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Sánchez enfrenta a su generación (el ejemplo, entre muchos, de Óscar López)
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José Antonio Zarzalejos

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Sánchez enfrenta a su generación (el ejemplo, entre muchos, de Óscar López)

El nuevo ministro es interesante como exponente del 'cambio de bando' de los socialistas de entre 45 y 55 años que prosperaron con el PSOE clásico de Rubalcaba y que ahora secundan a Sánchez

Foto: El nuevo ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López. (EFE/Daniel González)
El nuevo ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López. (EFE/Daniel González)
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El actual ministro de Transformación Digital y para la Función Pública, exdirector del Gabinete del presidente del Gobierno, Óscar López, escribió en 2018 un notable ensayo titulado ‘Del 15-M al procés: la gran transformación de la política española’. El relato estaba bien construido y trataba de responder entonces al ya previsible fin del bipartidismo y a la emergencia de nuevos partidos, concretamente, de Podemos y de Ciudadanos. El autor encabezaba su introducción con una cita de Felipe González según la cual España tendría “un arco político a la italiana, pero nos faltarán italianos para gestionarlo”. El diagnóstico de López sobre el futuro político de nuestro país es coherente con la lógica socialdemócrata de corte convencional, pero delatando vocación de futuro dada su edad (nació en 1973) y su no escasa trayectoria política. Era, en definitiva, el relato de un político que deseaba seguir siéndolo.

López fue casi todo en el PSOE desde los primeros años de este siglo. Ya en 2005 estuvo en la Ejecutiva del partido, ocupó escaño en el Congreso en dos legislaturas, lideró el socialismo castellano leonés, compitió por la Junta con poco éxito y culminó su trayecto cuando en el 38 º Congreso del PSOE el nuevo secretario general, el fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, le encomendó la secretaría de organización, ocupando así el número tres de la jerarquía interna, solo por detrás de Elena Valenciano, vicesecretaria general.

Entre febrero de 2012 y julio de 2014, López vivió, y también coprotagonizó, acontecimientos muy importantes en el socialismo. Por una parte, la crisis de la Corona con la abdicación de Juan Carlos I que fue una operación de alto voltaje en la que el PSOE dirigido por Pérez Rubalcaba resultó decisivo, y por otra, estuvo en los entresijos de la Declaración de Granada que es hoy un documento de obligada lectura porque planteaba la migración del Estado autonómico a otro federal pero con un respeto absoluto a los procedimientos de reforma constitucional que requeriría. Nada que ver con el trampantojo de la ‘federalización’ que propone este PSOE.

Los que dicen conocer bien a Óscar López no terminan de entender el tránsito de su militancia desde la socialdemocracia a la adhesión cerrada a Pedro Sánchez. Cuando en julio de 2021 el presidente le encomendó la jefatura de su Gabinete (responsabilidad de mayor envergadura que un ministerio), designando como su adjunto a Antonio Hernando, otro socialista de la época de Pérez Rubalcaba que ofició de portavoz parlamentario en la sesión de investidura de Mariano Rajoy (2016) en la que el PSOE se abstuvo, se pensó que Sánchez ofrecía un gesto de ortodoxia al PSOE de González y de Rubalcaba. No fue así sino todo lo contrario: López ha sido un colaborador necesario en la destrucción del patrimonio del socialismo de la Transición y del pacto de 1978.

Los que dicen conocer bien a López no entienden el tránsito desde la socialdemocracia a la adhesión cerrada a Sánchez

Cierto es que ha mantenido la discreción (quizás, la opacidad) en estos años en la Moncloa, pero su primera intervención como ministro en sustitución de José Luis Escrivá (¿una patada hacia arriba?) ha sido especialmente abrupta, casi pendenciera (“hablaré y habrá para todos”, “Feijóo hace el ridículo”) como si quisiera emular al otro Óscar del Gabinete, el follonero Puente. Y aunque no le cuadra ese papel, tampoco pareció cuadrarle su confraternización con Sánchez, viniendo él del socialismo ortodoxo. ¿Quién es más auténtico? ¿El López de antaño o el de hogaño?

No es que el nuevo ministro por sí mismo tenga una especial relevancia. La tiene como epítome o referencia de un fenómeno cuyo significado se comienza a desentrañar y que consiste en la ruptura interna de una generación vertebral en la izquierda española, socialdemócrata, que ha debido tomar posición ante el dilema que le han planteado las políticas de Sánchez y sus decisiones siempre contradictorias con promesas anteriores, en un ejercicio de funambulismo y falsedad que ha alcanzado ya todo su potencial de impertinencia y descaro.

