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Los cuatro éxitos con advertencia del PP en Cataluña
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José Antonio Zarzalejos

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Los cuatro éxitos con advertencia del PP en Cataluña

El PP no necesariamente puede crecer drenando solo apoyos a los de Abascal sino también activando a abstencionistas y convenciendo a un sector móvil del electorado que oscila entre la socialdemocracia y el liberal conservadurismo

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), y el candidato popular a la presidencia de la Generalitat, Alejandro Fernández. (EFE/Andreu Dalmau)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), y el candidato popular a la presidencia de la Generalitat, Alejandro Fernández. (EFE/Andreu Dalmau)
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Se está despachando con algún injustificado desdén los muy buenos resultados del Partido Popular en las elecciones catalanas del 12-M. Y se están atribuyendo, simplemente, a un supuesto discurso anti inmigratorio de Fernández y Feijóo. No es cierto. El PP ha dado con algunas teclas de las que debería extraer importantes lecciones para el futuro inmediato.

El primero de los éxitos de los populares consiste en los mismos resultados objetivos medidos en votos y en escaños. Lograr 342.000 papeletas y 15 parlamentarios no es un registro histórico, pero es muy estimable. Lo fue el que alcanzó en 2012 con 471.000 y 19 escaños. Ocurre que hace once años los populares no competían aún con un Ciudadanos en ciernes y con Vox que entonces no tenía presencia. El pasado día 12, el PP, además de absorber a los naranjas dejándolos en la escuálida cifra de 20.000 votos y fuera del Parlamento, logró extenderse por la zona central del electorado, sin rascar electores de Vox, que mantuvo sus 11 escaños y 248.000 votos. Es importante comprobar que el PP no necesariamente puede crecer drenando solo apoyos a los de Abascal, sino también activando a abstencionistas y convenciendo a un sector móvil del electorado que oscila entre la socialdemocracia y el liberal conservadurismo.

Por otra parte, la crisis del PP en Cataluña se explicaba, además de por la concurrencia de Ciudadanos y Vox, por la penitencia impuesta por los electores a la mala gestión del proceso soberanista por el Gobierno de Rajoy y por el desaguisado interno de la organización en la época de Pablo Casado. El tiempo transcurrido ha levantado el veto de su electorado allí y le ha devuelto un significativo nivel de confianza.

No es necesario, ni sería deseable, que el PP asimilase los criterios de Vox, sino que tratase de superponer los suyos ensanchando su aceptación hacia los territorios de los electores desencantados y abstencionistas y hacia los molestos e incómodos con las políticas de Sánchez. De modo que el segundo éxito del PP estriba en que dispone de potencia para penetrar en bolsas electorales ajenas a la órbita de Vox.

"El otro éxito del PP consiste en que puede abrir brecha más allá del electorado de Vox con el que no tiene que asimilarse"

Ha sido exitoso también apostar, pese unas dudas y dilaciones que no deberían repetirse, por un candidato a la presidencia de la Generalitat como Alejandro Fernández. Con él se acaba la sobreactuación popular que buscaba en Cataluña un glamur catalanista de pura cepa y, en todo caso, un perfil muy compatible con los criterios de ortodoxia que rigen en la política catalana.

El apellido Fernández es de los más usuales en Cataluña, muchos Fernández hablan catalán, se sienten catalanes y españoles y han convivido, y lo hacen ahora, con el independentismo. Alejandro Fernández es un hombre sobrio, buen orador, arraigado en Cataluña, sin afanes epatantes y, acaso, poseedor de unos atributos de normalidad, sencillez, buen criterio y expresión fluida y moderada que se acoplan bien con el ecosistema social y político de la derecha no nacionalista en la comunidad.

Foto: El portavoz del PP, Borja Sémper, durante una rueda de prensa en Génova (Isabel Infantes  / Europa Press)

El cuarto éxito popular ha consistido en dosificar correctamente las ideas fuerza de su discurso, que no se ha apartado de la defensa de los valores y criterios que se debe esperar de la derecha democrática en las circunstancias actuales de Cataluña. La tecnocracia ideológica del PP según la cual la derecha gestiona bien, pero no sabe o no puede ofrecer réplica ni vanguardismo ideológico y social a la izquierda y los nacionalismos, es un completo error en aquellas comunidades (Cataluña, País Vasco, Navarra) en las que sus opciones de gobierno son prácticamente inexistentes y en las que su deber es el de contrapesar las tendencias segregacionistas que rebasan el sistema constitucional y asentar los valores de la solidaridad, la igualdad en el contenido de la ciudadanía de todos los españoles y el afecto a las instituciones democráticas, desde la Corona a los Tribunales, pasando por la representación en las Cámaras legislativas.

La absorción de Vox por el PP es posible como lo ha sido la de Ciudadanos. La estrategia consistiría en explotar los errores de Abascal -como, en su momento, los de Rivera- y ofrecer una clara alternativa a sus proposiciones estérilmente radicales. En otras palabras: convencer al electorado más enfebrecido de Vox de que su militancia solo favorece la coartada argumental de Sánchez, fragmenta a la derecha y, en definitiva, no absorbe las aspiraciones mayoritarias de un amplio electorado que se ve mejor reflejado en una templanza política rigurosa pero serena.

"El PP puede ganar con holgura unas generales siempre que no cometa errores en las campañas y adopte estrategias sostenidas"

El voto dual en Cataluña, calculado sobre la base de los 347.000 del pasado domingo en las autonómicas, permite suponer que el PP podría ganar con holgura unas futuras elecciones generales. Pero en Génova tendrían que sacar algunas conclusiones: profesionalizar las campañas electorales; planificar estrategias y sostenerlas en el tiempo sin vaivenes y sustraerse a la dinámica de ritmos y de discurso de Sánchez y de la izquierda.

Y, por fin, el liderazgo de Núñez Feijóo es el que es. No es carismático, ni entusiasma a sus bases. Ni falta que hace. Basta con que sea eficaz, se haga entender y represente una serie de referencias que se echan en falta en la política española. En último término, el PP tiene que cumplir con el código de circulación de la política: ni volantazos, ni frenadas bruscas, ni acelerones. Velocidad de crucero y certidumbre.

¿Debe apoyar el PP la presidencia de Salvador Illa? El socialista es un hombre razonable y de buen talante y lo único inexplicable en él es que siga al pie de la letra el guion de Sánchez. Los 15 escaños populares en Barcelona no pueden servir para que el PP se comporte como en Vitoria, entregando la alcaldía al PSE, ni como en Barcelona, haciendo lo propio con Collboni, ni como en Guipúzcoa, entregando la Diputación Foral al PNV. O como hicieron los populares en mayo de 2009 en el País Vasco: sus 13 escaños invistieron lendakari a Patxi López sin contraprestación alguna, más allá del resentimiento del desagradecido encumbrado en una responsabilidad que no supo gestionar. Todo a cambio de nada.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), junto al presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernmández (i), y la candidata a las elecciones europeas, Dolors Montserrat (d). EFE / Fernando Villar

La teoría del mal menor -con los secesionistas de por medio y con un Sánchez sin límites- es un engaño que no se puede asumir ni por un supuesto patriotismo ni por un pretendido sentido de Estado, de los que carece el presidente del Gobierno.

Se está despachando con algún injustificado desdén los muy buenos resultados del Partido Popular en las elecciones catalanas del 12-M. Y se están atribuyendo, simplemente, a un supuesto discurso anti inmigratorio de Fernández y Feijóo. No es cierto. El PP ha dado con algunas teclas de las que debería extraer importantes lecciones para el futuro inmediato.

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