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Censura a Sánchez y el teniente general (R)
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José Antonio Zarzalejos

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Censura a Sánchez y el teniente general (R)

Sánchez desiste del 'cordón sanitario' contra la 'ultraderecha' en la UE, no por rescatar a Ribera -que será una comisaria bajo sospecha- sino por salvarse él de la explicitud de un fracaso en el centro de gravedad de Europa

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
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El día de hoy es uno de esos 'superjueves' políticos que marcan un antes y un después. Tras la comparecencia de Teresa Ribera en el Congreso que, como Mazón y como Fernando Grande-Marlaska, no asumió responsabilidad alguna en la gestión de la tragedia de la DANA en Valencia, y con la ausencia en el hemiciclo del responsable último de la omisión gubernamental, grave e inmoral, Pedro Sánchez, el Partido Popular debería pasar del dicho al hecho y presentar una moción de censura con el compromiso de convocar de inmediato elecciones generales.

Porque, además, si Víctor de Aldama ‘raja’ ante el magistrado Ismael Moreno en el caso Ábalos; si no prospera, que ya no lo hará en aspectos sustanciales, el paquete fiscal del Gobierno y si, en fin, sigue el goteo incesante de informaciones que acreditan el prevalimiento intolerable de la mujer del presidente en la gestión de sus intereses personales, una ciudadanía progresivamente instalada en la antipolítica no podría entender que no se produzca una reacción depurativa que sanee la irrespirable situación de la vida pública en España.

Las seis mociones de censura en democracia, incluso las cinco fracasadas, tuvieron consecuencias y aportaron aprendizajes

La moción de censura (artículo 113 de la Constitución y 175 a 179 del Reglamento del Congreso de los Diputados) fue contemplada por los constituyentes para que no prosperasen. Velaron más por una supuesta estabilidad política que por la verdadera adjetivación parlamentaria del sistema. De las seis mociones presentadas desde el inicio de la democracia solo salió adelante la de Sánchez contra Rajoy, con la colaboración insólita de los secesionismos y nacionalismos vasco y catalán que llevan seis años cobrando el dividendo por la ‘inversión’ de situar a un “insensato sin escrúpulos” (sic del editorial del diario El País de 1 de octubre de 2016 titulado Salvar al PSOE) en la presidencia del Gobierno.

Sin embargo, todas las mociones de censura han tenido consecuencias políticas. Por supuesto, la de 1980 contra Suárez porque predijo su caída; la de 1987 contra González porque acabó con el frágil liderazgo de Hernández Mancha en Alianza Popular; la primera contra Rajoy (2017), porque fue premonitoria de la de 2018, las dos contra Sánchez presentadas por Vox, la primera (2020) testimonial, y la segunda (2023, con la candidatura de Ramón Tamames), excéntrica. De todas estas iniciativas se dedujeron, no obstante, aprendizajes.

Una censura serviría para saber a qué carta se queda la ciudadanía: la antipolítica de 'el pueblo salva al pueblo' o una alternativa institucional

El único grupo parlamentario que puede presentar la moción de censura es el del PP porque requiere la firma de 35 diputados. El debate reglamentario de la censura debe concebirse como una gran oportunidad de mostrar en el escaparate parlamentario el desastre gubernamental en prácticamente todos los órdenes y comprobar, al tiempo, que los populares disponen de una alternativa que ofrece un horizonte a la actual situación. La moción, además, obligaría a Sánchez a una nueva negociación con sus socios, alguno de los cuales está ya al borde de la disidencia abierta, decepcionado por las engañifas gubernamentales consumadas en esa la ‘lonja’ (sic de Gabriel Rufián) en la que han convertido el Congreso.

