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La marea 'abertzale' condena a la Moncloa al síndrome de Buridán
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José Antonio Zarzalejos

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La marea 'abertzale' condena a la Moncloa al síndrome de Buridán

La "paciencia estratégica" (sic) hasta localizar una "oportunidad histórica" (sic) como Sánchez ha constituido el mayor éxito de Arnaldo Otegi mientras la ansiedad y la emulación del PNV han sido sus peores lastres

Foto: Bildu celebra su resultado electoral. (Europa Press)
Bildu celebra su resultado electoral. (Europa Press)
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No es inexplicable que sociedades, como la vasca, con altos estándares de bienestar que ha registrado, sin embargo, un pasado traumático, terminen por empoderar en las urnas a los sucesores políticos de los que le infligieron sin arrepentimiento posterior tanto daño. Ayer, y aunque el voto del exterior pueda alterar el número de escaños de los 75 que estaban en juego en la comunidad autónoma vasca (25 por cada uno de los territorios), el nacionalismo en sus dos versiones (PNV y Bildu) logró un registro histórico: 54 escaños. El abertzalismo marcó su máximo con 52 en 1986 y en 2020.

Las diferencias entre el PNV y EH Bildu son significativas, pero no esenciales porque se definen, desde un conservadurismo sui géneris y desde el radicalismo izquierdista y secesionista, respectivamente, esquejes de un mismo tronco identitario que es la categoría ideológica y emocional que les confiere una naturaleza fraternal. Por eso ambas formaciones son vasos comunicantes: cuando el PNV está a la baja, como en los últimos cinco años, EH Bildu compensa la depresión y hasta aumenta el peso electoral del abertzalismo.

"Lo definitivo ha consistido en el reconocimiento por el presidente de un estatuto para Bildu de absoluta respetabilidad sin coste alguno"

Desde que Pedro Sánchez —en junio de 2018, en la anterior legislatura y en los comienzos de esta— necesitó tanto a los nacionalistas vascos como a los radicales legatarios de la banda terrorista ETA, el PNV dejó de representar en el Congreso la agencia mercantil en exclusiva de los intereses de la comunidad autónoma. Bildu entró en el mismo terreno comercial al encontrarse de bruces con la "oportunidad histórica" (sic) de colaborar con Pedro Sánchez, el primer político de la democracia española que ha antepuesto con notoriedad su desordenada ambición de poder a la dignidad del Estado y de la Nación. La "paciencia estratégica" (sic) hasta localizar un mirlo blanco como Sánchez ha constituido el mayor éxito de Arnaldo Otegi, mientras la ansiedad y la emulación del PNV han sido sus peores lastres.

La transacción de fondo entre Bildu y el PSOE de Sánchez no ha consistido ni solo ni principalmente en las concesiones legislativas, o de otro orden, de los socialistas a los abertzales a cambio del voto de investidura. Lo definitivo ha sido en el reconocimiento por el presidente del Gobierno de un estatuto para el partido nuclear de la coalición —Sortu— de absoluta respetabilidad y legitimidad políticas. Ese reconocimiento se le ha concedido por la Moncloa sin coste alguno. Ni siquiera el moral de condenar a ETA o de adjetivarla de la única manera decente de hacerlo: banda terrorista. Y pese a ello, el viernes pasado, Sánchez envío el último mensaje de apoyo a Otegi antes de los comicios: pese a las declaraciones elusivas del candidato de Bildu, mantenía su pacto. Antes, un ministro calificó a Bildu de "progresista y democrático" y el delegado del Gobierno en Madrid reclamó que le agradeciésemos sus desvelos "por los españoles" durante la pandemia.

