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El hundimiento del Partido Nacionalista Vasco (entre Otegi, Sánchez y Pradales)
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José Antonio Zarzalejos

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El hundimiento del Partido Nacionalista Vasco (entre Otegi, Sánchez y Pradales)

El parlamento vasco ha elegido lendakari al inédito Imanol Pradales Gil, probablemente, el último de este ciclo histórico del PNV abducido, absorbido y hundido por el abertzalismo izquierdista de Otegi y el progresismo mendaz de Sánchez

Foto: El presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar. (Iñaki Berasaluce/Europa Press)
El presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar. (Iñaki Berasaluce/Europa Press)
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Las elecciones europeas del 9-J han sido el último tramo de la decadencia del Partido Nacionalista Vasco. “Elección tras elección, la abstención nos ha ido comiendo y no hemos tenido capacidad de reacción porque hemos seguido insistiendo en estar con ‘los progresistas’ en un caso de acomplejamiento insólito”. Este diagnóstico, ampliamente compartido por dirigentes y militantes cualificados del PNV, lo escribió y publicó en El Correo el pasado día 16 el que fuera Diputado General de Vizcaya, José Alberto Pradera, un nacionalista de largo aliento, representante, quizá, de una fuerte corriente de opinión que considera que su partido deambula en tierra de nadie. Califica a Sánchez de “tóxico” para el electorado del PNV que “se queda en casa”, de tal modo que en la organización que lidera Ortuzar no “hay ni ideología clara ni estrategia”. Insiste el nacionalista: “El apoyo cerrado a Sánchez y Sumar es un error estratégico”.

"Una fuerte corriente de opinión en el PNV considera que su ejecutiva se ha entregado erróneamente al progresismo de Sánchez"

La postración electoral del PNV es completa. Por primera vez desde 1977 pierde unas elecciones en Vizcaya y se sitúa en el conjunto de la comunidad en tercera posición, tras el PSE y Bildu. Este proceso decadente viene de atrás, pero se aceleró en las autonómicas de abril (empató a escaños con Bildu, 27 cada uno) y tocó suelo el 9-J. ¿Por qué? El diagnóstico de los críticos es correcto: los nacionalistas han sido abducidos y absorbidos por el izquierdismo radical de Bildu y por el progresismo mendaz de Sánchez que se ha encargado de blanquearlos y dotarlos de lo que les faltaba: respetabilidad como interlocutores válidos. Entre el uno y el otro le han desalojado del territorio en el que el PNV era reconocible: un partido de las clases medias urbanas, de las rurales acomodadas, un buen gestor de los servicios públicos, vigilante de un modelo social equilibrado, santo y seña de una identidad vasca con aspiraciones de centralidad, sobre todo tras la desaparición de ETA, y con la evocación permanente de valores tradicionales en la sociedad vasca, tales como un difuso confesionalismo y la apuesta por la urdimbre familiar, el culto al trabajo y un aldeanismo de listeza sobria pero eficaz.

"El PNV ha perdido sus signos de identidad y ha expulsado a Urkullu al que se le reclama para que regrese a la presidencia del EBB"

El despido abrupto de Iñigo Urkullu fue un mal síntoma. El exlendakari representaba el último recurso de autenticidad del PNV. No es un hombre brillante en ningún aspecto, pero es un político que representaba la media del ciudadano vasco: serio, riguroso, correcto, cumplidor y con sentido institucional. Y, además, había sido previamente presidente del EBB y era el exponente del grupo de dirigentes que pasó página del largo liderazgo del fallecido Xabier Arzalluz. No debió ser tratado con el desdén que empleó la ejecutiva de su partido. Y ahora no faltan quienes le reclaman que se vuelva a presentar para encabezar la organización en sustitución de un abrasado Andoni Ortuzar que ha entregado la formación al seguidismo de la izquierda abertzale de Otegi y que se deja pastorear hasta límites inconcebibles por un Sánchez que es tóxico para los nacionalismos mesocráticos. Por eso a Urkullu no le gustaban ni Sánchez, ni Junqueras, ni Puigdemont, ni Otegi. Se mostrada así incompatible con los tiempos ‘progres’ que ha abrazado la ejecutiva nacional del PNV y, muy especialmente, su presidente, Andoni Ortuzar que suscribió con Sánchez un pacto en buena parte incumplible como se está acreditando con los que firmó el PSOE con ERC y Junts.