La iniciativa coincidiría, por si fuera poco, con el compromiso alcanzado ayer entre populares, socialistas y liberales de votar a los radicales de derechas (‘ultraderecha’ pura y dura en su jerga de combate) como miembros destacados de la Comisión: al italiano Raffaele Fitto, cuota de Meloni y tan vicepresidente como Ribera y al húngaro Olivér Várhelyi, cuota de Orbán. Y en el paquete, a la todavía ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

Obviamente, Sánchez desiste del ‘cordón sanitario’ contra la ‘ultraderecha’, no por rescatar a Ribera -que será una comisaria bajo sospecha y averiada en su reputación política y gestora- sino por salvarse él de la explicitud de un fracaso en el centro de gravedad de la Unión. A saber, qué tendrán que decir al respecto Sumar, Podemos, ERC y el BNG. Y, naturalmente, Vox, cuyo presidente lo es de Patriotas por Europa, grupo que en el Parlamento Europeo suma 84 escaños.

Que un teniente general en la reserva asuma la vicepresidencia para la reconstrucción da que pensar por muy adecuado que sea su perfil

Es muy probable, que como amenazó ayer la inefable vicepresidenta primera del Gobierno e infausta ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de la gestión previa y posterior de la tragedia en Valencia se deduzcan responsabilidades que ella adjetivó de ‘judiciales’ eludiendo la calificación de ‘penales’. Seguramente será así, pero habrá para todos, incluidos Ribera y Grande-Marlaska, además de Mazón y el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar. De hecho, ya se tramitan en un juzgado valenciano diligencias de investigación penal por homicidios imprudentes.

De añadidura, el Gobierno ya ha asumido que está en ‘minoría parlamentaria’, una de las pocas verdades que profiere Pilar Alegría, normalizando el caos, y el PSOE en los prolegómenos de su 41 º Congreso Federal al que llega con grietas silentes, con un acuerdo del PSE con ERC que compromete una financiación de Cataluña inviable e inocula la desconfianza hacía el Concierto vasco y el Convenio navarro y con una tarea de reconstrucción en Valencia en donde la riada se habría llevado hasta el 0,3% del PIB nacional. Y el país, sin Presupuestos Generales del Estado.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/André Coelho) Opinión
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En estas condiciones, Feijóo, a tenor de sus contundentes repuestas a Carlos Herrera en la COPE el martes pasado, ha de mover ficha. Desde luego, votar negativamente a Ribera en Bruselas (como, sin motivo de la envergadura del actual, hicieron en 2014 los socialistas ante la candidatura del popular Arias Cañete) y presentar una moción de censura con carácter inmediato. Incluso si no triunfase, que sería lo más probable, porque Sánchez sigue siendo la ‘oportunidad histórica’ para Otegi et alii. Pero hay fracasos que son triunfos y victorias (las pírricas) que son fracasos. La inacción, por un excesivo cálculo de riesgos, defrauda más que la asunción de las nuevas reglas del juego que pasan por introducir en el convencionalismo de la era ‘pretrumpista’ algunos gramos de audacia solvente. Más que nada para saber a qué carta se quedan los ciudadanos, si con la antipolítica de ‘el pueblo salva al pueblo’ o con una alternativa institucional caso de que se perciba.

El Rey parece haber sugerido algunas ideas con sus comportamientos. Y que un teniente general en la reserva asuma la dirección de la reconstrucción de la zona de Valencia asolada por la catástrofe, siendo coherente con los perfiles aceptables en este momento histórico, da mucho que pensar. Por ejemplo, que la clase política en general está depauperada.

El día de hoy es uno de esos 'superjueves' políticos que marcan un antes y un después. Tras la comparecencia de Teresa Ribera en el Congreso que, como Mazón y como Fernando Grande-Marlaska, no asumió responsabilidad alguna en la gestión de la tragedia de la DANA en Valencia, y con la ausencia en el hemiciclo del responsable último de la omisión gubernamental, grave e inmoral, Pedro Sánchez, el Partido Popular debería pasar del dicho al hecho y presentar una moción de censura con el compromiso de convocar de inmediato elecciones generales.

Pedro Sánchez DANA
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