:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F0c5%2F63d%2Fa5d%2F0c563da5def6cac2db3cbe025cb5b55e.png)
Notebook
Por
Sobre Errejón y su "banda" como garantía de impunidad (Sánchez y Díaz, desaparecidos)
Para Errejón, dos ideas eran claves y una de ellas esencial: "En la vida hay que tener una banda". La tenía, pero se la lleva por delante e implosiona a la izquierda, mientras Sánchez y Díaz ponen tierra de por medio
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ff52%2F643%2Fdb5%2Ff52643db5c0d10e99fc6bbcf480bfe59.jpg)
En septiembre de 2021, Íñigo Errejón publicó su autobiografía a la que en este blog se le dedicó un comentario que es oportuno recordar. El mismo día de su presentación, una de las víctimas de su conducta 'inapropiada' refiere un episodio, denunciado ya en la Policía y en curso en el juzgado de instrucción correspondiente, de un acoso brutal que, de confirmarse, podría costarle una condena penal. En Con todo. De los años veloces al futuro, el político, ahora caído, se diagnostica a sí mismo como un tipo con desequilibrios. Tres años después, se han confirmado.
La idea clave de Errejón es que él no podía estar solo sino amparado "en una banda" (sic) que fue la que le proporcionó impunidad
Errejón refería somatizaciones casi permanentes por ansiedad y desconcierto, mostraba una dinámica autodestructiva y describía su desenvolvimiento en la vida pública como una especie de calvario contradictorio en el que no encontraba su lugar. En definitiva, Íñigo Errejón nos estaba gritando —sobre todo a su entorno— que su 'personaje' era una enorme simulación, un engaño. No pocos de sus compañeros y amigos lo sabían y no hicieron nada para rescatarle. Mantuvieron la falsedad, quizá para sostenerse en el privilegio.
Él, en vez de desaparecer, de irse, comprobó que le protegía la impunidad de su doble discurso y del desdoblamiento de su personalidad. Y que le amparaba su entorno. Errejón escribió en 2021 sobre la garantía de su protección: "[…] dos cosas que serán clave en toda mi vida: la idea de que no hay cuerpo que se sostenga solo y la de que hay que tener una banda" (página 19 de Con todo. De los años veloces al futuro). Pues sí, 'la banda' le ha cubierto durante demasiado tiempo. Complicidad de unos y culpa invigilando de otros. Resultado: implosión de la izquierda gobernante.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fc25%2F981%2F2e6%2Fc259812e6ab9ec95e4da0ab2277d6b0e.jpg)
Es llamativo —o quizá, no— que en esta situación crítica, Yolanda Díaz no se haya hecho presente, ella tan de gustos notorios, y que el presidente del Gobierno se haya limitado a postear un mensaje de apoyo a su derruida vicepresidenta sin decir esta boca es mía. O sea, que ambos hayan puesto tierra de por medio. Estas ausencias, que encomiendan manejar la crisis a los segundones, son el epítome del principio de fin, el resultado de la implosión.
Errejón, sin embargo, como ayer comentaba un socialista de pro, en privado, es 'una puta bomba' para determinada izquierda. Aquella que ha sostenido el feminismo inquisitorial que tira de denuncia anónima, que dice una cosa y hace otra, aquella que nos dicta cómo hemos de comportarnos, cómo hemos de hablar, cómo hemos de alimentarnos. Aquella izquierda integrista, reaccionaria, que es la que sentencia qué es lo bueno y qué es lo malo, lo que se puede y no se puede hacer. Amelia Valcárcel, una adelantada del verdadero feminismo, en su imprescindible ensayo titulado La civilización feminista, ya advirtió de que, con la alteración del lenguaje, con la neolengua de gabinete publicitario […], no se fabrican libertades" (página 249). Esa es la jerga en la que parlaba Íñigo y en la que se reconocen los que le jaleaban y que ahora se muestran 'consternados'.