Pradales, con ocho apellidos castellanos, ha mostrado su complejo al declararse "solo vasco" y desear "la independencia de Euskadi"

El nuevo lendakari es, desde el punto de vista simbólico e ideológico, una pura expectativa. Se trata de un gestor preparado, sin carisma, sin trayectoria relevante en el partido y acomplejado por sus apellidos (ocho) castellanos lo que le llevó a declarar que “me siento solo vasco y estoy por la independencia de Euskadi. Desde el día en que hiciera esas afirmaciones en el diario El Mundo, el 8 de marzo pasado, el personaje y su partido perdieron la mejor carta de la que disponían: Pradales Gil podía haber sido la renovación inclusiva del nacionalismo vasco. Oportunidad perdida. Sus predecesores, Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe… no necesitaron declamar esa profesión de vasquismo a ultranza. Pradales sí y esa es su debilidad por muy vascoparlante que sea. En una de las salidas de la N-1, la localidad de Pradales, en Burgos, señala llamativamente el toponímico del que trae causa el apellido del lendakari. Uno más entre la mayoría de los apellidos de los vascos: Martínez, Gómez, Fernández, Sánchez… exactamente igual a como ocurre en Cataluña.

"El debate de un nuevo Estatuto serviría solo para que Bildu siguiese en la hipérbole separatista que el PSE no podría parar y arrollaría al PNV"

A Pradales le van a dar hilo unos meses. Pero el secretario general del PSE-PSOE no ha querido incorporarse al Gobierno de coalición en el que los socialistas tendrán cuatro carteras. En el acuerdo de gobierno que se presentó parcialmente (“para no dar munición a la oposición antes de la investidura”) vuelve a plantearse la reforma del Estatuto de 1979.

Como ha escrito Ramón Jáuregui, tiene sentido esa modificación si incluye a la gente de Otegi. No es probable que suceda así. Si Bildu se incorpora a ese consenso sería para desguazar el actual Estatuto y volver a las hipérboles separatistas. El PSE no lo podrá impedir y Pradales carece de entidad para ponderar la situación. No hay razones de peso para que se reinicie ese debate que solo es del interés de los radicales en la estrategia de establecer esa suerte de confederación a la que aspiran en Vitoria y en Barcelona. En el Parlamento vasco la mayoría absoluta está en manos del PNV y de Bildu (54 escaños sobre 75). Introducir el debate de una reforma estatutaria sería tanto como prender una mecha en un arsenal de explosivos. Si los nacionalistas se enredan en esa iniciativa, saldrán trasquilados. El apartado relativo al autogobierno (punto 30 de la parte conocida) del programa de la coalición es tan gaseoso, inconcreto y vacuo que resulta imposible conocer qué grado de compromiso han asumido los socialistas con el PNV en una eventual reforma del Estatuto de 1979.

La dinámica del PNV ha de ser exactamente la contraria a la reformulación del actual marco jurídico de Euskadi: consolidación de la autonomía que es la más alta de una comunidad en toda Europa, abrir ventanas para airear el provincialismo que se respira allí, atención a las clases medias, recambio generacional en el partido (más mujeres y dirigentes más jóvenes) y signos de identidad que no sean los de Sabino Arana. O sea, moderación y centralidad. Y coherencia.

"Si por Cataluña se frustra la legislatura y hay nuevas elecciones, el PNV tendría un resultado catastrófico"

Es claro y definitivo que, o el PNV se libera del complejo progresista y entra en una catarsis, se distancia de Sánchez y se emplea a fondo en recuperar la sintonía con los sectores centrales de Euskadi, o su actual hundimiento no será reversible. Le estaría pasando como a todos los socios de Sánchez (menos a Bildu), sea Junts, sea ERC. Decaen porque el socialista es letal para los que le secundan tan frívola y desconcertadamente como lo ha hecho este desconfigurado PNV. Si, para infortunio de los nacionalistas, Cataluña sigue desarbolada y su ingobernabilidad provoca elecciones generales, los nacionalistas vascos, sin tiempo para su refundación, sufrirían una derrota catastrófica.

Las elecciones europeas del 9-J han sido el último tramo de la decadencia del Partido Nacionalista Vasco. “Elección tras elección, la abstención nos ha ido comiendo y no hemos tenido capacidad de reacción porque hemos seguido insistiendo en estar con ‘los progresistas’ en un caso de acomplejamiento insólito”. Este diagnóstico, ampliamente compartido por dirigentes y militantes cualificados del PNV, lo escribió y publicó en El Correo el pasado día 16 el que fuera Diputado General de Vizcaya, José Alberto Pradera, un nacionalista de largo aliento, representante, quizá, de una fuerte corriente de opinión que considera que su partido deambula en tierra de nadie. Califica a Sánchez de “tóxico” para el electorado del PNV que “se queda en casa”, de tal modo que en la organización que lidera Ortuzar no “hay ni ideología clara ni estrategia”. Insiste el nacionalista: “El apoyo cerrado a Sánchez y Sumar es un error estratégico”.

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