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Trapero y Pérez de los Cobos, otra victoria separatista y otra derrota del Estado
Mientras Illa encumbra al 'icono pop' policial del independentismo, Grande-Marlaska hace la vida imposible al que fuera coordinador de los Mozos, Guardia Civil y Policía Nacional el 1 de octubre de 2017
Lo anunció durante la campaña electoral: Josep Lluís Trapero sería, si alcanzaba la presidencia de la Generalitat de Cataluña, el nuevo director general de la policía autonómica. Y el pasado día 26 Salvador Illa cumplió su promesa. El que fuera mayor de los Mozos de Escuadra entre abril y octubre de 2017, nombrado por Carles Puigdemont, destituido de inmediato el día 28 de ese mes tras la aplicación de las medidas amparadas en el artículo 155 de la Constitución, ha regresado al escenario de la política catalana. Trapero es un funcionario conflictivo. De idas y de venidas. También fue nombrado en noviembre de 2020 para el mismo cargo del que fue apeado, pero duró poco: fue cesado por el consejero de Interior del Gobierno de Aragonès, Joan Ignasi Elena, en diciembre de 2021.
El actual es su tercer retorno a un puesto de mando policial, esta vez de la mano de la socialista Núria Parlon, una de las consejeras en la que Illa ha depositado más confianza. En el escalafón es la tercera autoridad política de la policía catalana. La jefatura suprema la ejerce el presidente de la Generalitat, el mando superior la responsable de Interior y a Trapero le corresponde la ejecución de la política gubernamental en el área de seguridad global competencia de los Mozos de Escuadra, cuerpo que cuenta con un contingente de 18.000 efectivos. En un nuevo giro biográfico —ahora ya como político— Trapero envió el pasado martes una carta lírica a todos los policías del Cuerpo autonómico.
¿Por qué este regreso extemporáneo de Trapero? Solo puede entenderse como una técnica de impacto favorable en los sectores sociales independentistas. Es un flashback con la intención del apaciguamiento de los ardores secesionistas y para que determinadas instancias se desarmen de los últimos recelos sobre el 'españolismo' del nuevo presidente. A fin de cuentas, Trapero forma parte del martirologio separatista porque fue juzgado por la Audiencia Nacional por sedición y absuelto en sentencia de octubre de 2020. Con él fueron procesados la intendenta del Cuerpo, Teresa Laplana, el exdirector Pere Soler y el secretario general de la Generalitat, Cesar Puig. La fiscalía pedía fuertes penas de prisión —entre diez y cuatro años— por los hechos del 20 y 21 de septiembre de 2017: el acoso a la Guardia Civil con ocasión del registro por orden judicial de la consejería de Economía de la Generalitat y por los que acontecieron el 1 de octubre de ese mismo año. En base a 'contraindicios' (sic), la Audiencia absolvió a todos ellos con el voto en contra de la presidenta de la Sala, Concepción Espejel.
Trapero fue el 'icono pop del independentismo' en las jornadas trágicas de los atentados terrorista islámicos en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017. Surgió de su mano una auténtica 'policía patriótica', infiltrada de agentes al servicio del secesionismo, como se comprobó en la fuga de Puigdemont el pasado 8 de agosto. Se imprimió su rostro en camisetas y circularon con profusión fotografías y vídeos del mayor en una cena veraniega (un 'guateque' se denominó) en la casa de Pilar Rahola en la que interpretaba una canción de Serrat tocando la guitarra al lado de Puigdemont y otros dirigentes secesionistas. No pareció haber duda entonces de que Trapero era connivente con el independentismo. Sus decisiones y comportamientos, según la Audiencia Nacional, no fueron delictivos, pero tal absolución de responsabilidad criminal no empece a que sí fueran extremadamente ambiguos. Trapero fue reactivo a cualquier colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en las horas posteriores a los atentados terroristas de agosto de 2017; lo fue igualmente en el manejo de la concentración agresiva y multitudinaria a la Guardia Civil en septiembre de ese mismo año; y las autoridades policiales centrales impugnaron su papel en la jornada del referéndum ilegal el 1-O.
