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PP-Vox, la alternativa que viene (de Bruselas a Sevilla)
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José Antonio Zarzalejos

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PP-Vox, la alternativa que viene (de Bruselas a Sevilla)

La alternativa al 'nuevo frente popular' que sale del congreso del PSOE no puede ser otro que una coalición de las derechas ya asumida sin 'cordón sanitario' por la izquierda en Bruselas

Foto: Feijóo y Abascal en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)
Feijóo y Abascal en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)
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El PSOE se ha echado al monte en Sevilla. En la ponencia política del Congreso, superficial, pero muy significativa por los términos que maneja, no hay rastro de socialdemocracia alguna. El texto no deja de ser una sucesión de epítetos propagandísticos ("megarricos", "fondos buitre", "seudomedios", "extrema derecha y derecha extrema", "internacional ultra", "capitalismo financiero") que trata de expresar el eslogan del encuentro: 'España adelanta por la izquierda'. Como era de rigor, las Juventudes Socialistas e Izquierda Socialista, han vuelto a plantear la abolición de la Monarquía Parlamentaria.

En realidad, el lema del 'adelantamiento por la izquierda' intenta comunicar de forma muy explícita que el PSOE está zampándose a la extrema izquierda y ocupando su lugar, al modo de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. De ahí a un 'nuevo frente popular', media un trecho muy corto. El resto del 41° congreso se resume en la aclamación hoy al líder, atrincherado frente al acoso de la corrupción, las falsedades electorales, la colonización de las instituciones y el entendimiento con fuerzas antisistema que le facturan precios exorbitantes para mantenerle en el poder.

El PSOE se alía en Bruselas con los 'ultras'

Este griterío asambleario de consignas se compadece mal (o quizá, no) con el voto aprobatorio de los eurodiputados socialistas al nuevo colegio de comisarios de Ursula von der Leyen, que incluye al menos a dos eximios representantes de la 'internacional ultra' que denuncia la ponencia política del PSOE. Teresa Ribera, averiada comisaria española, caracterizada por un fundamentalismo anacrónico en la Unión, compartirá gestión con Raffaele Fitto, un radical propuesto por la Italia de Meloni.

De tal modo que, al avalar el equipo de la alemana, el PSOE y los partidos de su grupo en Bruselas han roto el 'cordón sanitario' contra la 'ultraderecha' y lo han hecho de una manera irreversible, exactamente como prometió Sánchez que jamás lo harían. En Sevilla, este simulacro del PSOE se jacta de hacer lo contrario de lo que acaba de consumar en la capital de Bélgica. No es por eso el PPE (y los diputados españoles que en él se integran) el que ha salido malparado de la designación de la más frágil y derechista Comisión de la UE (solo 370 votos de 720), sino la izquierda en general.

El hundimiento conservador y socialdemócrata

Como recordaba con tino Ramón González-Férriz, el mundo está girando aceleradamente a la derecha. Más exactamente, 'hacia las derechas'. Gobierna en varios países europeos; el perfil del próximo canciller alemán, el socialcristiano, Friedrich Merz, se aleja por completo del de Angela Merkel —y se acerca al del denostado Weber—, al tiempo que Emmanuel Macron sostiene su Gobierno, con Barnier al frente, gracias a la indulgencia de Marine Le Pen. Estamos en un suma y sigue del hundimiento de los referentes ideológicos tradicionales.

El conservadurismo ha ido extinguiéndose en Europa casi al mismo tiempo que la socialdemocracia, de modo que los paradigmas de gobernación se han alterado profundamente. En la derecha, con referentes como Meloni y Le Pen. En la izquierda, con referentes como Mélenchon y Sánchez. Y señoreando el panorama mundial, Donald Trump, que el mes que viene sentará sus posaderas, de nuevo, en el despacho oval de la Casa Blanca. Desde donde irradiará en términos económicos, comerciales e ideológicos sobre una Europa en bocadillo entre Estados Unidos, Rusia, China y la India.

Los nacionalistas, fuera de la ecuación

Todos los partidos, así, han de contar para lograr el poder con formaciones a su izquierda o derecha, o, bien, sustituirlas, que es lo que ha hecho el PSOE con la extrema izquierda y con su estructural entendimiento con Bildu, ERC, BNG, Sumar y otros. Y es lo que tendrá que hacer el Partido Popular con Vox. De modo que la alternativa al 'nuevo frente popular' en España no puede ser otro que una coalición de derechas.

