura moral de Aizpurua.

Foto: Acto de recuerdo a una víctima de ETA. (EFE/Javier Zorrilla)

Pedro Sánchez está experimentando la enormidad de su error al pactar con la izquierda radical abertzale, que todavía no ha hecho una catarsis ética con la condena de los crímenes de ETA, que presenta a exterroristas en sus listas electorales y con exmiembros de la dirección de la organización criminal que asumen funciones de dirección en Sortu, núcleo duro de la coalición. El presidente del Gobierno cometió un error de juicio moral de mayor envergadura que el de aquellos que le han lanzado la exclamación visceral de “que te vote Txapote”. Asunto que, victimizándose, el propio Sánchez sacó a colación en el debate con Núñez Feijóo, al tiempo que no expresó una palabra de reproche —todo lo contrario, negó la evidencia de su entendimiento con Bildu— hacia los legatarios del patrimonio pseudoideológico de la banda terrorista. De tal manera que aquellos que vivimos con intensidad hace 26 años el terrible secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco estamos especialmente desolados: por los pactos del PSOE con Bildu, por la impertinencia de Otegi —en connivencia con Rufián, jefe de filas de ERC—, que se pavonea de su poder prescriptivo en la política española y por la presencia indeseable de uno de los peores y más vesánicos criminales de la reciente historia de España en la campaña electoral, el maldito Txapote.

Todo lo que toca Sánchez lo divide, lo rompe y lo enfrenta. También a las víctimas del terrorismo que, luego del disenso sobre la admisibilidad del eslogan sobre el voto a Sánchez del terrorista, se han reagrupado ante la manipulación soez de Aizpurua, cuya defensa del jefe del Gobierno procura un invencible sentimiento de vergüenza y hasta de pasmo. Es deseable que se produzca rápidamente un acuerdo, aunque sea tácito, para que este asunto no se desborde más de lo que está. Los niveles de cortisol que registra la vida política española comienzan a ser patológicos. A medida que se acerca la posibilidad, certísima, de que las derechas logren una victoria clara el próximo día 23 de julio, está procurándose sinsentidos alarmantes, cinismos escalofriantes y enconamientos insufribles e inaceptables.

No es procedente, no es correcta la invocación al criminal Txapote, pero no es tolerable que Bildu ampare al presidente del Gobierno y se duela farisaicamente del manejo de esa expresión en atención a las víctimas de los terroristas que con tanto afán enalteció la misma Aizpurua. Sus palabras y la actitud de su coalición y los silencios de Sánchez sobre este asunto enervan lo que, en otras circunstancias, hubiese merecido un reproche cerrado.

No puede ser que en el vigésimo sexto aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco se esté produciendo este esperpento: una filoetarra que defiende al presidente del Gobierno, un Sánchez silente y victimizado y un descontrol ético generalizado propiciado por la normalización política de la que ha disfrutado el abertzalismo radical en esta legislatura. Y que, además, provocador y desafiante, anuncia —con el partido de los golpistas de Cataluña— que serán ellos los que determinen la suerte de los acontecimientos en España. Como ayer difundía en su particular newsletter Javier Ybarra, hijo del recordado Javier Ybarra y Bergé, secuestrado y asesinado por ETA en junio de 1977, que se apele al voto de Otegi y Rufián a Sánchez si tanto le aprecian, pero que se aparte al innombrable asesino de Miguel Ángel Blanco de la conversación pública en nuestro país.

Tal día como hoy, hace 26 años, en la madrugada del 13 de julio de 1997, fallecía en el hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián Miguel Ángel Blanco. Había entrado agonizante en la tarde del día anterior. Presentaba el impacto de dos balas del calibre 22 en la cabeza, una de ellas mortal de necesidad. José Luis Geresta Múgica, alias Oker, sujetó al joven edil popular de Ermua para que Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, le descerrajase dos tiros. El asesinato, tras dos días de secuestro, se produjo en un paraje forestal en Lasarte (Guipúzcoa), a 60 kilómetros de Ermua (Vizcaya). El tercer miembro del comando terrorista era una mujer, Irantzu Gallastegui Sodupe (alias Amaia), que le dio dos hijos al asesino material de Miguel Ángel Blanco mientras cumplían condena. El crimen lo ordenó la dirección de la banda terrorista ETA encabezada por José Javier Arizcuren, alias Kantauri.

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