Foto: Óscar López en una imagen de archivo. (Europa Press/Eduardo Parra)

La generación del presidente es la que hoy calza entre los 45 y los 55 años, un colectivo con expectativas de presencia pública y vocación política que se encontró en 2018 en una bifurcación existencial: continuar en una coherencia evolutiva, pero no rupturista, con la ideología progresista o apostar por el aventurerismo de un modelo como el de Sánchez, con unos perfiles autocráticos que son tan obvios que resultan obscenos, pero que funcionan en términos de poder en sociedades ya casi irreversiblemente polarizadas. Unos han tomado la decisión de López (hacer un quiebro a su registro biográfico) y otros exactamente la contraria (mantenerse en posiciones reconocibles de su anterior trayectoria). La consecuencia es la quiebra, la división y, a la postre, la confrontación de lealtades generacionales.

Ramón González Férriz, un brillante periodista nacido en Granollers en 1977, analista de este periódico que ha vivido esta convulsión generacional, ha tenido el acierto de explicar en ‘La ruptura. El fracaso de una (re) generación' cómo se ha producido esta grieta. El relato es breve, enjundioso y, sobre todo, desprendido de ampulosidades. Y bastaría un párrafo para resumir la cuestión. Este: “Una parte relevante de los miembros de ese grupo informal [se refiere al denominado ‘Cachopos’, jóvenes maduros de tendencia izquierdista y, en su momento, dialogantes, bien avenidos y divertidos] no solo celebró que el PSOE volviera al poder, sino que muchos de ellos se incorporaron al Gobierno con cargos en la Moncloa o en distintos ministerios. Otra parte relevante de ese grupo informal no solo lamentó que el PSOE llegara al poder gracias al apoyo de partidos nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, además de Unidas Podemos, sino que estaba convencida de que esos puestos podrían haber sido suyos. Que unos tuvieran el poder y otros no o, en general, que unos estuvieran cerca de él y otros no, provocó un tribalismo que nadie habría creído posible solo unos meses antes. Todo se volvió posicional” (páginas 23 y 24).

La generación del presidente, un colectivo con expectativas de presencia pública y política que se encontró en una bifurcación existencial

Exactamente lo que relata González Férriz es lo que está ocurriendo en la generación de izquierda que Sánchez ha roto. Es lo que explica que muchos de los otrora jóvenes que germinaron bajo la guardería política del socialismo más tradicional se hayan comprometido con las tesis de Sánchez que Pérez Rubalcaba, y ahora también Felipe González, impugnó. Incluso a costa de su propia coherencia. Así, causa perplejidad el nombramiento del nuevo jefe del Gabinete de Sánchez, Diego Rubio, un hombre joven, bien formado, cuya tesis doctoral en Oxford se titulaba ‘La ética del engaño’. Un texto (pinchar aquí para su lectura íntegra) que merecería un capítulo aparte pero que ya adelanta que una parte de la generación anterior a la de López, la de los 30 a los 40 años, ha renunciado a determinados valores que son de época. Rubio sostiene que “el engaño mediante la omisión de la verdad tiene muchas ventajas sobre la mentira”. Lleva varios años en el Gabinete de Sánchez y parece que sus criterios han dejado huella y seguirán haciéndolo.

El ministro de Transición Digital y para la Función Pública es solo la expresión, quizás ya estructural en determinados ámbitos, de un desnorte en las ideas y en las actitudes políticas de marchamo progresista sea lo que fuera la médula ideológica de ese concepto que se ha convertido en un significante vacío. Así se explica el desquiciamiento de la izquierda en España.

El actual ministro de Transformación Digital y para la Función Pública, exdirector del Gabinete del presidente del Gobierno, Óscar López, escribió en 2018 un notable ensayo titulado ‘Del 15-M al procés: la gran transformación de la política española’. El relato estaba bien construido y trataba de responder entonces al ya previsible fin del bipartidismo y a la emergencia de nuevos partidos, concretamente, de Podemos y de Ciudadanos. El autor encabezaba su introducción con una cita de Felipe González según la cual España tendría “un arco político a la italiana, pero nos faltarán italianos para gestionarlo”. El diagnóstico de López sobre el futuro político de nuestro país es coherente con la lógica socialdemócrata de corte convencional, pero delatando vocación de futuro dada su edad (nació en 1973) y su no escasa trayectoria política. Era, en definitiva, el relato de un político que deseaba seguir siéndolo.

Óscar López Pedro Sánchez
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