Esta hipótesis podrá gustar o no hacerlo, pero ese escenario va a ser lamentablemente inevitable en España en una próxima confrontación electoral. Resultaría inimaginable que un Congreso de los Diputados con una suma mayoritaria de los escaños del PP y de Vox (176 o más) permitiera un Gobierno de extrema izquierda, como el actual, y de nuevo presidido por Sánchez. Los escrúpulos del conservadurismo liberal para participar en esta ecuación de poder son explicables y muy compartidos, pero la falta de ellos en la izquierda —que se alía incluso con las organizaciones y líderes que no han condenado el terrorismo y que están dirigidos por delincuentes con condena firme— empuja a empellones a asumir el signo de los tiempos en los que la democracia tradicional ha sucumbido a sus propias debilidades.

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La posibilidad de una combinación de la derecha tradicional con los nacionalistas vascos (PNV) y los soberanistas catalanes (Junts) ya no puntúa. Los unos y los otros han abusado de su capacidad condicionante y han permitido con su apoyo a Sánchez que el país haya llegado a un estadio de grave deterioro democrático. Su falta de lealtad, además, es proverbial. En el País Vasco y Cataluña, por si fuera poco, tontean esos partidos, ahora incluidos en el 'progresismo', con las tesis que manejan las derechas más radicales. Quieren gestionar íntegramente las políticas de inmigración (Illa las reclama y Pradales, igualmente) para incluirlas en el combo de sus competencias: seguridad pública, política lingüística, institucionalización propia, soporte al 'estilo de vida' de sus comunidades y financiaciones 'singulares', todo ello en una lógica interna identitaria, y otra externa, confederal. Alianza Catalana, al alza en las encuestas, adelanta una tendencia radical que podría también terminar cuajando en el País Vasco, comunidad en la que la preocupación por la inmigración abre ya ediciones en los periódicos vascos.

La generación de cristal, sin expectativas

La 'generación cristal', los nacidos a partir del año 2000, un hallazgo descrito por la filósofa Montserrat Nebrera, no está comprometida con una democracia que no les asegura un futuro con vivienda y una jubilación con pensión. Sus expectativas se presentan brutalmente recortadas y su hostilidad hacia la política ineficaz (como se ha comprobado dramáticamente en la catástrofe del 29-O en Valencia) es militante y va a ser justiciera, así que su sufragio no será para el convencionalismo partidario al uso.

Foto: José Luís Rodríguez Zapatero con María Jesús Montero. (Europa Press) Opinión
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Los miembros de la 'generación cristal' son hijos de familias de clases medias frustradas porque, después de haber invertido en su formación, les deben mantener en su casa, o ayudarles de maneras diferentes para sobrevivir. Solo los que disfrutan de pensiones en España (más de nueve millones de ciudadanos) y los empleados públicos (más de dos millones y medio) son los sectores sociales que muestran todavía una adhesión perseverante al funcionamiento del sistema porque gozan de seguridad en sus prestaciones y sueldos y de incrementos indexados a la inflación en las cantidades que reciben.

En otros países, la derecha, pero en el nuestro la izquierda, ha gestionado su modelo de negocio sobre la polarización y el enfrentamiento (la derecha radical, Vox, en España, es reactiva después de que desde la transición hasta bien entrado este siglo no dispusiera de condiciones sociopolíticas para emerger). Si este PSOE populista de Sevilla, extremoso, ha cambiado las reglas de juego de la democracia en España, las derechas, las dos, no van a tener otro remedio que aceptar el envite e incorporarse a la nueva realidad. Ya nadie, ni siquiera nostálgicamente, puede seguir viviendo en el mundo de ayer, aunque, en lo que a la democracia se refiere, cualquier tiempo pasado desde hace décadas, fue mejor.

El PSOE se ha echado al monte en Sevilla. En la ponencia política del Congreso, superficial, pero muy significativa por los términos que maneja, no hay rastro de socialdemocracia alguna. El texto no deja de ser una sucesión de epítetos propagandísticos ("megarricos", "fondos buitre", "seudomedios", "extrema derecha y derecha extrema", "internacional ultra", "capitalismo financiero") que trata de expresar el eslogan del encuentro: 'España adelanta por la izquierda'. Como era de rigor, las Juventudes Socialistas e Izquierda Socialista, han vuelto a plantear la abolición de la Monarquía Parlamentaria.

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