"La competencia entre el PNV y Bildu impactará sobre las políticas de Sánchez que implicarán necesariamente un descarte"

Ocurre, sin embargo, que tan necesario es Bildu como el PNV y la paridad de fuerzas parlamentarias de ambos en Vitoria y que, aparentemente, favorece a Sánchez, en realidad le condena al síndrome de Buridán, cuyo asno murió de hambre ante el dilema de alimentarse de dos sacos iguales de heno. La metáfora es la consumación de la paradoja y del absurdo. La competencia entre el PNV y Bildu impactará sobre las políticas de Sánchez, que conllevarán necesariamente un descarte. En otro orden, será lo mismo que le ocurra en Cataluña. No se puede servir a dios y al diablo al mismo tiempo.

Las complacencias en Ferraz por el equilibrio de fuerzas de los dos partidos abertzales no deberían confundir los términos de la cuestión. Porque ahora la pelea entre ambos va a ser mucho más descarnada sin que sea relevante lo que estaba ya previsto: la repetición (veremos cómo) del apoyo del PSE a Imanol Pradales para que asuma la presidencia del Gobierno vasco, que será (o no) de coalición con los socialistas.

"Que el PP no haya logrado absorber por completo a Vox es dramático y reclama un rearme estratégico que Feijoo no aborda"

Desde que terminaron las ententes del PSE y PNV de la generación de Ramón Jáuregui y José Antonio Ardanza, los socialistas vascos han oficiado de mera compañía gubernamental. Patxi López pasó por Ajuria Enea como la luz por el cristal y lo más notable que se conoce de Idoia Mendía es su fotografía navideña en la primera página de El Diario Vasco brindando amigablemente con Otegi ("Un hombre de paz") el 24 de diciembre de 2018. El PP, ni eso. Que no haya logrado absorber por completo a Vox es dramático y reclama un rearme estratégico que Feijoo no termina de abordar.

"Fue Pablo Iglesias el que reclamó a Bildu en 'la dirección estratégica del Estado'. Podemos ya no existe en Euskadi y Díaz está hundida"

Fue Pablo Iglesias el que en el debate de los Presupuestos Generales del Estado de 2021 propugnó que Bildu se incorporarse a "la dirección estratégica del Estado" (sic). Ya lo está, no sin haber devorado al partido del mismísimo exlíder de Podemos y su sucesora dactilar, Yolanda Díaz, que, en un suma y sigue demoledor, se quedó ayer en el País Vasco al nivel de Vox: un escaño. Si la izquierda (Íñigo Errejón seguramente ya se está dando cuenta) no reacciona y se niega a ser la víctima sacrificial de Sánchez para engordar a los nacionalistas como ha pasado en Euskadi y antes en Galicia, desaparecerá a un ritmo vertiginoso.

"Las bases nacionalistas darán buena cuenta de Ortuzar y del resto de burukides"

Lo inmediato, tras los cínicos y rituales análisis según los cuales todos han ganado y nadie ha fracasado, es una lectura con mayor profundidad de los resultados. Bildu ha ganado en Gipuzcoa y en Álava y el PNV en Vizcaya. Los nacionalistas vascos van regresando al punto de partida. Vuelven a ser el partido bizkaitarra de Sabino Arana. De ahí que el territorio más poblado, el vizcaíno, le haya permitido al PNV ser el, escasamente, más votado, logrando así empatar a escaños. La confederación interna de la comunidad autónoma va a entrar en inevitable discusión. Aunque antes, las bases nacionalistas darán buena cuenta de Andoni Ortuzar y del resto de burukides. Al tiempo.

No es inexplicable que sociedades, como la vasca, con altos estándares de bienestar que ha registrado, sin embargo, un pasado traumático, terminen por empoderar en las urnas a los sucesores políticos de los que le infligieron sin arrepentimiento posterior tanto daño. Ayer, y aunque el voto del exterior pueda alterar el número de escaños de los 75 que estaban en juego en la comunidad autónoma vasca (25 por cada uno de los territorios), el nacionalismo en sus dos versiones (PNV y Bildu) logró un registro histórico: 54 escaños. El abertzalismo marcó su máximo con 52 en 1986 y en 2020.

Pedro Sánchez Bildu PNV
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