Errejón y tantos otros, en esta época "progresista" de Sánchez y Díaz, opacan a la izquierda honrada, coherente y sana
El comportamiento de Errejón, aislado de su contexto, resultaría un caso más. Pero inserto en el discurso feminista ultra y jupiterino de la izquierda que lideran Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, constituye un juicio sumario con un veredicto de hipocresía, doble moral y mendacidad. Porque si Errejón debió ser extirpado (y curado) de sus confesadas 'adicciones', ¿acaso Monedero no dejó de abonar lo que debía a la Hacienda del Estado?, ¿es que Echenique no estaba obligado a pagar la seguridad social de su asistente?, ¿no resulta insultante que se abandere la pelea social por la vivienda para todos mientras se instala la familia en un chalé con jardín y piscina en Galapagar?, ¿es conciliable el purismo verbal de las huestes de Díaz y Sánchez con el caso sórdido y chabacano (en los aspectos íntimos) que se presiente en el asunto de José Luis Ábalos y Koldo?, ¿hablamos de las mariscadas zafias del tabernario caso Berni? El problema es que el fariseísmo viene de muy atrás y hasta el momento ha quedado sin impugnación, ni moral, ni ideológica, ni táctica, ni estratégica. La izquierda en el poder ha redundado de continuo en el discurso de una ejemplaridad postiza.
La derecha, pese a sus fechorías, aventaja a la izquierda en que no hace gala de la insoportable superioridad moral del progresismo
Incluso cuando caen a plomo las acusaciones y se terminan por reconocer su autenticidad, aflora la superioridad moral de esa izquierda que ha encontrado en Sánchez la perseverancia en la mentira y la hipocresía. La despedida de Errejón no es solo críptica en su redacción, que lo es. Además, es mezquina porque transfiere su personalísima responsabilidad a la toxicidad del 'neoliberalismo' del que se habría contagiado y al 'patriarcado' que resultaría ser como un paradigma que le habría devorado. Es falso. Pero ese concepto —la mentira— es la losa que lastra a esta izquierda de Sánchez y de Díaz y opaca, sepulta e invisibiliza a la izquierda honrada, coherente y sana, que la hay en España, aunque siga absorbida por el liderazgo, también tóxico, del secretario general del PSOE, por la dinámica inquisitorial del falso feminismo y por ese progresismo estúpido y amanerado importado del elitismo universitario en Estados Unidos.
La veracidad en la política, desde los ensayos de Hannah Arendt, es el auxilio que rescataría a la política del pozo séptico de la mentira y la simulación en la que ahora chapotea en España y en otros muchos países. Es insoportable, además, que los mendaces sigan entonando la monserga ejemplarizante entre el escepticismo más general de los ciudadanos. Reza esto también para la derecha a la que asiste una 'ventaja', por así decirlo, sobre la izquierda, y es que nunca ha alardeado de superioridad moral, quizá porque es mucho más consciente de sus fechorías.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F888%2F23a%2Fd21%2F88823ad21f7e74442dcd29fa42f46376.jpg)
La izquierda española en el poder, a pachas con los independentismos más voraces, y el caso de Errejón lo demuestra cabalmente, es especialmente detestable porque hace certera la reflexión de Arendt cuando escribió que "la verdad, aunque resulte impotente y siempre salga derrotada en un choque frontal con los poderes establecidos, tiene una fuerza peculiar: hagan lo que hagan quienes ejercen el poder, son incapaces de descubrir o inventar un sucedáneo viable de ella. La persuasión y la violencia pueden destruir la verdad, pero no pueden reemplazarla" (página 72 del ensayo Verdad y mentira en política, edición de Página Indómita). Hannah Arendt, de nuevo, tenía razón. Y ayuda con su racionalidad ética a proyectar un potente foco de luz sobre las inquietantes imposturas que padecemos que, siendo de distinta naturaleza, convergen para procurar el derrumbamiento de esta izquierda tan sectaria que, reñida con la autenticidad, nos mal gobierna.
En septiembre de 2021, Íñigo Errejón publicó su autobiografía a la que en este blog se le dedicó un comentario que es oportuno recordar. El mismo día de su presentación, una de las víctimas de su conducta 'inapropiada' refiere un episodio, denunciado ya en la Policía y en curso en el juzgado de instrucción correspondiente, de un acoso brutal que, de confirmarse, podría costarle una condena penal. En Con todo. De los años veloces al futuro, el político, ahora caído, se diagnostica a sí mismo como un tipo con desequilibrios. Tres años después, se han confirmado.