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Las selecciones catalanas y el dilema del Barça (otra zancada confederal)
El reconocimiento internacional de las selecciones deportivas catalanas es un aspecto del pacto ERC-PSC más viable que otros y, de prosperar, sería un paso más en el modelo confederal con el dilema del Barça
Esquerra Republicana de Catalunya no se ha dejado nada en el tintero. Todas sus pretensiones se imponen en el acuerdo de investidura de Salvador Illa, según el texto facilitado por los republicanos, no desmentido por los socialistas. Así, en el apartado epigrafiado "Catalunya y su proyección europea e internacional" (pincha aquí para leerlo) se incluye el reconocimiento de las selecciones deportivas catalanas.
El texto constata que "teniendo en cuenta la vitalidad del deporte federado catalán, la tradición histórica y el arraigo social, así como la alta participación y capilaridad territorial, se continuará trabajando por el máximo reconocimiento del deporte catalán en todos los niveles". Para lograrlo "se promoverá la proyección internacional de las federaciones deportivas catalanas y el reconocimiento de las selecciones deportivas catalanas". La previsión es que se cree una "oficina del Gobierno adscrita al Consejo de Deportes que promoverá las selecciones deportivas catalanas […]" añadiendo que al amparo de la ley del Deporte de 2022 (artículo 48.2) podrán optar por la participación directa en el ámbito internacional […].
Es incuestionable que las competiciones deportivas internacionales excitan los sentimientos del más básico patriotismo nacionalista, incluyendo el español. La victoria de la Roja en la Eurocopa y los Juegos Olímpicos, han sido los más recientes ejemplos de cómo las gestas deportivas se convierten en factores de cohesión identitaria. A veces, con expresiones toscas y siempre simbólicas como esas de envolverse en la bandera o lagrimar cuando en el podio se escucha el himno nacional. Los deportistas más afamados se convierten con frecuencia en auténticos prescriptores políticos, como Mbappé a propósito de las elecciones legislativas en Francia o Carvajal y Morata ("Gibraltar español", sin olvidar el episodio de desdén a Pedro Sánchez en la recepción de la selección de fútbol en la Moncloa). Llamó mucho la atención el apoyo de cierta prensa deportiva escocesa a la selección española en la final frente a la de Inglaterra, en línea con el desprecio hacia La Roja de esa cumbre de la política que es Arnaldo Otegi al que la victoria española dijo no concernirle en absoluto, incluso denotando que le fastidiaba.
Este fenómeno lo explica el académico, especializado en la sociología del deporte y en sus distintas derivadas, el profesor de la Universidad Pompeu Fabra, José Luis Pérez Triviño. En su ensayo titulado ¿Es justificable el nacionalismo deportivo? sostiene que "los destinos del nacionalismo y del deporte parecen encontrarse vinculados profundamente, ya que el deporte se ha convertido en un vehículo para la expresión de sentimientos nacionalistas, de forma que no es extraño que las autoridades políticas de los Estados lo utilicen para sus propósitos de "construcción nacional", o bien es utilizado para dar alas, en otros casos, a los movimientos separatistas. Tampoco es raro que se utilice el deporte para cohesionar o para aumentar la resistencia interna, o bien para apuntalar al propio gobierno en momentos de dificultad o de crisis".
En definitiva, el deporte de competición internacional es una variable de la construcción del imaginario nacional que deriva frecuentemente en nacionalismo radicalizado. Tiene, pues, toda la lógica que ERC desee que ese aspecto de la nacionalización catalana esté contemplado en el combo de la financiación pactada y singular para Cataluña, la imposición del idioma catalán sobre el castellano o la proyección internacional de la comunidad. Otra cosa es que sea sencillo que las selecciones catalanas puedan desgajarse de las españolas y participar como tales en las competiciones oficiales internacionales. Aunque no es una pretensión tan alejada de la realidad como el llamado "cupo" catalán o la presencia propia y singular en los organismos internacionales.
La ley del Deporte a la que apelan los republicanos, muy reciente, de 2022, establece efectivamente en su artículo 48.2 que "las federaciones deportivas autonómicas podrán participar directamente en el ámbito internacional, si la federación internacional correspondiente contempla su participación, en el caso de modalidades o especialidades deportivas con arraigo histórico y social en su respectiva Comunidad Autónoma, o bien en el caso de que la federación autonómica hubiera formado parte de una federación internacional antes de la constitución de la federación española correspondiente". Y añade que "en tales supuestos, la participación de la federación deportiva autonómica en competiciones oficiales internacionales se producirá previo acuerdo con el Consejo Superior de Deportes. Tal acuerdo conllevará el apoyo conjunto a la integración de la federación autonómica en la federación internacional".
Se arguye la excepción británica para reforzar la reclamación catalana. Efectivamente, en algunas disciplinas deportivas (fútbol, críquet y rugby) existen federaciones y selecciones inglesa, escocesa, galesa e irlandesa. Solo en los Juegos Olímpicos comparece una selección unitaria del Reino Unido. Es debido a una razón histórica. En cuanto al fútbol se refiere, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) se creó en 1902 cuando ya existían las cuatro selecciones en el Reino Unido que, además, compiten en otras tantas ligas domésticas. De admitirse en España la selección catalana, ¿jugarían los clubes de esa comunidad en la liga española o tendrían que hacerlo en una liga estrictamente catalana? La BBC se planteó cómo sería la situación del Barça en el caso de que hubiese una selección catalana de fútbol que compitiese en el circuito internacional en el supuesto de una independencia y la respuesta fue inequívoca: estaría fuera de la liga española o, en el mejor de los casos, debería optar. Sandro Rosell se inclinó por la ley del embudo: el Barça participaría en la liga española como el Mónaco en la francesa. Dilema para el Barça, sin duda.
Así como en otros aspectos el pacto de investidura de Illa es inviable, este en materia de selecciones deportivas no lo sería. Por eso, quizá, el nuevo presidente de la Generalitat ha creado en su equipo una consejería solo de Deportes. El consejero nombrado es Bernardo Álvarez Merino (Reus, 1977), jugador de baloncesto que participó durante ocho años en la liga ACB. Después, además dedicarse al entrenamiento, fue miembro del Comité Organizador de los Juegos del Mediterráneo de 2018. Hasta su nombramiento era el segundo teniente alcalde de Tarragona. Un perfil muy adecuado para el propósito que persigue el pacto entre ERC y PSC.
Que haya selecciones catalanas no depende solo del Gobierno (Consejo Superior de Deportes), sino también de los organismos internacionales del fútbol y de otras disciplinas deportivas. Uno y otros ya las han permitido y aceptado los torneos amistosos. En ellos han jugado repetidamente las selecciones futbolísticas de Cataluña y de Euskadi. De prosperar el reconocimiento de la primera, en diez minutos habrá solicitud para que la segunda no sea menos. Y así, paso a paso, también en lo deportivo, se avanza hacia el modelo ‘confederal’ destrozando el autonómico constitucional. Que es de lo que realmente se trata.
Esquerra Republicana de Catalunya no se ha dejado nada en el tintero. Todas sus pretensiones se imponen en el acuerdo de investidura de Salvador Illa, según el texto facilitado por los republicanos, no desmentido por los socialistas. Así, en el apartado epigrafiado "Catalunya y su proyección europea e internacional" (pincha aquí para leerlo) se incluye el reconocimiento de las selecciones deportivas catalanas.
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