Por esas razones, por esa ambigüedad, por esas idas y venidas, por su significación, su ascenso triunfal a la dirección general de la policía catalana —no deja de ser un reconocimiento retrospectivo— consuma el sometimiento del socialismo, uno más, al 'relato' secesionista ya reflejado en los pactos de Sánchez con Junqueras y Puigdemont y que se ha introducido en el ordenamiento jurídico interpretativo en la exposición de motivos de la ley de amnistía. Además, el mismo socialismo que encumbra a Trapero, con lo que eso supone en términos políticos, es el que está haciendo lo imposible por humillar al que, a petición del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y de su fiscalía, fue el coordinador tanto de los Mozos de Escuadra como de la Guardia Civil y de la Policía Nacional el 1 de octubre de 2017: el coronel de la Benemérita, Diego Pérez de los Cobos.
El mando de la Guardia Civil ha recordado en muchas ocasiones —y lo testificó ante la Sala de enjuiciamiento del proceso soberanista en el Supremo— cómo se desarrolló la tensa reunión de la Junta de Seguridad el 28 de septiembre de 2017 en Barcelona en la que advirtió de las insuficientes medidas que adoptaban los Mozos para evitar la consulta ilegal. Pérez de los Cobos dispone de una trayectoria incuestionable. Fue asesor en materia de seguridad con Alfredo Pérez Rubalcaba y, luego, con sucesivos ministros, tras haber pasado por el País Vasco en la lucha antiterrorista y representar a la élite dirigente de la Guardia Civil. La animadversión constante de los independentistas se ha cobrado venganza a través del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Le destituyó de su cargo de jefe de la Comandancia de Madrid —la más importante de España— y le trampeó en el ascenso al generalato. No satisfecho con la cacicada, el ministro acaba de impedir con subterfugios que el coronel pueda intervenir en los actos del doce de octubre, fiesta del Pilar y de la Guardia Civil.
Diego Pérez de los Cobos ha batido al ministro dos veces ante el Supremo, cuya Sala Tercera ha anulado, primero, su destitución y, luego, el proceso de ascenso al generalato que omitió sus méritos, resolución aún por ejecutar.
En la persona de Diego Pérez de los Cobos el PSOE y el Gobierno humillan, y derrotan, otra vez al Estado, no solo por la arbitrariedad de sus decisiones respecto del coronel de la Guardia Civil que protagonizó una misión histórica en la crisis catalana, sino, además, y con saña, con el encumbramiento de Josep Lluís Trapero, su némesis, aquel 'icono pop' de los separatistas que ha pasado por todas las manos: las de Puigdemont, las de Aragonès y, ahora, también por las del socialista Illa. Pérez de los Cobos, que podría haber solicitado la excedencia en el Cuerpo y haber fichado con ganancia en el sector privado, quiere seguir en la Guardia Civil hasta que se reconozcan sus merecimientos objetivos y alcance el generalato. Su trayecto inmediato no será tan fácil como el de Trapero, pero sí mucho más digno.
Lo anunció durante la campaña electoral: Josep Lluís Trapero sería, si alcanzaba la presidencia de la Generalitat de Cataluña, el nuevo director general de la policía autonómica. Y el pasado día 26 Salvador Illa cumplió su promesa. El que fuera mayor de los Mozos de Escuadra entre abril y octubre de 2017, nombrado por Carles Puigdemont, destituido de inmediato el día 28 de ese mes tras la aplicación de las medidas amparadas en el artículo 155 de la Constitución, ha regresado al escenario de la política catalana. Trapero es un funcionario conflictivo. De idas y de venidas. También fue nombrado en noviembre de 2020 para el mismo cargo del que fue apeado, pero duró poco: fue cesado por el consejero de Interior del Gobierno de Aragonès, Joan Ignasi Elena, en diciembre de 2021.
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